Desde el encuentro entre las civilizaciones indígena y española, América no ha dejado de ser un campo de cultivo feraz para la santidad de los cristianos. Muchos son los santos que han surgido en tierras americanas: indígenas, campesinos, padres de familia, niños, y religiosos. Los santos en América Latina son de todos los colores, razas, orígenes y culturas; pasando por arzobispos hispanos, frailes de raza negra y mártires mestizos. Desde el siglo XVI la santidad supo florecer en los latinoamericanos. Desde ese siglo las canonizaciones y los ejemplos de vida óptima no han dejado de fluir.
El honor de comenzar las listas de canonizaciones toca a una admirable mujer nacida en el Virreinato del Perú. Rosa de Lima es la santa que inaugura los registros de santidad para los latinoamericanos. No obstante este honor, Santa Rosa de Lima no es propiamente el primer modelo de santidad de América. Esto se debe a que, desde las primeras décadas del siglo XVI hay registros de vidas santas, aunque no de canonizaciones formales.
Es así que, el honor de recibir la primera canonización para una persona latinoamericana recae en Isabel Flores de Oliva, quien más tarde fue conocida como Rosa de Lima. La canonización la promulgó el Papa Clemente X en 1671, pero no sólo fue proclamada santa, sino también patrona de Lima, de Perú, de Filipinas y de América Latina.
Es cosa interesante que el primer santo latinoamericano en recibir canonización no fuera un clérigo de alto rango, sino una mujer religiosa y mendicante, que ni siquiera fue monja de pleno derecho, sino laica comprometida y miembro de una Tercera Orden. Santa Rosa de Lima es un ejemplo para los latinoamericanos, pues reúne las características que unifican a los latinoamericanos en una sola cultura y pueblo, y bajo estas características fue una santa, que en lo ordinario encontró el sentido de lo extraordinario y divino. Reflexionemos brevemente, según el espíritu de Santa Rosa de Lima, para ser mejores cristianos dentro de nuestro contexto cultural.
1. SANTA ROSA ES CRIOLLA Y AMERICANA
Isabel Flores de Oliva, más tarde Rosa de Lima, nació en el seno de una modesta familia de españoles. Su padre era arcabucero del Virreinato del Perú y vino directamente de España. Su madre era criolla, o sea, había nacido ya en América siendo hija de españoles. Debido a este nacimiento criollo, Rosa tuvo desde su juventud contacto con todas las razas que convivían en el Perú de entonces: indígenas quechuas y aimaras, negros traídos de África, mestizos hijos de españoles e indígenas y mulatos, hijos de españoles y africanos. América Latina se empezaba a configurar como una tierra de muchas razas y orígenes, unificados bajo el catolicismo. Naturalmente, había injusticias de parte de los poderosos hacia los más desprotegidos, pues los indígenas, aunque no eran esclavos, estaban sujetos a la nobleza hispánica. Y los negros, esclavos, vivían en malas condiciones.
En este ambiente nació Rosa de Lima, acostumbrada a vivir en un mundo donde muchas culturas convivían con más o menos armonía. Este ámbito barroco de multiculturalidad le permitió a la santa conocer las necesidades de los desvalidos, a fin de repararlas con caridad. Las necesidades a las que nos referimos no sólo eran materiales, sino también espirituales.
Por otra parte, Rosa nació americana. Heredera de la tradición hispánica, pero en una tierra nueva, necesitada de santos y vidas ejemplares para los nuevos habitantes que recibían influencias culturales de sitios tan diversos como el altiplano andino, la España peninsular y el lejano Oriente.
2. ROSA ES TERCIARIA, SEGLAR COMPROMETIDA
Desde su juventud, Rosa sintió inclinaciones por la vida religiosa. Se propuso ser monja agustina, pero por una revelación se le indicó que esa opción no era una vocación plena para ella. A los 2o años de edad decidió dedicarse a la oración contemplativa y a la vida de caridad sin entrar a un monasterio. Esto lo logró entrando en la tercera orden de los dominicos, cuyo carisma se dirige a seglares comprometidos. Los terciarios no tienen el deber de vivir en un convento y dedicados por completo a la vida contemplativa. Pueden vivir con sus familias y dedicarse a sus actividades comunes, pero tomando el carisma evangélico de Santo Domingo de Guzmán como eje rector de sus vidas.
