Algunos lectores de ReL. me piden que cuente las historias vividas por mí en relación con el demonio, y que insinuaba en mi post anterior.
No quiero ser sensacionalista, pero como hoy se tiende a silenciar la presencia del demonio, incluso se niega la existencia del mismo por parte de algunos teólogos y bastantes clérigos, voy a contar algo. Cuando uno habla de estas cosas lo mínimo que hacen algunos de los que te escuchan es sonreírse, y otros reaccionan con cierta violencia verbal, tratando de sentar cátedra sobre el tema, que consideran propio de teólogos trasnochados de la edad media. Por eso trato el tema, para que no se duerma en una religiosidad plagada de angelitos simpáticos.
En una parroquia vino una feligresa a pedirme el favor de que fuera a ver a una vecina, en cuya casa ocurrían cosas muy raras. Se movían los muebles, se apagaban las luces, había gritos sorprendentes, y la mujer que allí vivía sola imponía por su aspecto y modales. Todos estaban atemorizados. Yo me armé de valor y me presenté en la casa. La señora no me quería dejar entrar, y lo decía con malos modales. Yo insistí y, por fin, puede entrar en la casa, o algo que parecía una casa debido a su mal aspecto. Después de hablar bastante tiempo con ella, y trasladarle la preocupación del vecindario, terminó por contarme su historia.
Resultó que ella le pidió una vez a la Virgen que solucionara un problema de su hijo. Le prometió que de ser así le llevaría velas y flores. Pero como no fue tal y como ella lo pedía, se enfureció y le ofreció las flores y las velas al diablo. Y desde aquel momento ella empezó a vivir un auténtico drama. Era víctima directa de todo lo que las vecinas percibían desde sus casas. Yo la invité a reflexionar y hacer un acto de arrepentimiento. Recé unas oraciones, eché agua bendita, y ella decidió, por fin, recibir el sacramento de la penitencia, ya que hacía años que no practicaba nada, todo lo contrario. Aquella mujer terminó llorando de dolor, y agradeciendo el haber recibido el perdón y la paz del Señor. Ya no se volvió a ver y oír nada raro en aquella casa. Se restableció con normalidad la relación con las vecinas.
En otra parroquia me vino un día un matrimonio a contarme, atemorizados, lo que les había sucedido. Habían alquilado un inmueble que contaba con un bar en la planta baja, un primer piso y un ático. Empezaron a vivir y a trabajar, pero no habían subido todavía al ático. Un día decidieron hacerlo y el gran susto fue que, al abrir la puerta, las pilas de cajas de bebida que allí había se abalanzaron todas contra ellos, sin que nadie físicamente las impulsara. Allí no había subido nadie porque tenían ello la llave. ¿Quién movía las cajas de modo tan violento? Se bajaron rápidamente, pero días después, acompañados de otras personas volvieron a subir y vieron una mesa, en la que había unas velas y unos signos extraños. Indagaron y pudieron enterarse que allí, con los dueños anteriores, se celebraban misas negras, se publicaba una revista blasfema que distribuían entre los jóvenes, se traficaba con droga, y se organizaban las profanaciones que tuvieron lugar en el cementerio de la localidad.
Aquel día que vino a verme el matrimonio, celebrábamos la fiesta de San Miguel Arcángel, copatrono de la localidad. Ofrecí la Misa por esta intención, hablé sobre el tema en la homilía, y rece una oración de exorcismo por el caso, poniendo como intercesor a San Miguel. Aquellos fenómenos ya no se dieron, y el autor de esos panfletos fuertemente blasfemos vino a verme con la decidida intención, tras una larga conversación con él, de no volver a publicarla.
En otra parroquia me llamaron a una casa que estaba siendo muy afectada por ciertas fuerzas sobrenaturales, que estaban provocando ya enfermedades psíquicas en sus moradores. Resulta que todas las noches, bien cerradas las puertas, y todos acostados, “alguien” se acercaba a las camas y despertaba a los que estaban durmiendo, sobre todo a una pobre chica de 15 años que terminó enferma de los nervios. Se encendían las luces solas, se movían los muebles, se oían pasos en el pasillo y en las habitaciones, etc. Yo pregunté si en esa casa había muerto alguien. Y efectivamente, había muerto un familiar, cuyo cuadro estaba a la entrada de la casa, y que no había recibido los sacramentos. Recé, rocié con agua bendita la casa y, sobre todo, invité a toda la familia a que viniera a la iglesia para celebrar una Misa por el eterno descanso de aquel familiar muerto. Desde entonces todo vino a la normalidad, y la joven se fue serenando con el paso del tiempo.
El Vicario Episcopal de mi Zona Pastoral llevó a un joven al exorcista de la diócesis porque los médicos ya no podían hacer nada por su locura. El quiso estar presente en la primera sesión del exorcismo, pero cuando vio al joven en levitación a un metro del suelo, fue tal el pánico que le entró que se salió y ya no volvió. Este Vicario manifestó que jamás dudaría de la existencia del diablo. El joven, tras largas sesiones de exorcismo, terminó recuperando la normalidad. El exorcista de la diócesis tiene sesiones semanales con enfermos desahuciados por los médicos del psiquiátrico de Murcia, y la mayoría recuperan la salud una vez libres del espíritu que los tenía sometidos, tras largas oraciones, y a veces fuerte lucha con el demonio, o demonios, siguiendo el ritual para el caso.
