El Anacoreta y el su joven seguidor escuchaban la
radio. Hablaba un conocido director de teatro y decía que aborrecía la palabra
caridad porque suponía una actitud de superioridad del caritativo sobre el
necesitado. El joven quedó perplejo e interrogó al anciano con la mirada. Este,
cuando cerró la radio dijo:
- Los hombres, con nuestras actitudes, traicionamos
las palabras. La caridad está muy lejos de esa imagen de alguien poderoso que
da al que no tiene y que se coloca por encima de él. Esa persona, además de
injusta, porque si el otro no tiene es porque él tiene de más, encima pretende
que el otro le esté agradecido, o lo hace para conseguir un premio en el otro
mundo... Pues eso no tiene nada que ver con la caridad.
Hizo una pausa y prosiguió:
- Caridad puede provenir del latín "careo",
carecer. Aquello que apreciamos porque es escaso. Pero más probablemente viene
del griego "charis" (jaris), que es la forma de amor que no busca
contrapartida. El amor gratuito. Es esa la palabra que se emplea en los textos
griegos de las Escrituras cuando se habla de Amor, y es probablemente el
concepto que hay que aplicar a la palabra cristiana, caridad.
Miró a los ojos al joven seguidor y concluyó:
- Los
cristianos hemos prostituido la caridad, como tantas otras virtudes,
convirtiéndolas en algo despreciable. Algo que practicamos por interés, para
obtener un beneficio. No es de extrañar que a este hombre no le guste la
palabra caridad. Hemos de devolver a todos el verdadero sentido de la Caridad;
con nuestra vida, amando a todos sin esperar recompensa. Amando, porque todo el
mundo merece ser amado...Esa es la verdadera Caridad.
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