¿Por qué el 25 de diciembre es tan especial? ¿Qué estamos celebrando? La respuesta, por supuesto, es casi automática. La sabemos de «paporreta» (como se dice en Perú, coloquialmente, cuando lo decimos de memoria y sin pensarlo): ¡El nacimiento del niño Jesús!
Preguntémonos, aunque pueda
parecer obvio: ¿Por qué este acontecimiento es tan
importante, que dividió la historia de la humanidad en un antes y un después? La
respuesta más concreta y directa es porque necesitábamos un Salvador que nos
librase de los pecados.
Pero ¿te
preguntaste alguna vez qué significa el nombre «Jesús»? Según el
Catecismo, en el numeral 430, se nos dice: «Jesús quiere decir en hebreo: Dios salva». Por eso decimos que el nombre propio de ese Niño
es Jesús, debido a su misión (cf. Lucas 1, 31). «¿Quién
puede perdonar pecados, sino sólo Dios?» (Marcos 2, 7).
¿CUÁL DEBE SER EL MOTIVO PRINCIPAL DE NUESTRA
ALEGRÍA?
Todos nos alegramos con la
Navidad, armamos los nacimientos, la corona de
Adviento y arreglamos el árbol navideño. Preparamos una
cena, que es, seguramente, de las más exquisitas de todo el año.
Llenamos nuestra casa con
luces y adornos coloridos, regalos van y vienen. Sin embargo, para no caer en
la rutina de todos los años, vale la pena que paremos un rato y nos
preguntemos: ¿Por qué hacemos todo esto?
Este año, preguntarnos esto,
cobra especial importancia. Ya hay quienes dicen que la Navidad este año no
será alegre, no vamos a brindar, ni tampoco a celebrar con entusiasmo.
Es verdad que la pandemia y
probablemente, la cuarentena que se está reanudando en algunos países, hagan
que no podamos reunirnos todos los amigos, o la gran familia con primos y
sobrinos, como otros años.
Que no podamos viajar al país
donde viven nuestros padres o abuelos. Que no podamos darnos esos abrazos,
besos y cariños efusivos, como manifestación de una alegría, que para muchos es
incontenible. Todo eso es verdad, y sin duda alguna, le quitará algo de ese
«misterioso júbilo» que se traduce en los afectos que queremos compartir.
Reconociendo el verdadero lado
triste de todo esto, creo que es una oportunidad única para
cuestionarnos y profundizar de manera mucho más espiritual que años anteriores: ¿Cuál es el motivo esencial de toda esta alegría que
vivimos en Navidad, en condiciones normales?
PREOCUPACIONES COLATERALES
Reconozcamos con humildad, que
muchas veces, las carreras frenéticas por la compra de regalos y arreglos
navideños, desvían la atención de lo esencial, y del por qué hacemos todo eso.
El pavo, el panetón, los
ingredientes infaltables para la cena de Noche Buena. Las «increíbles» promociones de 50%, 2×1, hasta 3×1, y
el tráfico insoportable entrando y saliendo de los centros comerciales.
Terminamos impacientes, nerviosos, estresados, agotados. Sin ganas de abrir el
corazón a lo que realmente importa.
La preocupación por cuál regalo vamos a elegir para cada miembro de la
familia, los «amigos secretos» en la oficina, las coordinaciones para «bilocarnos» entre las familias del lado paterno y
materno el día 24 por la noche y el almuerzo del 25.
Además, en algunos casos, el
horario de la misa ¡también es motivo de
preocupación! ¡Y ojo! Toda esa organización no está mal, es necesaria…
pero el objetivo de este artículo es, justamente, que tomemos conciencia de ¿qué es lo esencial en estas fechas?
Finalmente, terminamos felices
y dichosos (aunque agotados también), por tantas cosas que prácticamente
estamos obligados a cumplir para que todo salga como debe salir.
ENFOQUÉMONOS EN LO ESENCIAL
El mundo, nuestros países y
ciudades necesitan un Salvador. La pandemia generó una cantidad infinita de
problemas, por lo que urge una respuesta a la altura de tanto sufrimiento y
dolor causado. ¿Y quién podría estar a más altura
que Jesús?
Muchos países han pasado por
elecciones sumamente complicadas, y otros están sufriendo mucho a causa de
conflictos sociales, peleas ideológicas y disputas políticas que parecen
interminables.
Vivimos
en un mundo que está en una profunda crisis… a todos niveles. Pero
probablemente, las crisis que más me preocupan, son esas que han sufrido y
siguen sufriendo muchísimas familias. El cambio que ha ocasionado esta pandemia al interior de los hogares
de todo el mundo es inimaginable.
Aunque sería fantástico resolver
todos los problemas políticos y económicos de nuestros países, no podemos
perder de vista la razón de fondo de todo este mal. ¿Por
qué vemos tanto problema y tanta maldad en nuestra cultura? ¿Dónde radica el
origen de tanto dolor y sufrimiento?
Si
nuestras sociedades están en crisis es porque nuestros corazones están enfermos. No nos equivoquemos, ni
tampoco dejémonos apantallar por tanta información mediática, que nos saca
constantemente de nosotros mismos. La raíz última y fundamental de todo el mal
que vivimos radica en nuestros corazones.
¡ABRE TU CORAZÓN EN ESTA NAVIDAD!
Que
el pesebre que armes en tu casa para esta navidad, sea tu propio corazón. Es ahí
donde el Señor quiere nacer, déjalo transformar tu corazón de piedra en un
corazón de carne. Escucha su voz (Apocalipsis 3, 20) y déjalo entrar.
¿Qué vas a hacer
para estar alegre y contento esta Navidad? No dejes que esta pandemia y los problemas que sufrimos todos quiten el
gozo del nacimiento del Niño Jesús. ¡Dale una nueva
oportunidad! Lo único que quiere de nosotros es nuestra felicidad.
Escrito por Pablo Perazzo
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