Una constante en sus Crucifixiones.
Se le conoce como «el pintor de la Reforma», autor del más célebre retrato de Lutero.
Lucas Cranach el Viejo (su hijo, apodado el Joven, también fue pintor) nació en 1472 y murió en 1553.
Fue muy amigo de Lutero y autor de los más célebres retratos del heresiarca, además de apadrinar en 1526 a su primer hijo. El primer grabado que le hizo, en 1520, todavía le figura vestido con su hábito de fraile agustino, tres años después de su célebre gesto de clavar sus 95 tesis en la iglesia del Palacio de Wittemberg.
Cranach está considerado uno de los principales representantes de la llamada Escuela del Danubio, corriente renacentista que otorga al paisaje un papel central del cuadro, sin competir con sus protagonistas, pero adquiriendo una fuerza propia que hasta entonces no había tenido, a través de un dramatismo específico y colores muy vivos.
Así sucede, por ejemplo, en la primera obra conocida de Cranach el Viejo, una Crucifixión. La escena de la muerte de Cristo fue una de las constantes en la obra del artista alemán, y en ellas destaca un elemento característico: la prominente barriga del mal ladrón. Mientras que Jesús y el buen ladrón son figuras estilizadas, el otro, que se burlaba de Nuestro Señor, aparece como un hombre intencionalmente dibujado como sometido a la pasión de la gula.
Ese pecado capital figuró como uno de los principales cruces de acusaciones en los primeros tiempos del protestantismo.
Lutero acusaba a los Papas de entregarse a ese y otros vicios, y a su vez él mismo era representado por los autores católicos como un monje exclaustrado sometido a la tiranía de sus más bajos instintos, desde el sexo a la comida. Se casó con una monja exclaustrada, Catalina Bora, cisterciense, con la que tuvo seis hijos.
En la historia del arte la representación de los adversarios de Cristo ha ido siempre vinculada a la esclavitud de las pasiones, en particular la ira, fácilmente representable en el rostro. La prominente tripa con la que Lucas Cranach el Viejo "castiga" al criminal contrapuesto a Dimas (el buen ladrón, así llamado en los evangelios apócrifos) es una muestra de la finalidad moralizante de la obra, y de la importancia que se concedió en aquellos años al exceso en el comer y el beber como signo de poca virtud.
C.L. / ReL
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