Aquel hombre se acercó al Anacoreta y le pidió...
- Maestro. Enséñame la verdad. El anciano se sintió molesto, pero logró dominarse. Hizo sentar al hombre y le dijo.
- ¿Olvidas que Jesús dijo que no debemos llamar maestro a nadie, que hay un sólo Maestro y que todos somos hermanos?
El hombre repuso:
- Sí, es cierto; pero hay personas más sabias que otras y nos pueden enseñar el camino.
Sonrió el Anciano mientras movía la cabeza y respondió:
- Hay cosas que no se pueden enseñar. Te enseñarán mecánica, a escribir, un idioma...incluso filosofía, pero hay cosas que no se pueden expresar. Lo que sentimos al amar, lo que nos conmueve al ver llorar un niño, lo que nos admira de un paisaje...Intentamos expresarlo con un poema o una melodía o un cuadro. Pero lo que realmente quiere decirnos el artista sólo lo siente y lo sabe él.
Guardó unos momentos de silencio y concluyó:
- Yo no puedo enseñarte la verdad. Puedo enseñarte el error, cuál es el camino equivocado, dónde está la mentira, quitarte las falsas ideas...Pero la verdad sólo la puedes descubrir tú. Y eso se hace en la soledad. El día que descubras el verdadero sentido de la soledad, tú mismo irás descubriendo poco a poco la verdad...Y te darás cuenta de que no la podrás enseñar a nadie, porque no tendrás palabras para hacerlo...
Y se retiró al lugar donde solía meditar...
Joan Josep Tamburini
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