domingo, 4 de enero de 2009

CURA ILUMINADO


El cura del pueblo era un santo varón al que acudía la gente cuando se veía en algún aprieto. Entonces solía retirarse a un determinado lugar del bosque, donde recitaba una oración especial. Dios escuchaba siempre su oración, y el pueblo recibía la ayuda deseada.

Murió el cura, y la gente se veía en apuros, seguía acudiendo a su sucesor, el cual no era ningún santo, pero conocía el secreto del lugar concreto del bosque y la oración especial. Entonces iba allá y decía:
§ SeñorTú sabes que no soy un santo, pero estoy seguro que no vas hacer que mi gente pague las consecuencias de modo que escucha mi oración y ven en nuestra ayuda
Y Dios escuchaba su oración y el pueblo recibía la ayuda.

Pero también este cura murió, y también la gente, cuando se veía en dificultades, seguía acudiendo a su sucesor, el cual conocía la oración especial, pero no el lugar del bosque. De manera que decía:
§ “¿Qué más te da a Ti, Señor, un lugar u otro? Escucha, pues, mi oración y ven en nuestra ayuda
Y una vez más, Dios escuchaba su oración, y el pueblo recibía la ayuda solicitada.

Pero también este cura murió, y la gente, cuando tenía problemas, seguía acudiendo a su sucesor, el cual no conocía ni la oración especial ni el lugar del bosque. Y entonces decía:
§ Señor, yo sé que no son las formulas lo que Tú aprecias, sino el clamor del corazón angustiado. De modo que escucha mi corazón y ven en nuestra ayuda
Y también entonces escuchaba Dios su oración, y el pueblo recibía la ayuda deseada.

Después que este otro cura había muerto, la gente seguía acudiendo a su sucesor cuando tenía necesidad. Pero este nuevo cura, era más aficionado al dinero que a la oración. De manera que solía limitarse a decirle a Dios:
§ “¿Qué clase de Dios eres Tú, que aún siendo perfectamente capaz de resolver problemas que Tú mismo has originado, todavía te niegas a mover un dedo mientras no nos veas amedrentados, mendigando tu ayuda suplicándote? ¡Está bien puedes hacer con la gente lo que quieras!”
Y, una vez más, Dios escuchaba su oración, y el pueblo recibía la ayuda suplicada.

Moraleja: Si seguimos a alguien, quedémonos con la formula; hay que ser iluminado no seguir a los iluminados.

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