Ayer, ya de noche, cuando volvía de dejar a una persona en su casa, me encontré con la Vía
Layetana llena de policías y barrenderos. Los policías ya se retiraban. Los barrenderos intentaban limpiar un suelo lleno de octavillas y papeles. Supongo que debía haberse producido una manifestación anti-recortes, porque de eso trataba el texto de las octavillas: "Los recortes son un robo" y cosas por el estilo.
El ministro, "conceller", alcalde que ha de hacer cuadrar los números a final de mes, no tiene más remedio que recortar servicios y subir impuestos, si quiere conservar la mayor parte de ellos (de los servicios). A la sociedad se nos ha hablado tanto de derechos, que nos hemos olvidado de nuestros deberes, y de que hay derechos que se han de conquistar...
El problema de fondo a todo esto es tan antiguo como el hombre y se llama "propiedad privada". Naturalmente que tenemos derecho a tener nuestras propias cosas, nuestra casa, lo necesario para vivir holgadamente y mantener nuestra familia... Pero nos ocurre, que confundimos "propiedad privada" con "propiedad acumulada". Cuando Jesús dijo lo del rico, la aguja y el
camello, estaba diciendo claramente que el que tiene mucho lo hace a costa del que no tiene nada, y, que por lo tanto, no ama, no es hermano de sus hermanos y por eso tiene tan difícil la entrada en el Reino de Dios. Porque este Reino es el de la paz, el amor y la justicia, y ellos viven gracias a la guerra, el desamor y la injusticia.
San Juan Crisóstomo, al hablar de la "limosna" dice: "No das al pobre de lo tuyo, sino que le devuelves lo suyo..." Lo que indigna a la gente no son los recortes y la subida de impuestos, sino que no se recorta más ni se sube más al que más tiene, sino que más bien parece lo contrario.
El otro día una compañía aérea de las llamadas de bajo coste, presentaba unos excelentes
resultados. Si cobrando menos se hace negocio, ¿cómo es posible que las que cobran más declaren números rojos?
Nos daban los malos resultados en la venta de coches, pero ¡oh sorpresa! las marcas de lujo no habían notado la crisis. Lo mismo decían de las tiendas de vestidos y complementos de lujo. ¿Será que en la crisis, los que acumulan siguen acumulando, incluso más?
Nos metemos con los políticos, no niego que se lo han buscado, pero quizá no son ellos los que gobiernan el mundo. ¿Quiénes son esos señores, que desde un lujoso despacho ponen nota a los Estados y hacen que los mercados se abran o se cierren para nosotros? Lo que debemos exigir a los políticos es valentía. La valentía de desenmascarar a esos poderes ocultos, que son las grandes fortunas que hacen girar el mundo a su gusto y viven a costa de la mayoría.
Y a nosotros, no nos irá mal reflexionar, que con toda seguridad una vida más sencilla, más natural, menos competitiva, en la que sepamos compartir, nos hará mucho más felices...
Joan Josep Tamburini
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