En el siglo tercero, San Cipriano escribió a un amigo llamado Donato:
Este parece un mundo alegre, Donato, cuando lo veo desde mi agradable jardín… pero si escalara una elevada montaña y mirara a lo lejos… sabes muy bien lo que vería: bandidos en los caminos, piratas en los mares y hombres asesinados en el anfiteatro para complacer a las multitudes que aplauden…
Sin embargo, en medio de esto, veo personas serenas y santas… Las aborrecen y persiguen, pero a ellas no les importa. Han vencido al mundo. Esas personas, Donato, son cristianas.
¡Qué elogio! Personas serenas y santas. Serenas… No detestables. No jactanciosas. No exigentes. Simplemente Serenas. Santas… Separadas. Puras. Decentes. Honradas. Sanas…
Lucado, M.
¿Qué dicen tus amigos y vecinos de ti como Cristiano? ¿Te ven como una persona serena y llena de paz? Hoy es bueno preguntarnos si estamos reflejando la imagen de Cristo en nuestro diario andar.
Porque yo soy vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo; así que no contaminéis vuestras personas con ningún animal que se arrastre sobre la tierra. Levíticos 11:24.
Santificaos, pues, y sed santos, porque yo soy vuestro Dios. Levítico 20:7
Para que os acordéis, y hagáis todos mis mandamientos, y seáis santos a vuestro Dios. Números 15:40
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