jueves, 15 de diciembre de 2011

LA ESTRELLA QUE LLEVA A BELÉN



Caminando con Jesús.
Tres sabios que conocían las escrituras, sabían que cuando Cristo naciera, una estrella se levantaría y los llevaría a Belén, a los pies del Señor, para adorarle.

He aquí que unos Magos vinieron del Oriente a Jerusalén, preguntando: ¿Dónde está el nacido rey de los judíos? Porque nosotros vimos en Oriente su estrella, y hemos venido con el fin de adorarle. (Mt 2, 1-2)

I

Por las arenas del desierto inmenso vemos pasar una caravana extraña. Las siluetas de tres reyes a camello se recortan en la dulce luz de esta noche de ensueño. Es un cuadro simple: los pies en la arena, una estrella en el cielo. No hay más frente a los Magos. Arena y estrella.

Tampoco hay más delante de ti, amigo que caminas no sé adónde. Todo lo que no es para ti estrella, es arena. Y arena vendrá a ser, al pasar el tiempo: riquezas y fama, honores y aplausos, fincas y amores.

Nos quedamos buen rato viéndoles pasar, hasta que sus sombras se confunden con la noche en la lejanía. La estrella seguirá luciendo: para ti, para mí, cualquiera que sea el siglo en que vengas al desierto. Y en nuestro corazón quedará grabada la imagen de esos hombres. La estrella se verá siempre.

A sus espaldas dejan un mundo de recuerdos, un mundo de amores, un mundo de ilusiones… Allá muy lejos, en Oriente. Son sabios que conocían las escrituras y el curso de los astros. Sabían que, cuando Cristo naciera, una estrella se levantaría, y un día, mirando al cielo, la vieron salir. Al momento se decidieron a ir tras ella. Muchos la contemplaron, sólo tres la siguen.

Sin estrella, ellos nunca hubieran dejado su tierra, ni llegado a Belén, ni conquistado un puesto en la historia de los hombres. Sus figuras se hubiesen perdido con las de los demás, con las de aquellos que viven ordenados y tranquilos, siendo cada día muertos más lejanos.

II

Largo y complicado viaje con un fin exclusivo: adorar a Cristo. Nadie les llamó y ellos se han puesto en camino, dejan atrás mujeres, hijos, negocios pendientes. Cambian la comodidad de sus palacios orientales por la molesta joroba de un camello. Todo en sus vidas sirve a su ideal. Han iniciado un viaje que no saben cuánto va a durar. Y vencieron, con la generosidad de su proyecto, las críticas y censuras de los hombres importantes de su pueblo que, moviendo sus cabezas encanecidas, comentaban:
-“¡Qué locura! ¡Ponerse en camino por la sola fe en una estrella!”

Los mediocres se arremolinaban a su alrededor. Observaban, criticaban, y a ninguno se le ocurrió seguir también la estrella. Hoy, como ayer.

Les parece locura lo que se sale del adormecimiento cómodo y seguro de sus cosas de siempre. Para ellos lo importante es eso, y no lo dejan por nadie, ni siquiera por buscar al Señor. Eso que no quieren dejar es arena.

Las prudentes cabezas encanecidas, dentro de pocos años, serán otras tantas calaveras, blancas, peladas por el tiempo, rodando, ya sin nombre y sin vida, por un rincón oscuro de un cementerio. Y no lo sospechan. Hoy, como ayer.

La figura de los magos seguirá, sin embargo, perenne. Los siglos no pueden borrarla. Ella estará enseñando, al ritmo del paso de sus camellos, a los hombres de todas las épocas, cuál es el camino de los mejores. Seguir una estrella.

III

Han hecho caminos distintos, confundiéndose con los hombres, y después de atravesar parajes diversos llegarán a Belén, a los pies del Señor… «La vocación del cristiano que vive y trabaja en el mundo».

Por el camino de Damasco muchos hombres viajaron junto a ellos, a la vez y en la misma dirección. Sin embargo, sólo ellos llegarán, porque sólo ellos lo anduvieron siguiendo la estrella. A los demás, no les sirvió de nada aquel camino, porque para nada sirve algo si no nos lleva al Señor. Han seguido los caminos pisoteados por la Humanidad de todos los tiempos: por esos caminos se pierden los hombres cuando por ellos sólo persiguen sus cosas. En el caso de los Magos, los caminos se empalman para llevarles a Jesús, pues siguiendo la estrella se consigue que cualquier camino sea camino del Señor.

Seguir a una estrella es dejar atrás tantas cosas, Señor, tantas cosas buenas. Hoy, como ayer.

Es dejar atrás todo un mundo: una vida, con todos los nobles factores que la integran, que tan enraizados están en el corazón del hombre…, cuando son incompatibles con las exigencias de la estrella.

Pero seguir una estrella es también abrir los ojos y el corazón a una gran aventura, es caminar por la vida con una razón de ser, es penetrar lentamente en un mundo soñado, es ver cómo esa ilusión va haciéndose realidad en panoramas maravillosos, que se abren a cada paso. Y, sobre todo, Señor, en acercarse cada día más a Tí.

IV

Aún se ven las siluetas de los Magos en la lejanía, entre las brumas. Llegarán a los pies de Jesús y de María: éxito máximo de cualquier viaje.

Y en lo alto luce la estrella. ¿No la ves? ¿No la ves? ¿O no quieres verla? Hoy, como ayer.

J. A. González Lobato

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