miércoles, 14 de diciembre de 2011

MILAGROS EN LOURDES



Milagros en Lourdes. Y no se trata de una frase hecha que se utiliza como colofón de un chiste fácil. Se trata de una realidad y de una realidad frecuente.

Los milagros en Lourdes son algo tan habitual como que ya se han presentado más de 7000 casos a la Comisión Médica y si sólo se han admitido 68 de ellos - 70 con los dos nuevos que acaban de ser aprobados - es porque las condiciones establecidas son tan rigurosas que basta con que haya la más mínima posibilidad de que haya actuado la sugestión o, simplemente, que el enfermo tomara medicinas contra su mal, para que el muy posible milagro no se reconozca como tal.

Tuve ocasión de asistir a uno. Casi en vivo y en directo. En ese momento era el jefe de la sección de Religión de ABC y llegó la noticia de que algo extraordinario acababa de pasar en Lourdes: un paralítico había recobrado la movilidad total. Me fui al Santuario y allí sólo encontré un muro de silencio, pues son respetuosos al máximo de la intimidad de las personas. Pero logré dar con el domicilio del beneficiado que me contó la historia. Tan impresionante como que, con todos los certificados médicos de baja definitiva por parálisis casi total, le vi montando en bicicleta. Su milagroestá aún en estudio por la Comisión Médica, pero a nadie de todos los que entrevisté le cabía la menor duda de que aquello era sobrenatural. Por otro lado, si la Comisión se muestra tan rigurosa es porque quiere curarse en salud - y nunca mejor aplicada la frase hecha -, es decir porque no quiere que le acusen de decir que son inexplicables curaciones que la ciencia, médica o psíquica, podría justificar.

Los milagros, pues, existen en Lourdes. Y muchos. Pero esos incontables milagros físicos no son nada comparados con los milagros espirituales. Las conversiones son el pan de cada día, pues la espiritualidad que allí se respira te penetra hasta el fondo y de pone en contacto con el misterio de una manera perturbadora que a nadie deja indiferente. El milagro de Lourdes es el de ver llorar a hombres y mujeres cuando apoyan su cabeza o su mano contra la roca de la cueva de las apariciones. O ver cómo tantos enfermos salen de allí fortalecidos para seguir llevando su cruz física, porque su cruz espiritual les ha sido notablemente aliviada.

En Lourdes, la Inmaculada hizo una promesa y ella es buena cumplidora. Pero también hizo una petición: tienes que tener fe. A Santa Bernadette le pidió que creyera que podía salir agua del barro donde le mandó escarbar en busca de lo que después ha sido la fuente de la salud para muchos. A nosotros, esa misma Purísima nos manda escarbar en nuestro barro personal, en nuestro pecado, para lograr que aflore la bondad que sigue estando ahí, aplastada por capas de lodo, y que la gracia de Dios y el amor de María pueden dejar que vuelva a la superficie. Cristo y la Virgen pueden curarte. De tu mal físico, por supuesto. Pero sobre todo de tu mal moral. Hay que tener fe en la gracia. Hay que tener fe en la fuerza de Dios. Hay que tener fe en los milagros, incluido en ese tan difícil que consiste en creer que también nosotros podemos ser santos.


Santiago Martin

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