El cardenal Turkson pide «libertad religiosa para todos»
Desde octubre de 2009, Turkson es el hombre del Papa para combatir las guerras, la pobreza y la opresión, y el africano de mayor importancia en el Vaticano. Nació en Ghana, hijo de una metodista y un católico. A los 17 años fue a Nueva York a estudiar en el seminario. Ordenado sacerdote en Ghana a los 26 años, con 44 fue nombrado arzobispo de Cape Coast y a los 55, en 2003, era creado cardenal por Juan Pablo II. Es muy apreciado por los medios italianos y anglohablantes por su estilo franco y acogedor y cierta sonrisa pícara a la que recurre con frecuencia.
-El Papa va a Benín del 18 al 20 de noviembre.
-Es algo que el cardenal de Benín, Bernardin Gantin, que murió en 2008, le había pedido. Eran muy amigos. Desde Benín hablará a toda África y a todo el mundo. Cerca está Costa de Marfil, por ejemplo, y el Papa lleva un mensaje de justicia, paz y reconciliación.
-¿Hablará el Papa de brujería, siendo el país del vudú?
-Sí, sin duda, lo hará. Es un tema importante. Es un tema mundial, no solo africano. Por ejemplo, en Brasil, un gran país católico, hay mucha santería de origen yoruba, que llegó de Benín.
-Cardenal, ¿qué temas trabajan en su Pontificio Consejo Justicia y Paz?
-Todas las cuestiones que afectan a un cristiano en el mundo: política, economía... ¿Cómo aplicar la fe y la caridad a distintos sistemas, situaciones, países? Ahora, por ejemplo, la libertad religiosa es una de nuestras prioridades. Dentro de unos días hablaremos de ella en Roma con representantes de la UE. Pero en la encíclica "Caritas in veritate", en la que Benedicto XVI plantea temas sociales, también hay muchos aspectos por abordar aún, no está agotada, en absoluto.
-El pasado 31 de enero, el Gobierno español se negó a firmar un documento conjunto de ministros de exteriores de la UE contra la cristianofobia en el mundo. ¿Qué le parece?
-No pedimos libertad religiosa para la Iglesia Católica, la pedimos para todo el mundo, todas las religiones, mayoritarias o no. El Papa, en su mensaje de inicio de año, decía que la libertad religiosa es el camino para la paz. Es un derecho fundamental. Pero es verdad que la ONU ha aceptado el término islamofobia, y cuando los países musulmanes lo utilizan, se les escucha. Pero cuando los cristianos hablan de cristianofobia, resulta que surgen obstáculos. Pensemos en el caso de esa agenda escolar de la Unión Europea, donde salían todas las fiestas religiosas menos las cristianas, ¡sin la Navidad! Hay círculos anti-cristianos, por no decir anti-católicos, que no entienden que la Iglesia pide sólo libertad de conciencia y libre profesión de fe para construir la paz. Yo, cuando recorro Europa, invito a los gobiernos a reconocer que la cultura europea no cayó del cielo, sino que se construyó sobre el cristianismo. Incluso la UE es fruto del trabajo de católicos, los padres de la Unión: De Gasperi, Schuman, Adenauer...
-Usted está en España para participar en el congreso sobre la nueva Biblia en español. Pero con la de problemas que tiene África, ¿qué aporta la Biblia?
-Sin la Palabra de Dios nada se mueve. Es la Palabra la que mueve a la gente y cambia la sociedad. Pensemos en esa multitud de organizaciones cristianas que trabajan en el Tercer Mundo, en temas asistenciales, caritativos, sociales... ¡son fruto de la Palabra de Dios! Contemplarla, meditarla, lleva a la transformación.
-¿Y el segundo Sínodo de obispos sobre África, de 2009, qué frutos ha dado?
-Bueno, África aún está intentando aplicar el primero, el de 1994. El segundo casi no ha llegado todavía. Habrá un congreso sobre ello en Maputo, para difundir su propuesta profética: justicia, reconciliación y paz para el continente. Sólo con la reconciliación saldremos de los conflictos y construiremos la paz. Miremos los casos de Sierra Leona, Liberia, Congo, con tantas heridas. Para que haya un nuevo Pentecostés, un nuevo comienzo en el Espíritu Santo, hemos de pasar por la reconciliación.
-¿Cómo construye la Iglesia esa paz?
-Por ejemplo, en Costa de Marfil, la Iglesia está participando en las mediaciones entre las facciones políticas. Los obispos católicos trabajan junto con otros líderes religiosos, también musulmanes, para mediar entre los líderes civiles. Me han invitado a ir a ese proceso, como presidente de Justicia y Paz, pero entonces muchos dirían: "el Papa tiene tal postura, el Vaticano tiene intereses". No: yo prefiero que lo hagan ellos mismos, los habitantes del país, que tengan el protagonismo. Eso sí, los obispos de un país no deben alinearse con facciones políticas. Una Conferencia Episcopal debe mantenerse unida. Cuando los obispos se alinean con facciones políticas, estamos acabados.
-¿Cómo ve el proceso de Sudán del Sur, una población con muchos cristianos que pide independizarse de un país musulmán?
-La Iglesia africana ha enviado observadores al referendum, que fue serio y estamos contentos. Sí, el Sur ha decidido separarse. A ver qué hace el norte. Hay cristianos del norte que dejan la región, que emigran al sur porque temen que ahora se recrudezca el islamismo del régimen, de la sociedad. Esperemos que no. Crear un país independiente, con su sistema político nuevo, es todo un reto. Y hay que cuidar que se mantenga la unidad, porque en el sur hay diversas etnias, y no sería justo que una prevalezca sobre otras. Hay que trabajar por su unidad.
Pablo J. Ginés/ReL
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