Estas fiestas será un alto en el desierto, esa es mi propuesta, un alto para mirar al Cielo y dar gracias a Dios.
"EN EL DESIERTO UN ALTO HACEMOS…". (Del himno del tiempo de cuaresma de la Liturgia de las Horas).
Podríamos referirnos al tiempo que vivimos tal y como reza el título de estas palabras que ahora os dirijo: "Tiempo de desierto". En el desierto, se pasa hambre, se pasa sed. Son muchas las dificultades y obstáculos para atravesarlo, dudas, pérdida de sentido en la vida, tristeza, angustia vital... situaciones que vienen a darse en una circunstancia tan grave como la que viven muchas personas a instancias de la durísima crisis económica que atravesamos. Precisamente a todas esas personas, que por desgracia también se encuentran cerca de nosotros, quisiera dirigirme con toda humildad y con la voluntad de infundirles el ánimo, que aun sin ser un remedio absoluto, pueda salir al encuentro de ellos siquiera como bálsamo que les alivie.
Quisiera levantar desde este espacio una voz en ocasiones menospreciada o poco valorada, y que sin embargo habla con fuerza y con respuestas eficaces ante situaciones de necesidad de los demás. Se trata de la caridad de la Iglesia, que sale al encuentro de los más débiles, incrementando ahora más que nunca esfuerzos, para atender, para aliviar, para responder así a la verdad última que da sentido a su fe: LA CARIDAD.
La Iglesia ha redoblado acciones de caridad para con los más necesitados a través de Cáritas, Jesús abandonado, comedores sociales, albergues, Manos Unidas, y tantas otras realidades que calladamente, en el día a día, sin reconocimientos y sin remuneración alguna por parte de sus voluntarios trabajan en una inmensa labor de caridad a beneficio de los que más sufren. Es motivo de acción de gracias que haya personas así. También en nuestro pueblo, desde nuestra parroquia, desde nuestra Diócesis, hay una respuesta de la Iglesia que en colaboración estrecha con los servicios sociales trabaja por los que más están sufriendo. Os invito a participar, a colaborar con esta realidad, como voluntarios o con pequeñas aportaciones económicas, de alimentos y de ropa.
En estos meses de verano, muchos pueblos en el mundo celebran sus fiestas patronales. En Librilla celebramos a San Bartolomé Apóstol el 24 de agosto y algunos os preguntareis: ¿No habla de la fiesta? NO, no puedo hablar de fiestas mientras hay personas destrozadas, sin esperanza, sin ganas de fiesta... os invito a que levantemos nuestra plegaria por los que peor lo están pasando y os invito a ser ejemplo de una CARIDAD extraordinaria que nace de la fe profunda y sincera en Aquel que nos enseñó "a no ser servidos, sino a servir". Será este el mayor motivo para hacer fiesta: el haber podido alegrar la vida del vecino, que nos hayamos unido como nunca, que nos preocupa que alguien esté en paro, que no tenga que comer, que esté solo o triste... pero mejor que con palabras, hechos.
Me permito recordar la caridad extraordinaria de nuestro querido D. Manuel Guzmán Iniesta, insigne párroco de este pueblo durante 42 años, a cuántos enfermos les dejaba el poco dinero que él tenía, debajo de las almohadas, y para cuántos conseguía pan para alimentar a las familias, callando y obrando, ese era su leitmotiv. Aprendamos todos, los que lo conocimos y los que no, de su lección de vida entregada, generosamente abierta a la Verdad que nos da la libertad de amar sin límites, la de Jesucristo.
"Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad" -nos dice el Papa en la encíclica "Caritas in veritate" nº3, y cuya lectura os recomiendo.
Estas fiestas serán un alto en el desierto, esa es mi propuesta, un alto para mirar al Cielo y dar gracias a Dios, porque tenemos la oportunidad de vivir, porque tenemos la misión de dar vida. ¡Está en nuestras manos!. Un alto para abrazar a nuestra familia, un alto para acordarnos de los que más sufren y tener algún gesto de caridad, un alto para mirar a nuestra vida y revisándonos con humildad preguntarnos: ¿qué estoy haciendo?, ¿mis palabras y mis acciones construyen o destruyen?. Un alto para recordar con cariño a nuestros difuntos y dar gracias por lo compartido, un alto para mirar a Dios que pasa delante de ti realmente en cada sagrario, en el de tu iglesia, donde su luz no se apaga y puede iluminar tu vida, a través de una Palabra viva y eficaz que mueve corazones, a través de tus vecinos que sufren y en donde Cristo está presente.
Mi deseo va en esta dirección y pido la intercesión de nuestro santo patrón San Bartolomé, razón de esta fiesta, para que cuide y vele por este mundo que necesita de Dios. "El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, caritas in veritate (caridad en la verdad), del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don".(Caritas in veritate, nº 79).
Autor: Alejandro Cases Ramon
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