Se apareció un día el Salvador a santa Dionisia, monja de Florencia, y le dijo:
-Piensa en Mí y ámame, que Yo pensare en ti y te amaré.
Y al mismo tiempo le presentó un ramillete de flores juntamente con una cruz, significándole con esto que los consuelos de los Santos en este mundo han de ir siempre acompañados de la Cruz. La Cruz une las almas a Dios.
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San Jerónimo Emiliano, que era soldado y estaba enfangado en los vicios, fue encerrado en una torre por sus enemigos. Advertido allí por la desgracia e iluminado por Dios para que cambiase de vida, acudió a María Santísima, y entonces, con el auxilio de la Divina Madre, empezó a hacer vida de Santo. Por lo cual mereció ver un día el excelso lugar que Dios le tenía preparado en el cielo. Llegó a ser fundador de los Padres de Somasco. Murió santo, y la Iglesia lo ha reconocido como tal.
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En Perusia, un joven prometió al demonio que si le proporcionaba medios para cometer cierto pecado, le entregaría su alma, a cuyo efecto hizo escritura firmada con su sangre.
Cometido el pecado, queriendo el demonio que cumpliese la promesa, le llevó junto a un pozo, amenazándolo con que si el mismo no se arrojaba dentro de el, lo llevaría en cuerpo y alma al infierno. Creyendo el desdichado joven no poder escapar ya de sus manos, sube al borde para arrojarse al pozo, pero atemorizado de la muerte, dijo al enemigo que no tenía valor para lanzarse al agua, por lo cual, si quería que efectivamente muriese, le diese un empujón para lanzarle dentro.
Llevaba el joven al cuello el Escapulario de la Virgen de los Dolores, por lo que le dijo el demonio:
-Quítate ese Escapulario y te daré el empujón.
Mas reconociendo entonces el joven, en el Escapulario la protección que le dispensaba aun la Divina Madre, no se lo quiso quitar, de manera que después de muchos debates huyó avergonzado el demonio, y el pecador, agradecido a su Dolorosa Madre, fue a darle las gracias, y arrepentido de sus culpas, quiso colgar el voto en un cuadro en su altar de la Iglesia de Santa María la Nueva en Perusia.
San Alfonso María de Ligorio – Doctor de la Iglesia
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