No soplan buenos vientos. Crisis, atentados, pérdida de valores, injusticias... Podemos
caer fácilmente en el desánimo. Es fácil que afrontemos la vida con pesimismo.
Cuando el desánimo nos ataca, es bueno recordar estas palabras de Teilhard de
Chardin:
"No te preocupes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su futuro más o menos incierto. Desea lo que Dios desea.
Ofrécele, entre las inquietudes y las dificultades, la ofrenda de tu ser sencillo que, a pesar de todo, acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un fracasado, si Dios te considera plenamente realizado, como a Él le gusta.
Abandónate confiando ciegamente es este Dios que te ama para Él y que llegará a ti, aunque no lo veas. Piensa que estás en sus manos, agarrado con más fuerza como más abatido y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo pido. Vive en paz. Que nada te turbe. Que nada pueda quitarte la paz, ni la fatiga física, ni tus faltas morales.
Haz que brote, y conserva siempre en tu rostro, una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor te dirige constantemente.
Y, en el hondón de tu corazón, pon, antes que nada, como una fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda: todo lo que pueda deprimirte e inquietarte es falso. Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas abatido, triste, adora y confía."
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