¡Dios te salve, Virgen pura, Reina piadosa del mundo, Madre de vida y dulzura, acoge el ruego profundo De tus hijos sin ventura!
¡Hijos que por ti clamamos desterrados hijos de Eva, que a Ti ¡oh Madre! Suspiramos en este valle de prueba donde sin cesar lloramos.
¡Tus hijos siempre y ahora triste te elevan el alma!... ¡Óyelos, Madre y Señora, con esa piedad que calma los gemidos del que llora!
¡Ea, pues, nuestra; Abogada, vuelve a nos de esos tus ojos la dulce y tierna miradaque purifica de abrojos nuestra mísera jornada!
¡Y preséntanos, María, de este destierro en pasando, a ese Varón de agonía que paz y perdón clamando murió por la raza impía!
¡Fruto de tu entraña pura de la humanidad consuelo! ¡Si Tú, Madre de ternura, la dicha pides del suelo, dicha obtendremos segura!
Y pues tiene prometido a los dignos, Madre mía, gozo eterno y bendecido, ¡Oh dulce! ¡oh clemente! ¡oh pía! ¡Haz nuestro gozo cumplido!
Pedro F. Carrascosa
Obispo de Ávila
Obispo de Ávila
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