A Santa Rosa se le representa llevando el hábito dominico. Esto no significa que haya sido monja de clausura, pues en ese tiempo los terciarios estaban autorizados a llevar el hábito de la orden correspondiente a su sexo.
Aquí queremos poder en claro que Rosa no fue una religiosa de vida de clausura. Es verdad que se retiraba del mundo a orar místicamente por algunos tiempos. Sin embargo Rosa de Lima vivió en el mundo, a un tiempo pendiente de las necesidades de los demás y de la mortificación como vía para Dios. “Frente a sus prójimos es una mujer comprensiva: disculpa los errores de los demás, persona las injurias, se empeña en hacer retornar al buen camino a los pecadores, socorre a los enfermos. Se esfuerza en la misericordia y la compasión.”(1)
Digamos que, como Rosa, no necesitamos entrar a una vida de claustro para encontrar a Dios. También lo encontramos en el mundo, en el prójimo y en las mortificaciones. Pero debemos aprender, con Rosa, a retirarnos del mundo en ciertos períodos para que nuestra presencia en él sea optimadora.
3. ROSA ES HIJA DE UNA ORDEN MENDICANTE
Ya hemos mencionado que Rosa fue miembro de la Tercera Orden de Santo Domingo para seglares. Por tanto, Rosa es un fruto más de los muchos que las órdenes mendicantes tuvieron en América. Gracias a los franciscanos y dominicos gran parte de os territorios americanos fueron evangelizados en paz y con apertura cultural. Gracias a los frailes se rescataron muchos conocimientos prehispánicos, y las lenguas indígenas fueron estudiadas científicamente. Incluso, por intervención de los frailes, especialmente los dominicos, se defendió a los indios de los abusos de los españoles, impidiendo que fueran esclavizados.
Grandes son las aportaciones que los espíritus mendicantes de Francisco de Asís y Domingo de Guzmán tuvieron en América. Digamos que estos carismas sirvieron de amalgama entre las dos culturas que se encontraron: la indígena y la hispana. Los franciscanos y dominicos trajeron entre sus filas a insignes teólogos, filósofos y juristas, quienes supieron conjugar su trabajo en la construcción de una sociedad equitativa con la oración y la meditación.
Rosa también bebió directamente de esta fuente. Integrándose a la orden dominica se impregnó de la espiritualidad de Santo Domingo de Guzmán. De tal manera que perfeccionó su vida interior, conjugando su vida mística con las técnicas de oración contemplativa como el rezo del Rosario. Mencionemos que Santa Catalina de Siena fue una gran inspiración para Rosa. Pues, como ella, también fue terciaria dedicada a la vida contemplativa a la asistencia del prójimo necesitado.
4. OTROS SANTOS DOMINICOS, HIJOS DEL PERÚ
Grandes santos dio en fruto el tiempo colonial en Perú. Junto con Rosa, antes de terminar, queremos hacer mención de otros dos santos que suelen acompañarla por ser hijos del mismo país, tiempo y orden. Nos referimos a San Martín de Porres y a San Juan Macías.
Los tres santos tienen muchas semejanzas: todos vivieron en el Perú colonial y conocían sus grandezas barrocas y sus miserias sociales. Los tres fueron hijos de la Orden de Predicadores y se dedicaron a la vida contemplativa a la vez que al auxilio de los desvalidos.
Estos tres santos son ejemplos de los fundamentos culturales de la América Latina: arropados por una cultura mestiza, cuidadosos del prójimo y la vida espiritual e hijos de una orden mendicante. Oremos para que, a ejemplo suyo, seamos humildes semillas del cambio en nuestra mestiza América Latina.
Gabriel González Nares
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