«Una ruptura no es una mancha negra en la familia; puede ser una
oportunidad preciosa para que Dios entre en nuestra vida»: María Luisa Erhardt,
separada desde los 33 años, con tres hijos, es la fundadora del grupo Betania,
que acoge a mujeres que han pasado por una separación
Desde el año 2006 funciona en
España el grupo Betania, que acoge la fragilidad y los sufrimientos de
mujeres separadas -acaba de comenzar también el grupo de hombres- y de sus
hijos. Su responsable, María Luisa Erhardt, señala que, entre los problemas más
comunes en el matrimonio, «hay uno que muchas veces es involuntario e
inconsciente: la falta de formación, la falta de autoconocimiento de uno mismo.
Hay muchos sueños y proyectos propios de felicidad, y en función de eso,
acompañado de nuestras carencias personales, elegimos a nuestra pareja, por lo
que muchas veces nos colgamos del otro. Todos tenemos heridas anteriores, todos
tenemos limitaciones, y debemos conocernos bien y aceptar las limitaciones; si
no, buscamos nuestra felicidad fuera de nosotros mismos y nos embarcamos en un
proyecto equivocado, que muchas veces es propio, de uno mismo, pero no común,
de los dos. Esto es triste. Más que una carencia del matrimonio o de la pareja,
es algo anterior: una carencia personal, y la mayoría de las veces de tipo
afectivo y emocional».
¿La gente sabe bien dónde se mete
cuando se casa? «Rotundamente, no -responde María Luisa Erhardt- . Me da pena
ver que hombres y mujeres, en un 90 y mucho por ciento, tienen muy buena
voluntad a la hora de casarse, pero una gran falta de formación. Hay un anhelo
por encontrar la felicidad junto a la otra persona, esperando que el Tú
solucione mis carencias, y no nos damos cuenta de que este planteamiento de
felicidad es inmaduro, superficial, epidérmico, no hay un compromiso maduro y
real con el Tú. La preparación al matrimonio es muy importante; el
noviazgo debe ser una etapa de conocimiento y discernimiento fundamental para
poder optar en libertad al matrimonio».
ROSTROS CONCRETOS QUE SANAN EL
CORAZÓN
Los últimos datos del INE
muestran que, en España, durante el año 2013, hubo más de 100.000 rupturas
matrimoniales -una cifra que aumenta cada año-, y se estima que la duración
media de las parejas es de poco más de 15 años. Las consecuencias de la ruptura
no sólo afectan a los cónyuges: casi el 60% de las parejas rotas tenía hijos,
la mayoría de ellos menores de edad…
Además del dolor por la ruptura,
hay un sufrimiento sobrevenido, pues existe «mucho juicio y mucho prejuicio. La
sociedad hoy trivializa y margina sutilmente a los separados; y también por
parte de muchos de nosotros, los católicos», lamenta Erhardt, que añade: «Los
separados y divorciados tienen miedo. La Iglesia está abriendo el corazón a
estas personas, pero es verdad que dentro de la Iglesia también ha habido
muchos juicios y prejuicios, y eso ha abierto heridas en familias. Hay una
forma social de rechazo y acusación a estas personas heridas, porque no se
ha cumplido el ideal del matrimonio, y esto crea una culpabilidad,
soterrada y sutil, que duele mucho. Se sienten rechazados y tienen miedo. Por
ejemplo: colegios católicos que no aceptan hijos de familias separadas. ¡Pero
si los hijos son víctimas inocentes!»
Por todo ello, la responsable de Betania
pide «una mayor integración en las parroquias de las familias con heridas de
separación; que se las tenga en cuenta». Y además apunta que «los matrimonios
creyentes, que tienen fe, sanos, que aman a Dios y se sienten amados por Dios,
pueden ayudar mucho acogiendo a familias separadas, integrándolas, invitándolas
a cenar a casa, por ejemplo. ¡Son los pobres entre los pobres! A mí me
acogieron matrimonios sanos, matrimonios santos, con una delicadeza
espectacular… Ese regalo es un tesoro, y eso sana el corazón de la familia».
«Ésa es la verdadera acogida de
la Iglesia -afirma María Luisa-, la que pasa a través de personas concretas.
Dios nos ama a través de rostros concretos. Eso es ser Iglesia. No juzguéis,
tampoco a la parte que ha abandonado al otro. Simplemente, intentad amar y
aceptar a todos. La separación no es una mancha negra en la familia;
puede ser una oportunidad preciosa para que Dios entre en la vida de estas
personas, de las familias rotas».
J.L.V.D-M.
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