Podría ser el milagro para beatificar al cardenal vietnamita.
La familia del seminarista sanado en EEUU era amiga del difunto cardenal vietnamita, que pasó 13 años en las cárceles comunistas.
En agosto de 2009, Joseph Nguyen, un joven de origen vietnamita en su tercer curso en el seminario de Denver (EEUU), pasaba bastante tiempo visitando enfermos en el hospital y llevándoles la Eucaristía, como parte de su entrenamiento hacia el sacerdocio. Contrajo lo que parecía una gripe normal, pero empeoró rápidamente. Dejó temporalmente el seminario para descansar en casa. El 1 de octubre sufrió una grave crisis, no podía respirar. "Recuerdo el uno de octubre, no tenía ni idea de por qué me asfixiaba", explicó después Nguyen a la agencia CNA. Lo que ya no recuerda es cómo su padre lo llevó al hospital, le practicaron una traqueotomía y cayó en coma.
Pasaron siete días.
Y al día 32, Joseph despertó. No tenía ni idea de lo que le había pasado ni por qué tenía "todos esos tubos y cables", explicó. Le molestaba el tubo en el cuello que le impedía hablar. Los médicos le dijeron que había sufrido una grave pulmonía, complicada por una variante de la H1N1, la “gripe porcina”. Era increíble su recuperación. Los médicos pensaban que tardaría meses o años en poder hablar, caminar o estudiar, quizá con secuelas. Pero a los pocos días hablaba y caminaba con normalidad y enseguida volvió a sus estudios.
"Van Thuan se me ha aparecido dos veces"
La Iglesia tiene dos razones para atribuir la milagrosa curación de Joseph al cardenal François Nguyen Van Thuan, que murió en 2002. La primera razón, es que la familia de Joseph le estuvo rezando todos esos días pidiendo su intercesión. Los padres de Joseph eran amigos del “padre Van Thuan”, a quien conocían ya antes de su nombramiento como obispo. Para sus padres, el padre Van Thuan era prácticamente un miembro de la familia.
La segunda razón para atribuir el milagro al cardenal es que mientras estuvo en coma, Joseph lo vio en dos visiones. Aunque no lo conocía en persona (su familia emigró a EEUU en 1975, donde Joseph nació) lo reconocía por imágenes. “Durante mi estado de coma, hay sólo dos cosas que recuerdo: dos visiones del cardenal Van Thuan. Se me ha aparecido dos veces”. Joseph dijo que no sólo lo vio sino que también habló con el cardenal, en dos momentos que describe como “separación de cuerpo y alma”. Joseph piensa que los encuentros ocurrieron mientras los médicos estaban observando su pérdida de actividad cerebral y la desaparición de los signos vitales. “Poco después de la segunda visita del cardenal, me desperté del coma”, afirmó.
Un rosario y una marca en la garganta.
Su caso ha recibido la atención de los impulsores de la causa de beatificación del cardenal Van Thuan en Roma, que han entrevistado a Joseph. Y también de la hermana del cardenal en Canadá, que telefoneó al joven seminarista y le envió un rosario de su hermano.
Joseph sigue con sus visitas en el mismo hospital y ofrece esperanza y consuelo a sus pacientes. No les habla necesariamente de su encuentro misterioso con la muerte -si fue tal- ni con el difunto cardenal, futuro santo. A los enfermos lo que más les impacta es la cicatriz en la garganta, y ver que él los entiende. "Es muy satisfactorio poder entrar en la sala y decir “no te sientas solo, yo he estado ahí, físicamente, en esa cama de hospital", dice el seminarista. Afirma que de su experiencia en el coma aprendió "la virtud de la esperanza", un mensaje para transmitir a los demás. "Ese es el cardenal Van Thuan en mi vida", afirma.
Misas clandestinas con miga de pan y gotas de vino.
Precisamente, la capacidad de dar esperanza fue la razón por la que Benedicto XVI menciona al cardenal Van Thuan en su encíclica Spe Salvi.
"El que reza nunca está totalmente solo. De sus trece años de prisión, nueve de ellos en aislamiento, el inolvidable Cardenal Nguyen Van Thuan nos ha dejado un precioso opúsculo: Oraciones de esperanza. Durante trece años en la cárcel, en una situación de desesperación aparentemente total, la escucha de Dios, el poder hablarle, fue para él una fuerza creciente de esperanza, que después de su liberación le permitió ser para los hombres de todo el mundo un testigo de la esperanza, esa gran esperanza que no se apaga ni siquiera en las noches de la soledad", explica el Papa en el párrafo 32 de su encíclica sobre la esperanza.
Van Thuan fue nombrado obispo coadjutor de Saigón el 24 de abril de 1975. Seis días después, la ciudad caía en manos del ejército comunista norvietnamita. En sus años de prisión y aislamiento severo, hizo circular papelitos con mensajes espirituales "de contrabando". Los católicos los copiaban a mano y circulaban por el país. Luego se recopilaron en un libro, y se tradujo a varios idiomas: el hombre condenado al aislamiento llegó a decenas, a cientos de miles de personas. Sus oraciones de la cárcel se popularizaron. Con una pieza de madera y un alambre se hizo un pequeño crucifijo. Con unas migas de pan y unas gotas de vino que conseguía con dificultades, celebraba la misa a escondidas.
Ya libre, en los últimos años de su vida, como Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz desde 1998, trabajó los temas de la Doctrina Social de la Iglesia con una gran influencia en el actual "Compendio" de Doctrina Social. Existe hoy incluso un "Observatorio de Doctrina Social" con su nombre:
Su ritmo cardíaco estaba por debajo de cualquier recuperación y no registraban actividad cerebral. Según explica la agencia CNA, los médicos rellenaron su certificado de defunción y declararon que, oficialmente, había muerto. Pero el 7 de octubre, día de la Virgen del Rosario, empezó a agitarse violentamente, con riesgo de arrancarse los tubos. Su padre le colocó un rosario en la mano y quedó quieto. Seguía en coma, pero los médicos ya no sabían qué hacer con él. No se atrevían a declararlo muerto otra vez.
Pablo J. Ginés/ReL
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