Con relación a esta característica más detalladamente me extendí en uno de los capítulos de uno de mis libros. Y como quiera, que el tema tiene su importancia, es por lo que le dedico esta glosa, a lo que es una lógica consecuencia del deseo de unión que se da entre los amantes que desean su unión, tanto en el amor espiritual como en el material. Y en ninguno de los dos casos pensemos en la unión de carácter carnal, que generalmente es más propiciada por el deseo sexual o libido que por el amor.
Como sabemos bajo el término amor, se aglutinan una gran cantidad de sentimientos humanos que muchas veces, unos son dispares de otros, como por ejemplo; nada tiene que ver el amor en grado unitivo o contemplativo con el Señor, con burda expresión hacer el amor. El amor es siempre en sus correctas acepciones un bien espiritual, este bien espiritual puede ser básicamente de dos clases: El amor que podríamos denominar como Amor espiritual, que es el único y verdadero amor, el cual es exclusivamente generado por el Señor, como creador de todo lo visible e invisible y que nosotros solo poseemos por reflejo de este amor espiritual, que Dios nos tiene, siempre que estemos viviendo en gracia divina y por lo tanto inhabite en nuestras almas el Espíritu Santo. Con este amor espiritual que podemos poseer por reflejo divino, nosotros podemos amar a Dios devolviéndole el amor que Él nos dona y también podemos amar, tal como el Señor desea, a nuestro prójimo con vinculaciones familiares o sin ellas y en general a todo semejante. Es este un amor humano, que nace como reflejo del amor sobrenatural del Señor, con sus criaturas, cuando estas viven en su amistad y gracia.
La segunda clase de amor, es el que no está generado por el Señor, sino por nosotros. Es un amor que podríamos calificarlo de amor humano, este amor esta generado exclusivamente por las personas, y sobre todo por aquellas que carecen de relación con el Señor y no se encuentran inhabitadas por el Espíritu Santo, por lo que les es imposible reflejar lo que no reciben. Dios ama a estas personas, aunque ellas no mantienen contacto con Él. Este sentimiento de amor humano, de por sí es siempre débil y muchas veces es un sentimiento de amor viciado, pues está generado por deseos, apetencias, sueños, aspiraciones, anhelos, conveniencias, incluso por oncupiscencias. Su pureza puede darse pero es difícil hallarla pues si pensamos en las situaciones y uniones matrimoniales, es bien sabido que si no media el sacramento del matrimonio, las posibilidades de fracaso, casi alcanzan el 100%. También hay posibilidades de fracaso incluso cuando a mediado el
sacramento del matrimonio, porque se olvidaron los cónyuges de que el matrimonio, no es cosa de dos sino de tres. Ellos dos y el Señor.
Como sabemos bajo el término amor, se aglutinan una gran cantidad de sentimientos humanos que muchas veces, unos son dispares de otros, como por ejemplo; nada tiene que ver el amor en grado unitivo o contemplativo con el Señor, con burda expresión hacer el amor. El amor es siempre en sus correctas acepciones un bien espiritual, este bien espiritual puede ser básicamente de dos clases: El amor que podríamos denominar como Amor espiritual, que es el único y verdadero amor, el cual es exclusivamente generado por el Señor, como creador de todo lo visible e invisible y que nosotros solo poseemos por reflejo de este amor espiritual, que Dios nos tiene, siempre que estemos viviendo en gracia divina y por lo tanto inhabite en nuestras almas el Espíritu Santo. Con este amor espiritual que podemos poseer por reflejo divino, nosotros podemos amar a Dios devolviéndole el amor que Él nos dona y también podemos amar, tal como el Señor desea, a nuestro prójimo con vinculaciones familiares o sin ellas y en general a todo semejante. Es este un amor humano, que nace como reflejo del amor sobrenatural del Señor, con sus criaturas, cuando estas viven en su amistad y gracia.
La segunda clase de amor, es el que no está generado por el Señor, sino por nosotros. Es un amor que podríamos calificarlo de amor humano, este amor esta generado exclusivamente por las personas, y sobre todo por aquellas que carecen de relación con el Señor y no se encuentran inhabitadas por el Espíritu Santo, por lo que les es imposible reflejar lo que no reciben. Dios ama a estas personas, aunque ellas no mantienen contacto con Él. Este sentimiento de amor humano, de por sí es siempre débil y muchas veces es un sentimiento de amor viciado, pues está generado por deseos, apetencias, sueños, aspiraciones, anhelos, conveniencias, incluso por oncupiscencias. Su pureza puede darse pero es difícil hallarla pues si pensamos en las situaciones y uniones matrimoniales, es bien sabido que si no media el sacramento del matrimonio, las posibilidades de fracaso, casi alcanzan el 100%. También hay posibilidades de fracaso incluso cuando a mediado el
sacramento del matrimonio, porque se olvidaron los cónyuges de que el matrimonio, no es cosa de dos sino de tres. Ellos dos y el Señor.
Pero de lo que yo quería escribir es acerca del contacto físico. Y en este sentido escribe Fulton Sheen y nos dice: El contacto es el idioma del amor. En realidad hay tres medios de expresión en el amor: escuchar, ver y tocar. Nunca podríamos amar a alguien si antes no lo conocemos o escuchamos su voz. Luego, después de escuchar una voz, uno desea ver a la persona. La visión es la segunda intimidad. Después, finalmente, viene la mayor de todas las intimidades, que solo unos o unas pocas pueden disfrutar, y que es la intimidad del contacto. Y cabe preguntar: ¿En el amor espiritual, donde se encuentra el contacto físico? Y la contestación es bien sencilla: En la comunión eucarística.
El Señor, bien que supo, cuál era el valor del contacto físico, y se quedó entre nosotros por medio de ese formidable misterio que es la Eucaristía. Este es el maravilloso regalo prueba de su amos a nosotros, que el Señor nos dejó. Pensemos que en ella, recibimos una autentica caricia afectiva de Nuestro Señor, porque es su cuerpo y sangre lo que recibimos. En la medida que una persona, por razón de su nivel de vida espiritual, es cada día más consciente de ver el significado de la
Transustanciación, ella irá palpando más y mejor esta característica del amor a Dios que él nos ofrece en la Eucaristía.
Hemos escrito, en más de una glosa, acerca de la importancia de la vida contemplativa, como paso previo para alcanzar la vía unitiva con el Señor y la importancia que tienen las horas
transcurridas ante el Sagrario, aunque uno crea que está perdiendo el tiempo, porque no logra concentrarse no dominar las distracciones.
El mayor y mejor contacto físico, que podemos tener con el Señor, es asistir diariamente a misa y por supuesto comulgar. La comunión es un perfecto contacto físico con el Señor, es un contacto que Él siempre está anhelando de nosotros, quiere que contactemos con Él, porque en ese contacto, Él esta dispuesto siempre a inundarnos con su amor y sus divinas gracias. La transformación que un alma tiene con esta práctica es siempre lenta, pues en la vida espiritual todo se desarrolla muy lentamente, pero también es asombrosa, como asombrosos son los goces espirituales que se obtienen, en el transcurso del tiempo.
Y no creamos que esta practica de la comunión diaria, es propia de personas consagradas o de laicos jubilados y beatas que nunca faltan, es una práctica que debería de estar extendida pero en
este mundo que Dios ha dispuesto que sea en él donde hemos de pasar nuestra prueba, las dificultades abundan. ¡Claro! que si miramos para atrás, la Iglesia ha pasado por épocas peores y precisamente es en épocas peores, donde florecen mártires y confesores, en mayores proporciones.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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