jueves, 27 de agosto de 2009

¿QUÉ TIPO DE AMIGO SOY?


La amistad representa en sí uno de los aspectos más nobles de la vida humana y uno de sus goces más puros y elevados; rodea al hombre de una atmósfera de afecto y contribuye en todas las facetas de su personalidad.

Todos debemos aprender a hacer amigos. Algunos por su carácter apático o melancólico les puede costar más, pero es importante que todos desarrollemos esa capacidad. Es fácil conocer a mucha gente, pero hay una diferencia clara entre conocidos y amigos. Son amigos los que comparten su intimidad. El hombre aparece sin secretos ante el amigo y la función esencial de aquél es ayudarle a corregirse y superarse en todos los aspectos. Un amigo me da su apoyo y me aconseja. Un conocido me respeta y talvez me alienta, pero no va más allá.

En la sociedad moderna los amigos pasan mucho tiempo en contacto. Ya sea física o virtualmente: colegio, trabajo, salidas o móvil, messenger y sms son formas de estar cerca en cualquier momento. En esta época histórica, las amistades pueden tomar una importancia más decisiva, su influencia es más fuerte que en el pasado, cuando la comunicación era más difícil. La facilidad de consultar, preguntar opiniones o buscar consejos es más sencillo y corriente. Y por la oportunidad, un consejo de un amigo puede influir más que el que se recibe de un padre o de un educador. Por lo cual es de definitiva importancia saber escoger los amigos.

Las malas amistades.
Un autor muy leído del siglo XIX decía que debemos huir de dos cosas: de los demonios que no espantan y las cadenas que no suenan. Los demonios que no espantan, son los malos amigos o compañeros: lo que el diablo no puede hacer por si, lo hace por ellos. Las cadenas que no suenan, son las ocasiones y peligros: antes de caer en lo grave, ni sentirlo, suele caer y quedar presa de ellas.

Tal vez hoy hablar de los malos amigos como de demonios nos puede sonar salido de tono o incluso muy exagerado. Pero se ve que los autores espirituales son muy sensibles al respecto de las malas amistades. Santa Teresa también nos alerta frente a este peligro, de hecho llega a decir que las malas amistades fueron el motivo de su tibieza espiritual que - ya de monja - duró muchos años; será necesaria una intervención divina para darse cuenta: estando con una persona, bien al principio del conocerla, quiso el Señor darme a entender que no me convenían aquellas amistades, y avisarme y darme luz en tan gran ceguedad: representóseme Cristo delante con mucho rigor, dándome a entender lo que de aquello le pesaba.

Se dice que el ocio es la puerta de todos los males. Y que nadie está en mayor peligro que el que no teme el peligro. Pero una mala amistad es la peor aleación de estos componentes. Nos lo define con más claridad el libro del Sirácide: El que toca el alquitrán se ensucia los dedos, el que se junta con un hombre soberbio se volverá como él. Creo que cualquiera puede encontrar sin dificultad si tiene alguna mala amistad, es algo frente al que un verdadero amigo nos alerta y que en la conciencia suena desde lejos.

Las buenas amistades.
Dice el mismo libro Sapiencial El amigo fiel es seguro refugio, el que le encuentra, ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene precio, no hay peso que mida su valor. El amigo fiel es remedio de vida. Las personas que gozan de buenas amistades suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces y hacen rendir mejor su talento natural.

Parte de la tranquilidad y la seguridad que toda persona necesita para desarrollarse está en los amigos, que con su alegría y ejemplo nos ayudan a ser mejores. Y también nos ayudan a ser mejores cuando recurren a nosotros para que les demos alegría y ejemplo. Porque la amistad debe ser recíproca. Dice San Josemaría: No puedes ser un elemento pasivo tan sólo. Tienes que convertirte en verdadero amigo de tus amigos: “ayudarles”. Primero, con el ejemplo de tu conducta. Y luego, con tu consejo y con el ascendiente que da la intimidad.

Ahora viene el auto examen: ¿qué tipo de amigo soy? ¿Podemos ser a veces una mala amistad”?, no porque influyamos negativamente, sino porque tampoco lo hacemos en sentido positivo. Sí, debemos esforzarnos por ser estímulo, ayuda, pero un verdadero amigo debe preocuparse sobretodo de las cosas más importantes, de las que dan la alegría y la paz. Es propio del amigo compartir las alegrías, lo dice mejor el Papa: Quien ha descubierto a Cristo no puede por menos de llevar a los demás hacia él, dado que una gran alegría no se puede guardar para uno mismo, sino que es necesario comunicarla. Esta es la tarea a la que os llama el Señor; este es el "apostolado de amistad". Todo cristiano está invitado a ser amigo de Dios y, con su gracia, a atraer hacia él a sus amigos”.

Cristo nos ha dicho que nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando... A ustedes les he llamado amigos. Cristo es el modelo del amigo perfecto, es El Amigo. La suya es una amistad profunda, sincera, leal, radical, y que sobretodo trae la verdadera alegría.

Un cristiano debe invitar y ayudar a sus amigos para que sean amigos de Cristo. Si el amigo rehúsa la invitación, la amistad permanece porque se le quiere por sí mismo, pero si acepta la invitación, entonces la amistad se fortalece porque ambos son amigos del Amigo.
Daniel Vallmer

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