Es ver a Dios en todo. Es verse en Dios.
Es ir directo a las almas. Es amar la contrariedad. Es desentrañar el trabajo en infinitas posibilidades de corredención. Es darse cuenta de las cosas que importan. Es aprender a leer la poesía antes de las palabras. Es saber callar justo en el momento. Es levantar los ojos al cielo. Es no acostumbrarse a lo divino, ni a lo humano. Es no desperdiciar el alma en vaguedades. Es soñar con la santidad, hagas lo que hagas. Es hablar con Dios mientras barres o lees. Es abrir cualquier ventana y sentir esas ganas tremendas de ser más y más feliz junto a Cristo. Es escuchar a los demás y entender su corazón y dedicarles tiempo. Es escuchar a los demás y encender su corazón y dedicarles una oración más insistente.
La visión sobrenatural es vivir la vida de Dios. Es ser consciente de la vida y de la respiración y de la gracia de cada latido que la sustenta. Es la paz en medio de la guerra, en medio de la calle, o en medio del vértigo de la familia. Es hacerlo todo aunque no se tengan ganas. Es ofrecer a Dios la impotencia y el desamor, y confiar en Él, que es nuestro Padre. Es buscar Su mirada cotidianamente. Es sacar la cara por Dios y por Su Iglesia. Es moderar tu genio. Es saberse el Credo y querer al Papa. Es poner unas flores a una imagen de la Virgen, o besar el altar y el Sagrario cuando sólo te ve Dios.
La visión sobrenatural es no quedarse en las apariencias, por ejemplo en ese cura anciano que está en el confesionario, pues resulta que no es él, que es Cristo. Es llegar puntual a Misa, sin entretenerse en habladurías. Es no tomarse el pecado a la ligera. Es rezar por el alma de Cicerón si es que estás leyendo sus Filípicas, o por la de Jacobo Siruela ahora que comienzas su libro El mundo bajo los párpados. Es no cansarse de investigar con caricias la ternura del matrimonio. Es perseverar en la lealtad a Dios y no perder la cabeza con fantasías. Es creer que el verdadero genio está en el amor, en aquel que más y mejor ama. Es dejarle sitio a Dios mientras ves la película, y decírselo a tus hijos.
La visión sobrenatural es no dejar arrugas en la camisa cuando planchas, y hacerlo por amor. Es ofrecerle a Dios la belleza que te sale al paso. Ya sabes, al alba, en los semáforos, en la memoria del mar, en los árboles del otoño… La visión sobrenatural es susurrar mientras escribes u ordenas los deuvedés o das vueltas a los macarrones o lees el ABC Cultural: “Te quiero, Te quiero, Te quiero”. La visión sobrenatural es tratar con naturalidad a Dios. Hablarle con cariño, urgirle… Es desear estar con Él a todas horas. Espiritual y físicamente. Es sujetar con fuerza el rosario en el bolsillo. Es sujetarte con fuerza a María.
Guillermo Urbizu
1 comentario:
Me ha gustado mucho su comentario y lo he empleado en la predicación a un grupo de jóvenes. Creo que acierta en las reglas de "comunicar bien".
Carlos Palos
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