En síntesis los evangelios…, nos crean una serie de obligaciones de distintas categorías, si es que queremos superar la prueba de amor, para la que hemos venido a este mundo. La primera categoría de carácter absoluto es la de dar cumplimiento a los diez mandamientos y abstenerse de caer en cualquiera de los siete pecados capitales, que conviene recordar que son: lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia y soberbia. El origen de esta lista emana desde luego del contenido evangélico, pero el Señor así como relacionó, por ejemplo las bienaventuranzas, no relacionó los pecados capitales, por lo que el origen de esta lista relacionada en el Catecismo de la Iglesia católica, esta en una relación del monje Evragio del s. IV que posteriormente fue relaborada y difundida por San Juan Casiano en el s. V. Posteriormente el papa San Gregorio Magno, redujo la lista inicial de ocho, a siete pecados. Se denominan también pecados mortales porque son los que matan el alma, en cuanto cortan su relación con Dios. Esta relación puede ser restablecida, mediante el sacramento de la penitencia, siempre que medie arrepentimiento y propósito de la enmienda, así se restablece el estado de gracia o amistad con el Señor. En caso contrario si uno sale de este mundo sin admitir la amistad y el amor de Dios, su irremediable fin, todos sabemos cual es.
La segunda categoría de incumplimiento de la voluntad del Señor, son los pecados veniales que no matan el alma ni cortan totalmente la relación de amor con el Señor, pero si la dañan, pudiéndose llegar por su cuantía a los efectos del pecado mortal, pues como dice San Agustín: “Un grano de arena no aplasta a una persona, pero una tonelada de granos de arena si y da lo mismo morir aplastado por una tonelada de plomo, que por una tonelada de arena”.
La tercera categoría son las llamadas aseveraciones del Señor. Estas tienen varias categorías en orden a su aplicación por nuestra parte. Unas, son mandatos explícitos otras son implícitos y otras aseveraciones son meras recomendaciones para circular por este mundo. Lo ideal sería que todos siguiésemos al pie de la letra todo lo que el Señor nos ordena o nos recomienda, por ello se recomienda la Imitación de Cristo, término este que a su vez es el título de un conocido libro escrito, al parecer por el fraile agustino Tomás Hemerken de Kempis, en el s. XV, libro este que es, y que fue continuamente leído y repasado por numerosos santos y muchos que no somos santos.
San Francisco de Sales, puede ser que sea el único santo que escribe sobre tema de las aseveraciones evangélicas, quizás ello sea porque es un santo, muy preocupado con el desarrollo dela vida espiritual de las almas. Nos dice el dulce obispo de Ginebra: “Se puede muy bien, sin pecado, no seguir los consejos por el afecto que se profesa a otras cosas;…, pero hacer gala de no querer seguir los consejos, es cosa que no se puede hacer sin despreciar al que los da”. Y más adelante también nos dice: “Aunque no todos los consejos pueden o deben ser practicados por los cristianos en particular, cada uno está obligado a amarlos todos por su misma bondad intrínseca”.
En todo caso el valor de las aseveraciones para nuestra santificación es total. Más de una vez, el Señor nos dejó dicho: “El que tenga oídos que oiga”. (Mt 13,9); (Mt 13,43); (Mt 15,15);(Y asimismo los otros dos sinópticos).
Quizás la principal de todas las aseveraciones del Señor, que tienen un carácter explícito y de mandato es la que nos dice: “Sed pues perfecto, como mi Padre celestial es perfecto.” (Mt 5,48). Y para ser perfectos desde luego que no podemos limitarnos a cumplir con el primer escalón de normas que hemos de guardar, evitando el pecado mortal y ni siquiera evitar el escalón siguiente del pecado venial; hemos de hacer bastas cosas más. Por supuesto cumplimentar a rajatabla todas y cada una de las aseveraciones evangélicas del Señor y me atrevería a decir que alguna más, la fuerza y cuantía de nuestro amor hacia Él, nos pueda pedir como puede ser el sacrificio voluntario gozoso realizado por puro amor hacia Él.
Son varias las aseveraciones referidas al desarrollo de nuestra vida espiritual y en estas como todas ellas, siempre hemos de tener presente quien es el que las da; como ejemplo de estas tenemos: "Entonces dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. (Mt 16,24), o bien: “Amad a vuestros enemigos”. (Mt 5,43) y también: “Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque es espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”. (Mc 14,38) y en este mismo sentido de vida espiritual tenemos: “… esto os lo he dicho para que tengáis paz en mí; en el mundo habéis de tener tribulación; pero confiad; yo he vencido al mundo”. (Jn 16,33).
En el texto de una glosa, no es posible ni siquiera enumerar todas las aseveraciones que contienen los evangelios y menos hacer una clasificación de ellas de acuerdo con la finalidad de su contenido, por lo que lo mejor pienso yo, que será con el tiempo, ir desgranando una a una todas las aseveraciones evangélicas, pues cualquiera de ellas da materia para más de una glosa.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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