Cuando compramos o nos regalan un moderno artilugio, sea electrónico o no…, siempre nos lo entregan acompañado de un libro de instrucciones para su funcionamiento y manejo.
Como español que soy, Dios me libre de leer estas instrucciones y de esperar a su lectura para poner en funcionamiento el artilugio. Nadie leemos las instrucciones, que por otro lado pensamos que atentan e insultan nuestra inteligencia, cuando nos explican como ha de abrirse el paquete y nos dicen como hemos de enchufar el cable de corriente. Y esto no solo nos sucede a los españoles, sino a todos los pigs (Portugal, Italie, Greece and Spain) como despectivamente nos llaman los nórdicos, en especial los anglo-sajones. Hay en este calificativo, una especie de despectiva admiración por nuestra capacidad de improvisación, nuestro ingenio, rapidez mental y todo lo que es propio de la climatología de nuestras tierras. Pero toda esta parte positiva nuestra, tiene el inconveniente de nuestra falta de humildad, en aceptar consejos, instrucciones y sobre todo en ser fieles en el cumplimiento de las normas y leyes. Y en esto último los alemanes, que viven con un reglamente en las manos, son la antítesis de nosotros, quizás por ello, mutuamente nos admiramos, porque todo el mundo anhela lo que no tiene. Nosotros envidiamos su disciplina y ellos nos envidian nuestro ingenio rapidez de comprensión y capacidad de improvisación.
Pues bien, el ser humano es la máquina o artilugio más perfecto que existe, puesto en el mercado de la vida, por el único Fabricante que existe y que ha creado todo. Y este Fabricante, una vez que nos ha creado, nos ha puesto en este mundo con un maravilloso libro de instrucciones, llamado Biblia. En los mercados de este mundo en que vivimos, tal como antes hemos dicho, se pone en venta toda clase de máquinas, con sus correspondientes folletos de instrucciones y para realzar una determinada función. Pues bien, nosotros somos unos artilugios, creados o fabricados
también, con y para una concreta función que es la de ser eternamente felices, ya en este mundo y mucho más en el que nos espera. Nuestra fuente de energía para funcionar se llama amor y su adquisición es muy sencilla, solo consiste en desear tener amor al Fabricante y Él inmediatamente nos lo facilita por reflejo de su amor sobrenatural en nosotros, el amor humano que hemos de utilizar para caminar correctamente por esta vida.
Pero lo más importante de todo, es que en nuestro funcionamiento nos atengamos al libro de instrucciones, de nuestro Fabricante. Desde que nacemos, todos tenemos un tremendo anhelo de felicidad, necesitamos amar y ser amados, el amor es la energía vitad de nuestro ser. Estamos fabricados, para a través del amor, obtener una ya que estamos manufacturados, para gozar de esa clase de felicidad que desconocemos, pero que el deseo de ella, nos lleva de cabeza en este mundo, en el que nos encontramos para superar la prueba de amor, de si somos dignos o no de alcanzar esa tremenda felicidad que nos espera. Y esta terrible ansia de felicidad que todos
tenemos nos lleva a tratar de encontrarla en este mundo, donde estamos de paso. Y si, algo se puede hallar aquí abajo, pero es una ínfima caricatura de la felicidad que arriba nos espera. Se puede ser perfectamente feliz en este mundo, Dios no quiere nuestra infelicidad y sufre cuando ve a sus hijos sufrir, pero Él les ha dotado de un requisito necesario, para merecer la eterna
felicidad que es el libre albedrío, la capacidad que el ser humano tiene para amar o para odiar, y ello le impide intervenir a Dios en evitar nuestros males que todos ellos, son una consecuencia del incumplimiento de nuestro Libro de instrucciones.
Como ya hemos dicho nuestro Libro de instrucciones, cuya lectura no se encuentra lo suficientemente extendida entre nosotros como habría de estarlo, se llama Biblia y como todo sabemos consta de dos partes: el Antiguo y el Nuevo testamento (A.T. y N.T.) La primera parte
corresponde a todo lo que directa o indirectamente es palabra de Dios, hasta la llegada al mundo de su divino Hijo, con el cual se inicia y concluyen esta segunda parte de la Biblia, denominada Nuevo Testamento, en el cual figuran y concluyen ya todas las revelaciones de carácter público de Dios a los hombres.
El valor de ambas partes es idéntico, es por ello que el Seño, dejó dicho: "No penséis que he venido a abrogar la Ley o los Profetas; no he venido a abrogarla, sino a consumarla. Porque en verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, ni una jota, ni una tilde pasara (desapercibida) de la ley hasta que todo se cumpla, Si, pues, alguno descuidase uno de esos preceptos menores, y enseñare así a los hombres, será tenido por el menor en el reino de
los cielos; pero el que practicare y enseñare, este será tenido por grande en el reino de los cielos”. (Mt 5,17-19).
Es decir, ateniéndonos al último párrafo, el Señor estable implícita, o explícitamente, según se quiera ver, una obligación que todos tenemos de enseñar y propagar en contenido de nuestro
Libro de instrucciones. El valor de todo el contenido de la Biblia es igual y obliga por igual a todo hombre, pero resulta curioso, que los protestantes hayan puesto siempre más énfasis en el A. T. y del N.T. en las epístolas de San Pablo, que en la totalidad del N. T. que los católicos, respetando lo dicho por el Señor, hemos puesto más cariño en los Cuatro Testamentos, que nos hablan más
de la doctrina que de la vida del Señor, lo cual ya nos gustaría conocer con más profundidad.
No hay problema ni posible situación, en la que nos podamos encontrar a lo largo de nuestra vida, que no encontremos normas y reglas de actuación en la Biblia, que todo lo alcanza. Conocer debidamente la Biblia, es saber en todo momento que camino estamos recorriendo, si caminamos hacia el Señor y con que entusiasmo lo hacemos, pues hay muchas formas espirituales de caminar. La Biblia no es un libro para leer, sino un libro para meditar y en esas meditaciones que podamos tener, el Señor nos abrirá los ojos y sentidos de nuestra alma, para que tomemos nota de muchas cosas importantes, que hemos de hallar, en el recorrido del camino hacia Él. Es imposible caminar hacia el Señor, sin haber leído sus normas. En la vida humana todo manejo de una máquina, requiere un periodo de formación. Un piloto de
avioneta de hélice, ni está, ni tiene capacidad para tomar de la noche a la mañana los mandos de un Jumbo, hay que estudiar muchas normas acerca del funcionamiento de un Jumbo.
Nosotros, si queremos ser santos, hemos de aprendernos al dedillo y sobre todo practicarlas con amor, la normas de nuestro Libro de instrucciones; y digo con amor, porque como ya antes he
escrito, que el amor es y será siempre la energía que necesitamos, no solo para aprender las normas de la Biblia, sino para ponerlas en práctica. Sin amor nada es posible, con amor todo se alcanza.
El cumplimiento adecuado de las normas bíblicas, sin excedernos en aquello que se nos permite y viviendo siempre en la gracia y el amor del Señor, conseguiremos alcanzar felicidad en esta vida y su paso por ella siempre estará impregnado del amor especial que el Señor tiene para con sus elegidos. Si por el contrario no adecuamos nuestra vida terrena a las normas, consejos y aseveraciones que el Señor nos da y locamente buscamos la felicidad terrena, al margen de la palabra y la voluntad divina, nunca llegaremos a ser felices de verdad en esta vida y mucho menos en la que nos espera. Puede ser, que temporalmente se llegue a adquirir una
errónea felicidad humana que nunca nos dará una plena satisfacción.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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