Nuestra acción de esperar no se supone que tome lugar sin hacer nada, pasivamente mientras que algo pase algún día.
Algunas veces cuando oramos fuertemente por una situación en nuestra vida sin recibir
respuesta, aprendemos a vivirla.
Seguimos adelante con nuestras cosas preguntándonos si Dios algún día escuchará y
responderá. Pero déjame decirte que Dios sí oye nuestras oraciones y está
trabajando en las respuestas aunque no conozcamos los detalles.
Nuestra situación puede cambiar de un momento a otro sin que lo esperemos. Una cosa es cierta: antes de que Dios se mueva repentinamente, debemos esperar. Esperar por respuestas es un hecho de la vida del que nadie puede escapar.
Hay que esperar por los análisis médicos, por la respuesta de inmigración, por la respuesta ante una oferta de trabajo, entre otros casos que seguramente te ha tocado vivir. Así que la
pregunta no es si esperaremos, sino cómo vamos a esperar, y ese cómo va a determinar
cuánto tiempo.
Hay dos formas de esperar: una es de forma pasiva y la otra es con expectativa. Una persona pasiva espera que algo bueno suceda y está dispuesta a sentarse a esperar mientras tanto. Al poco
tiempo, se rinde pensando “se acabó, esperé y esperé y nada pasó”. La persona pasiva tiene muchos deseos, pero no hace nada al respecto.
Por otra parte, la persona con expectativa está llena de esperanza, creyendo que su respuesta llegará en cualquier momento. Su creencia no es pasiva. Su corazón está lleno de esperanza, esperando que su problema sea resuelto en cualquier momento. Se levanta cada mañana esperando encontrar su respuesta. Podría esperar y esperar, pero repentinamente aquello que ha estado esperando ocurre.
Es como cuando una mujer está embarazada. Se dice que está esperando un bebe. Ella lleva adentro la promesa de un bebe y aunque no lo vea ella sabe que está allí. En el momento en que se
entera de su embarazo, ella comienza a planificar la llegada del bebe. Comienza comprar todo lo que necesita y se alista. Activamente se prepara porque sabe que la promesa será cumplida, ella está a la expectativa y esperará el tiempo que tenga que hacerlo.
Nuestra acción de esperar no se supone que tome lugar sin hacer nada, pasivamente mientras que algo pase algún día. Una vez que hemos pedido a Dios una respuesta ante una pregunta o una
situación en particular, necesitamos esperar la respuesta con urgencia, actuando diligentemente y con expectativa. En muchos casos, el período de espera sirve como tiempo de preparación para la respuesta. Si Dios respondiera en el momento, muchos de nosotros estaríamos mal preparados para manejar la solución.
Algunas veces nos encontramos en desastres tan terribles que es difícil imaginar esperar un segundo más. Pero necesitamos mantenernos esperando en Dios y confiando en El con una dulce y simple fe. Luego, en una forma que nunca imaginaríamos, Dios se mueve repentinamente.
En las Escrituras Pablo y Silas conocían lo que era esperar y lo hicieron bien. Hechos 16 cuenta la historia de cómo fueron atacados y golpeados para luego ser echados a la cárcel. El carcelero los tiró al fondo y les puso grillos en sus manos y pies para asegurarse de que no escaparían. Pablo y Silas habían decidido cantar y adorar a Dios y luego comenzaron a esperar en El. Milagrosamente a la medianoche, Dios se presentó y ellos fueros liberados.
Cuando la gente espera en Dios con paciencia y expectativa en medio de circunstancias adversas, Dios aparece repentinamente. Así que ¡no te rindas! No te canses de esperar, No dejes de
creer. Llénate de esperanza que el poder de Dios no tiene límites y El ¡aparecerá por ti!
Mariam Delgado
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