Líbranos Señor, líbranos.
Fundamentalmente líbranos de los males que atañen al alma.
Esos demoníacos planes que sólo quieren que nos apartemos de Ti. Aquí y, si es posible, para toda la eternidad. Lo cual ya es decir mucho. Todo, diría yo. Líbranos.
Líbrame de hacer cálculos con Tu Amor.
Líbrame de mis escarceos con el pecado, de mis equilibrios y tanteos. No estaría de más que fuera un poco drástico con esto, teniendo en cuenta lo que me juego. Y en caso de duda ir al cura, y acudir a Ti, mi Señor y Cristo. ¡Son tantas las componendas! El tentador azuza. “No tiene importancia”, “no seas angustias”. “Es sólo una fantasía, o lo hacen todos”. “Eres una persona de criterio, etcétera”. Y se aprovecha de algún circunstancial desánimo, pues la vida pesa, y pasa, y parece que en ella no sucede nada digno de mención. Y nos rebelamos. ¿Contra qué, contra quién?
Líbrame Señor de tanta mentira, de tanta cavilación mezquina.
Líbrame de mí, que no paro de dar vueltas a las mismas norias y tiovivos. Necesito hacer las cosas bien. Y que estés Tú en el corazón de mi horario. Que lo llenes de lunes a domingo, y durante el día y la noche y las visitas y el trabajo y los sueños. Y a las 8 de la mañana y a las 6 de la tarde, por ejemplo, despachar Contigo en un rato de oración. Pueden ser diez minutos o veinte o treinta. Y desde esos minutos de diálogo llenar mi vida de Dios. Y no desperdiciar la calle para rezar. El Rosario es lo mejor. Ir dejando avemarías en los semáforos, en los escaparates o yendo en bicicleta o en autobús. Quizá ir a Misa quepa en ese horario, un par de días además del domingo, que no se diga. Si el amor crece, crecerán nuestras ganas de estar con Él, de acompañarle y no salir corriendo en seguida. Y el amor crece con el trato, con el roce, con la amistad. ¿Parece demasiado teniendo en cuenta que se renueva el sacrificio de la Cruz y nuestros clavos fueron clavados en sus pies y manos y una lanza salió volando hacia Su misericordia?
Líbranos Señor de tanto desahogo, de lo mordaz, de tanta amargura. Líbrame de los mismos cuentos de siempre.
Líbrame Señor de mi voluntad que se pierde, que me pierde en inútiles requiebros de espejismos. Pese a cualquiera de esas amalgamas de cosas que me apartan de Ti mi alma sólo ansía estar Contigo, en público y en privado, en la intimidad del mundo, de las avenidas y paisajes. Con fe coherente y pronta, con esperanza de grandes sueños, y con un amor que se me note en la cara y en las palabras y en los abrazos. No me importa que me ocurran dolores y fatigas si es por Tu Voluntad. Lo que realmente me asusta es el mal, a simple vista o soterrado en maledicencias, en haraganería, en… Yo que sé. Sabes bien mi capacidad de estropear lo más santo, pensando quizá que merezco descansar un poco de la lucha, pasar a la retaguardia. Pero cuando la piedad no está al cien por cien, cuando se deja de rezar o rezas a rachas, y la misa es un no voy, un no pasa nada, y la oración un no me apetece ahora, el alma se destensa y despista y se olvida de los detalles Contigo, Señor, que me libras de más males de los que yo pueda imaginar.
Guillermo Urbizu
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