En este mensaje tratamos el siguiente caso de una joven que «descargó su conciencia» de manera anónima autorizándonos a que la citáramos:
«Yo soy una chica de quince años. Hace tiempo, un joven se me declaró, y yo no lo acepté; pero luego de insistirme mucho, me dejé besar... Resultó que él tiene diecinueve años y tiene un hijo... Desde entonces, yo comencé a rechazarlo, y él me dijo que todavía tiene una cuenta pendiente conmigo. No sé exactamente a qué se refiere, pero tengo miedo. Me habla por Internet y, no sé, me da indirectas... Él siempre para con chicos que son maleantes, y eso me da miedo. No sé si quiere hacerme daño o si debo contarles la verdad a mis padres... Si pudiera volver el tiempo atrás, nunca lo habría conocido... ¡Por favor, ayúdenme! No sé qué hacer. ¡Estoy desesperada!»
Este es el consejo que le dimos:
«Yo soy una chica de quince años. Hace tiempo, un joven se me declaró, y yo no lo acepté; pero luego de insistirme mucho, me dejé besar... Resultó que él tiene diecinueve años y tiene un hijo... Desde entonces, yo comencé a rechazarlo, y él me dijo que todavía tiene una cuenta pendiente conmigo. No sé exactamente a qué se refiere, pero tengo miedo. Me habla por Internet y, no sé, me da indirectas... Él siempre para con chicos que son maleantes, y eso me da miedo. No sé si quiere hacerme daño o si debo contarles la verdad a mis padres... Si pudiera volver el tiempo atrás, nunca lo habría conocido... ¡Por favor, ayúdenme! No sé qué hacer. ¡Estoy desesperada!»
Este es el consejo que le dimos:
Querida amiga:
¿Sabías que el temor es una alarma que Dios nos dio para advertirnos de que algo anda mal? ¿Qué hacemos cuando suena una alarma contra incendios? ¡Echamos a correr! Y les advertimos a otros acerca del peligro. Así mismo debes reaccionar ante la alarma contra el temor que estás sintiendo...
Tu inteligencia y sentido común ya te indicaron lo que debes hacer. ¡Sí, cuéntales a tus padres de inmediato! No importa que tal vez no te estés llevando bien con ellos ahora mismo...
El relato más antiguo de la historia universal tiene que ver con una joven llamada Eva. Dios le dijo a Eva que del fruto de los árboles que Él plantó para ella en el jardín, ella podía comer de todos, menos de uno. Eva sin duda tenía la intención de obedecer esa regla. Pero un día, cuando estaba sola, conoció a una criatura que pretendía saber mucho más que ella. Aquella criatura comenzó a tratar de convencerla de que tal regla en realidad no importaba, y que le convendría hacer caso omiso y comer del apetitoso fruto prohibido.
Eva... dejó que la criatura, que era Satanás mismo, la engañara convenciéndola de que quería lo mejor para ella a diferencia de aquel Ser Supremo que había establecido la regla. Así que, en vez de echar a correr, en vez de contarle a su esposo, en vez de obedecer la regla, Eva comió del fruto. Ese acto sencillo fue el comienzo de los problemas para toda la humanidad.
Hay varias lecciones buenas que podemos aprender de esa historia verídica de Eva. En primer lugar, al parecer ella no tenía la menor idea de que corría peligro. Esto nos enseña el valor de hablar con nuestros familiares y amigos acerca de ciertos peligros...
En segundo lugar, podemos aprender de Eva que es muy importante consultar con un amigo de confianza o con un familiar antes de tomar la decisión de comunicarnos con alguien a quien no conocemos...
Por último, aprendemos que se han establecido las reglas para protegernos. Quizá no nos gusten. Quizá pensemos que limitan nuestras libertades. Y tal vez hasta creamos que el hacer lo que nos place nos conviene más. Pero a la larga, afrontamos serias consecuencias cuando optamos por desobedecer esas reglas.
¡No seas como Eva!
Linda y Carlos Rey
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