martes, 2 de diciembre de 2014

¿SE EQUIVOCARON LOS CARDENALES CON BERGOGLIO?


O con Francisco, o contra él. Cuantos más artículos leo y más portales de información religiosa visito, más me voy dando cuenta de que las posturas se radicalizan. Algunos denotan su falta de sintonía con él, pero guardando compostura y respeto (lo cual les honra). Otros se lanzan a tumba abierta contra su figura. Afloran por doquier términos como ser “bergogliano” (despectivamente), y se habla sin pudor de cisma, de resistencia, etc. Hay división en la Iglesia. Y qué quieren que les diga: me produce tristeza. Habrá quien diga que es necesario, que la Iglesia está en peligro y hay que salvaguardarla. No es difícil encontrar términos como hereje o calamitoso referidos a la figura de Francisco; no es ningún secreto. Escriben así articulistas con renombre en nuestro país, y son muchos sus seguidores. Basta con leer sus blogs y los comentarios que suscitan. Se le acusa frecuentemente de buscar y provocar la destrucción de la Iglesia; por sus palabras parece que estuviéramos ante la reencarnación de Alejandro VI, Rodrigo de Borja.

Yo no sé si seré franciscano, bergogliano o papista. Sí tengo claro que no soy un idólatra. Pese a ello, me permito creer que, en aquellos días en que los cardenales estaban encerrados en el cónclave, cuando toda la Iglesia universal se unió en oración junto a ellos, Dios no estuvo de vacaciones mirando a otro lado. Fueran cuales fuesen los criterios que guiasen a los cardenales, me permito creer que se cumplió no sólo su “santa voluntad”, sino la de Dios en última instancia. Me permito creer que Dios no abandona a su Iglesia, sino que vela por ella en todo momento. Y me permito confiar en el pastor que Él nos ha dado.

Quizás sea por haber nacido, crecido y llegado a ser adulto en el pontificado de un Papa santo. Pero lo cierto es que, en la figura de los tres pastores que hasta ahora he conocido en la silla de Pedro, he reconocido a un padre, al que he querido profundamente, al que he respetado, y por el que he rezado. Sería iluso pedir que fuese así para todo cristiano, soy consciente.

Quien desee entrar en los debates teologales y doctrinales, puede acceder fácilmente a los artículos que antes mencionaba. A mí todo eso se me escapa, francamente. Aunque no deja de asombrarme cuantísimos doctos teólogos, con capacidad de enjuiciar y dictar sentencias, andan sueltos por la redes. Y me apena especialmente ver cuán fácilmente se manifiestan algunos sacerdotes contra el Papa, y también contra su Obispo: a pecho descubierto, sin importar haberle prometido obediencia… me pregunto si esto no provoca mayor escándalo que aquel que ellos mismos padecen.

En fin, no sé, lo mismo es que yo soy muy anticuado y tradicional para estas cosas (aunque se supone que es a los tradicionalistas a los que no les gusta este Papa, vaya lío…). Me voy a dar un permiso más: el de estar a lo que diga el Papa, y de forma más cercana, en comunión con él, mi Obispo. ¿Es una postura cómoda? Bendita comodidad, y bendita obediencia. Bendito sea el Señor, que me hace ver que los dos son hombres de Dios, y que no entienda mi fe si no es poniéndome en sus manos.

José Manuel Puerta Sánchez

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