Estamos en una etapa de permitir lo que sea en el terreno moral y terminamos viendo y aceptando como normal cualquier tipo de actitudes.
Es la sensación que nos queda muchas veces a quienes tratamos de vivir llevando a la práctica aquellos valores que nos han ido inculcando desde niños, sea en la familia como en la escuela, o en los mismos ambientes donde hemos ido creciendo. Nos parece estar como “desubicados” en este mundo, como que vamos a “contramano”, como que estamos en un mundo que ya no es el “nuestro”.
Ante la diversidad de costumbres y actitudes que han ido cambiando, queda a muchos la sensación de que si bien pareciera que “no hay más remedio” que aceptar esta situación, sin embargo no vemos que la vida de la mayoría haya mejorado. Tampoco es cuestión de estar permanentemente “añorando” los tiempos pasados como si efectivamente fueran de verdad mejores.
Creo que lo más lamentable es que nos vamos como acostumbrando a que “las cosas son así” y como que no se puede hacer nada.
Estamos en una etapa de permitir lo que sea en el terreno moral, por ejemplo, y bajo el pensamiento de que “es el mundo moderno”, terminamos aceptando cualquier realidad que se nos pueda presentar y sugerir, y terminamos viendo y aceptando como “normal” cualquier tipo de actitudes que antes repudiábamos y hasta condenábamos.
Si vamos al terreno de lo familiar, es verdad que han cambiado y para bien muchas actitudes en las relaciones padres-hijos, pero no siempre para poder dialogar más cercanamente, compartir momentos, sino que se va llegando a una desnaturalización del lugar y responsabilidad de cada uno, que no ayudan al desarrollo y crecimiento de los chicos.
Si hablamos en el plano de la educación, la falta de trasmisión y ejercicio de los valores profundos, propios del ser humano, hace que no se pueda crecer y avanzar en lo que es el respeto entre las personas, el sentido de autoridad como aquel que ayuda a que el otro crezca y donde muchas veces hasta se llega a que se confundan los roles de cada uno.
Ni referirnos al “vocabulario” que se utiliza en determinados lugares y ambientes desde donde deberían enseñarnos a expresarnos correctamente como signo del respeto entre nosotros.
Y si hablamos de cuestiones de la Fe, bueno, si bien siempre el mensaje de Jesús ha ido contra la corriente, nos damos cuenta que ahora lo es cada vez más.
Es verdad y debemos entender que es normal que el mundo cambie, que puedan evolucionar algunas costumbres, lenguajes, etc., pero lo sorprendente es que cuando ese cambio no es positivo, no es para que vivamos y seamos mejores, quienes quieren vivir desarrollando los profundos valores del hombre, terminan siendo los “mal mirados” y “desubicados” ante una sociedad que parece resignarse a que todo tiene que ser inevitablemente así.
Autor: Padre Oscar Pezzarini
Superior Provincial de la Obra Don Orione en Argentina, Paraguay, Uruguay y México.
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