Cambia su rostro del catolicismo en Brasil. Los carismáticos se propagan por millones. Y tienen como estrella a un sacerdote.
Faltan todavía varias semanas para completar toda la construcción, pero ya ha llegado la cruz de 42 metros, y está erigido el palco con el altar dominado por la imagen de María. La gente llega de a poco, arrodillándose en los 6000 metros cuadrados de este oasis de paz en la periferia sur de la metrópolis brasileña. Se trata del santuario Theotokos, la Madre de Dios, inaugurado el pasado mes de diciembre, después de casi cinco años de trabajos. Un espacio capaz de hospedar hasta cien mil personas, un inmenso espacio sin columnas y cubierto por un techo proyectado por el arquitecto Ruy Ohtake.
Es la más grande iglesia católica del Brasil y de todo el continente sudamericano. Es el signo tangible del éxito que acompaña al sacerdote que la ha querido y realizado, recibiendo donaciones e invirtiendo las ganancias de sus productos discográficos y editoriales: el padre Marcelo Rossi, de 44 años de edad, un metro y 94 centímetros de altura, cuerpo de atleta y
mirada dulce.
El sacerdote estrella de la Iglesia en Brasil.
El padre Marcelo es la punta de lanza de la renovación carismática católica en Brasil, el que ha estado en condiciones de convocar a 3 millones de personas en el autódromo de San Pablo en el 2008, en un encuentro de música y oración que ha visto desfilar a Ivete Sangalo, Claudia Leite y a otras estrellas de la música ligera del país.
Desde 1998 hasta hoy ha vendido con sus álbumes doce discos de platino, el reconocimiento entregado a un cantante cuando los discos vendidos superan el millón de ejemplares. Su último libro, "Ágape", ha sido durante un largo tiempo el bestseller del 2011, al obtener picos de
venta alcanzados en el pasado solo por Paulo Coelho.
Dejar una vida acomodada...
Este hijo carismático, en sentido literal, de una pareja de la clase media burguesa de San Pablo, se aleja de la Iglesia en la adolescencia, para dedicarse al deporte y obtener al final de sus estudios el diploma de profesor de educación física. A los 21 años, perturbado por una serie de muertes en su familia, medita sobre las vanidades de la vida y vuelve a los sacramentos, madura su vocación al sacerdocio, ingresa al seminario y es ordenado en 1994.
Su primer disco: cuatro millones de copias.
Rápidamente comienza a hacerse notar por sus homilías, por su capacidad de involucrar a los fieles y de mantener la atención en su parroquia de la diócesis de San Amaro. Se hace conocer con ocasión de un encuentro que organiza con el título "Soy feliz de ser católico", en el que participan 70 mil personas. De allí en adelante crece en forma incesante. En 1998 comienza como cantante y graba "Música para alabar al Señor", que vende 4 millones de copias, seguido muy
de cerca por el álbum "Un regalo para Jesús".
Convoca a 600.000 personas.
En 1999 los fieles que asistieron al festival "nostalgia sí, tristeza no" fueron 600 mil. En el
2000 salió a la venta "Canciones por un nuevo milenio" y en el 2001 "Paz", con música de Roberto Carlos. En el 2002 el obispo Antonio Figueiredo, quien lo alentó y protegió en su apostolado fuera de los esquemas, lo nombró rector del santuario Tercio Bizantino.
Filma su primera película con gran éxito.
En el 2003, además de sacar a la venta el enésimo CD, el padre Marcelo filma su primera película, "María, Madre de Dios", que vació los cines brasileños y se clasificó en el séptimo lugar en las listas de películas más vistas. El año siguiente es la ocasión de otra película, "Hermanos en la fe", mientras su nuevo portal en Internet constituye el boom de visitantes. Luego el espectáculo en el autódromo de Interlagos, en el 2008, del que se han producido dos DVD, también ellos primeros en las ventas.
Comprender las razones de tal éxito no es un ejercicio fútil, porque significa comprender también qué es lo que se movió en profundidad en el catolicismo brasileño a partir de los años noventa.
La Teología de la Liberación ha dejado un vacío.