Estos son algunos de los casos vividos por mí. Seguro que hay casos mucho más fuertes. Se dan situaciones inexplicables en la vida de cada día. Odios a muerte, venganzas, profanaciones, violaciones, rupturas matrimoniales, etc. ¿El demonio está cerca de estos casos? A mí me parece que sí. Por eso es bueno rezar la oración a San Miguel Arcángel.
En una parroquia vino una feligresa a pedirme el favor de que fuera a ver a una vecina, en cuya casa ocurrían cosas muy raras. Se movían los muebles, se apagaban las luces, había gritos sorprendentes, y la mujer que allí vivía sola imponía por su aspecto y modales. Todos estaban atemorizados. Yo me armé de valor y me presenté en la casa. La señora no me quería dejar entrar, y lo decía con malos modales. Yo insistí y, por fin, puede entrar en la casa, o algo que parecía una casa debido a su mal aspecto. Después de hablar bastante tiempo con ella, y trasladarle la preocupación del vecindario, terminó por contarme su historia.
Resultó que ella le pidió una vez a la Virgen que solucionara un problema de su hijo. Le prometió que de ser así le llevaría velas y flores. Pero como no fue tal y como ella lo pedía, se enfureció y le ofreció las flores y las velas al diablo. Y desde aquel momento ella empezó a vivir un auténtico drama. Era víctima directa de todo lo que las vecinas percibían desde sus casas. Yo la invité a reflexionar y hacer un acto de arrepentimiento. Recé unas oraciones, eché agua bendita, y ella decidió, por fin, recibir el sacramento de la penitencia, ya que hacía años que no practicaba nada, todo lo contrario. Aquella mujer terminó llorando de dolor, y agradeciendo el haber recibido el perdón y la paz del Señor. Ya no se volvió a ver y oír nada raro en aquella casa. Se restableció con normalidad la relación con las vecinas.
En otra parroquia me vino un día un matrimonio a contarme, atemorizados, lo que les había sucedido. Habían alquilado un inmueble que contaba con un bar en la planta baja, un primer piso y un ático. Empezaron a vivir y a trabajar, pero no habían subido todavía al ático. Un día decidieron hacerlo y el gran susto fue que, al abrir la puerta, las pilas de cajas de bebida que allí había se abalanzaron todas contra ellos, sin que nadie físicamente las impulsara. Allí no había subido nadie porque tenían ello la llave. ¿Quién movía las cajas de modo tan violento? Se bajaron rápidamente, pero días después, acompañados de otras personas volvieron a subir y vieron una mesa, en la que había unas velas y unos signos extraños. Indagaron y pudieron enterarse que allí, con los dueños anteriores, se celebraban misas negras, se publicaba una revista blasfema que distribuían entre los jóvenes, se traficaba con droga, y se organizaban las profanaciones que tuvieron lugar en el cementerio de la localidad.
Aquel día que vino a verme el matrimonio, celebrábamos la fiesta de San Miguel Arcángel, copatrono de la localidad. Ofrecí la Misa por esta intención, hablé sobre el tema en la homilía, y rece una oración de exorcismo por el caso, poniendo como intercesor a San Miguel. Aquellos fenómenos ya no se dieron, y el autor de esos panfletos fuertemente blasfemos vino a verme con la decidida intención, tras una larga conversación con él, de no volver a publicarla.
En otra parroquia me llamaron a una casa que estaba siendo muy afectada por ciertas fuerzas sobrenaturales, que estaban provocando ya enfermedades psíquicas en sus moradores. Resulta que todas las noches, bien cerradas las puertas, y todos acostados, “alguien” se acercaba a las camas y despertaba a los que estaban durmiendo, sobre todo a una pobre chica de 15 años que terminó enferma de los nervios. Se encendían las luces solas, se movían los muebles, se oían pasos en el pasillo y en las habitaciones, etc. Yo pregunté si en esa casa había muerto alguien. Y efectivamente, había muerto un familiar, cuyo cuadro estaba a la entrada de la casa, y que no había recibido los sacramentos. Recé, rocié con agua bendita la casa y, sobre todo, invité a toda la familia a que viniera a la iglesia para celebrar una Misa por el eterno descanso de aquel familiar muerto. Desde entonces todo vino a la normalidad, y la joven se fue serenando con el paso del tiempo.
El Vicario Episcopal de mi Zona Pastoral llevó a un joven al exorcista de la diócesis porque los médicos ya no podían hacer nada por su locura. El quiso estar presente en la primera sesión del exorcismo, pero cuando vio al joven en levitación a un metro del suelo, fue tal el pánico que le entró que se salió y ya no volvió. Este Vicario manifestó que jamás dudaría de la existencia del diablo. El joven, tras largas sesiones de exorcismo, terminó recuperando la normalidad. El exorcista de la diócesis tiene sesiones semanales con enfermos desahuciados por los médicos del psiquiátrico de Murcia, y la mayoría recuperan la salud una vez libres del espíritu que los tenía sometidos, tras largas oraciones, y a veces fuerte lucha con el demonio, o demonios, siguiendo el ritual para el caso.
Estos son algunos de los casos vividos por mí. Seguro que hay casos mucho más fuertes. Se dan situaciones inexplicables en la vida de cada día. Odios a muerte, venganzas, profanaciones, violaciones, rupturas matrimoniales, etc. ¿El demonio está cerca de estos casos? A mí me parece que sí. Por eso es bueno rezar la oración a San Miguel Arcángel.
Juan García Inza
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