Aquellas noches de calor intenso en las que se hacía difícil dormir, el Anacoreta y su joven seguidor, permanecían largo tiempo en la terraza contemplando el cielo estrellado.
El joven exclamó:
- ¡Qué fácil es sentir la presencia de Dios en estos momentos! En cambio nos cuesta mucho verlo presente en los demás.
Sonrió el anciano y dijo:
- Porque siempre tenemos presentes los defectos de los demás. ¿Cómo vamos a ver así a Dios presente en ellos? Vemos sus defectos físicos. Vemos sus defectos de carácter. Vemos sus manías y sus faltas...En el fondo nos estamos comparando continuamente con ellos, cuando no, proyectándonos...
Respiró profundamente y concluyó:
- No se trata de ignorar los defectos del otro, pero sí saber que sólo son personas tan débiles como nosotros y que sus defectos son nuestros defectos reflejados y que precisamente Dios brilla, se hace presente en la sencillez, en la debilidad, en la pobreza...Si miramos al otro así, veremos a Dios en Él.
Y siguieron contemplando las estrellas en silencio...
Joan Josep Tamburini
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