"Cuando encontré la fe – dijo el padre Marcelo en una entrevista – era un período en el que la Iglesia estaba inmersa en las cuestiones políticas, por influjo de la teología de la liberación. Teología que ha tenido ciertamente un rol positivo durante la dictadura, pero que ha dejado un vacío. Yo había perdido un primo y andaba en búsqueda de la palabra de Dios, pero ingresaba
a una iglesia y sentía hablar de política. Desde ese momento comprendí qué debía hacer". Es decir, volver a lo esencial, a anunciar el Evangelio, utilizando los medios de comunicación, la música en particular, el más grande y transversal vector de emociones y palabras en la vida cotidiana de la gente; utilizar la música para saciar la sed de Dios y para despertar amor a la Iglesia, a María y a la Eucaristía, corroída por el proselitismo de grupos y grupúsculos pentecostales.
El resultado de esa intuición está hoy a la vista de todos y ha hecho del padre Marcelo una figura tan amada por el pueblo católico, así como problemática para la jerarquía y no solo ella. No es casualidad que en el 2007, durante la visita de Benedicto XVI, en la gran explanada del Campo de Marte, en San Pablo, se lo hizo entrar en escena en las primerísimas horas de la mañana, para no crear situaciones vergonzosas o malhumores. Ver un sacerdote que galvaniza las multitudes cantando y bailando, si bien con decoro, es un espectáculo que todavía indigesta a muchos.
El fracaso de las comunidades de base.
Y las libertades litúrgicas que se toma el padre Marcelo, no solo en la elección de las músicas para las celebraciones, van más allá del "canon romano". Por otra parte, los que soñaban una renovación eclesial a partir de las comunidades de base y de la "opción preferencial por los pobres" no pueden entender cómo una multitud de todas las clases sociales – entre las que
se cuentan indigentes y representantes del subproletariado urbano – acuden al llamado de un sacerdote que habla "solo" de cosas espirituales, del amor de Dios, del perdón de los pecados, de la alegría que el cristianismo proporciona en las durezas e injusticias de la vida.
Más a gusto con el Opus Dei que con los Boff.
No solo eso. El padre Marcelo es también un sacerdote que recuerda la importancia de seguir fielmente el magisterio, de conocer y defender la doctrina católica. Y que, cómo ha declarado recientemente, se siente más a gusto con los hijos espirituales de Escrivá de Balaguer que con los que todavía están vinculados a las utopías de los hermanos Boff.
Brasil pierde el 1% de católicos al año.
En el 2005, en el sínodo de los obispos sobre la Eucaristía celebrado en el Vaticano, el cardenal Claudio Hummes, en ese entonces arzobispo de San Pablo, intervino en la asamblea con estas palabras: "En Brasil los católicos disminuyen en promedio el 1 por ciento por año. En 1991, los católicos brasileños eran casi el 83 por ciento, hoy - según nuevos estudios - son apenas el 67 por
ciento. Nos preguntamos con angustia: ¿hasta cuando Brasil será todavía un país católico? Resulta que hoy por cada sacerdote católico ya hay dos pastores protestantes, la mayor parte de las Iglesias pentecostales".
Primera reacción a la pérdida de católicos.
La Conferencia Episcopal Brasileña conoce los riesgos implícitos en una pastoral que puede caer fácilmente en el sentimentalismo, que corre el riesgo de imitar el modo de los evangélicos, pero es consciente que la experiencia del padre Marcelo Rossi tiene una importancia crucial, porque es
la primera reacción masiva a una erosión de proporciones históricas del catolicismo.
Conquista espacios en la televisión.
Y el sacerdote atlético que ha puesto en pie una estructura al servicio de la nueva evangelización hecha por un millar de colaboradores, que ha conquistado él solo amplios espacios en "Globo", la principal red televisiva del país, no está más solo.
Nuevos protagonistas para la JMJ de Brasil.
Bajo sus huellas han crecido otras figuras de sacerdotes-cantantes-escritores con muchos seguidores, como el dehoniano Fábio de Melo, o Hewaldo Trevisan, también él párroco en San Pablo, o Reginaldo Manzotti. Todos en los cuarenta años, de bella presencia e inspirados en sus discursos. Todos, o casi todos, curiosamente de origen italiano. Y que tal vez estarán entre los protagonistas de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en Río de Janeiro.
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