jueves, 3 de diciembre de 2020

MENOS ATENCIÓN AL 2×1 EN COMPRAS Y MÁS CORAZÓN PARA LO QUE DE VERDAD IMPORTA ESTA NAVIDAD

 ¿Por qué el 25 de diciembre es tan especial? ¿Qué estamos celebrando? La respuesta, por supuesto, es casi automática. La sabemos de «paporreta» (como se dice en Perú, coloquialmente, cuando lo decimos de memoria y sin pensarlo): ¡El nacimiento del niño Jesús!

Preguntémonos, aunque pueda parecer obvio: ¿Por qué este acontecimiento es tan importante, que dividió la historia de la humanidad en un antes y un después? La respuesta más concreta y directa es porque necesitábamos un Salvador que nos librase de los pecados.

Pero ¿te preguntaste alguna vez qué significa el nombre «Jesús»? Según el Catecismo, en el numeral 430, se nos dice: «Jesús quiere decir en hebreo: Dios salva». Por eso decimos que el nombre propio de ese Niño es Jesús, debido a su misión (cf. Lucas 1, 31). «¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?» (Marcos 2, 7).

¿CUÁL DEBE SER EL MOTIVO PRINCIPAL DE NUESTRA ALEGRÍA?

Todos nos alegramos con la Navidad, armamos los nacimientos, la corona de Adviento y arreglamos el árbol navideño. Preparamos una cena, que es, seguramente, de las más exquisitas de todo el año.

Llenamos nuestra casa con luces y adornos coloridos, regalos van y vienen. Sin embargo, para no caer en la rutina de todos los años, vale la pena que paremos un rato y nos preguntemos: ¿Por qué hacemos todo esto?

Este año, preguntarnos esto, cobra especial importancia. Ya hay quienes dicen que la Navidad este año no será alegre, no vamos a brindar, ni tampoco a celebrar con entusiasmo.

Es verdad que la pandemia y probablemente, la cuarentena que se está reanudando en algunos países, hagan que no podamos reunirnos todos los amigos, o la gran familia con primos y sobrinos, como otros años.

Que no podamos viajar al país donde viven nuestros padres o abuelos. Que no podamos darnos esos abrazos, besos y cariños efusivos, como manifestación de una alegría, que para muchos es incontenible. Todo eso es verdad, y sin duda alguna, le quitará algo de ese «misterioso júbilo» que se traduce en los afectos que queremos compartir.

Reconociendo el verdadero lado triste de todo esto, creo que es una oportunidad única para cuestionarnos y profundizar de manera mucho más espiritual que años anteriores: ¿Cuál es el motivo esencial de toda esta alegría que vivimos en Navidad, en condiciones normales?

PREOCUPACIONES COLATERALES

Reconozcamos con humildad, que muchas veces, las carreras frenéticas por la compra de regalos y arreglos navideños, desvían la atención de lo esencial, y del por qué hacemos todo eso.

El pavo, el panetón, los ingredientes infaltables para la cena de Noche Buena. Las «increíbles» promociones de 50%, 2×1, hasta 3×1, y el tráfico insoportable entrando y saliendo de los centros comerciales. Terminamos impacientes, nerviosos, estresados, agotados. Sin ganas de abrir el corazón a lo que realmente importa.

La preocupación por cuál regalo vamos a elegir para cada miembro de la familia, los «amigos secretos» en la oficina, las coordinaciones para «bilocarnos» entre las familias del lado paterno y materno el día 24 por la noche y el almuerzo del 25.

Además, en algunos casos, el horario de la misa ¡también es motivo de preocupación! ¡Y ojo! Toda esa organización no está mal, es necesaria… pero el objetivo de este artículo es, justamente, que tomemos conciencia de ¿qué es lo esencial en estas fechas?

Finalmente, terminamos felices y dichosos (aunque agotados también), por tantas cosas que prácticamente estamos obligados a cumplir para que todo salga como debe salir.

ENFOQUÉMONOS EN LO ESENCIAL

El mundo, nuestros países y ciudades necesitan un Salvador. La pandemia generó una cantidad infinita de problemas, por lo que urge una respuesta a la altura de tanto sufrimiento y dolor causado. ¿Y quién podría estar a más altura que Jesús?

Muchos países han pasado por elecciones sumamente complicadas, y otros están sufriendo mucho a causa de conflictos sociales, peleas ideológicas y disputas políticas que parecen interminables.

Vivimos en un mundo que está en una profunda crisis… a todos niveles. Pero probablemente, las crisis que más me preocupan, son esas que han sufrido y siguen sufriendo muchísimas familias. El cambio que ha ocasionado esta pandemia al interior de los hogares de todo el mundo es inimaginable.

Aunque sería fantástico resolver todos los problemas políticos y económicos de nuestros países, no podemos perder de vista la razón de fondo de todo este mal. ¿Por qué vemos tanto problema y tanta maldad en nuestra cultura? ¿Dónde radica el origen de tanto dolor y sufrimiento?

Si nuestras sociedades están en crisis es porque nuestros corazones están enfermos. No nos equivoquemos, ni tampoco dejémonos apantallar por tanta información mediática, que nos saca constantemente de nosotros mismos. La raíz última y fundamental de todo el mal que vivimos radica en nuestros corazones.

¡ABRE TU CORAZÓN EN ESTA NAVIDAD!

Que el pesebre que armes en tu casa para esta navidad, sea tu propio corazón. Es ahí donde el Señor quiere nacer, déjalo transformar tu corazón de piedra en un corazón de carne. Escucha su voz (Apocalipsis 3, 20) y déjalo entrar.

¿Qué vas a hacer para estar alegre y contento esta Navidad? No dejes que esta pandemia y los problemas que sufrimos todos quiten el gozo del nacimiento del Niño Jesús. ¡Dale una nueva oportunidad! Lo único que quiere de nosotros es nuestra felicidad.

Escrito por Pablo Perazzo

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