Papa Francisco: «¿Cómo practicar el Evangelio sin
tomar la energía de la fuente inagotable de la Eucaristía?»
Durante la audiencia general
de este miércoles, el papa Francisco ha vuelto a dar una breve catequesis sobre
la Misa, centrándose hoy en la importancia de guardar el precepto dominical,
como fuente de gracia para poder cumplir la voluntad de Dios.
(RV/InfoCatólica) Texto completo de la
alocuión catequética del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
Retomando el
camino de catequesis sobre la Misa, hoy nos preguntamos: ¿Por qué ir a Misa el
domingo?
La celebración dominical de la Eucaristía está al centro de la vida de
la Iglesia (Cfr.
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2177). Nosotros los cristianos vamos a
Misa el domingo para encontrar al Señor resucitado, o mejor dicho para dejarnos
encontrar por Él, escuchar su palabra, nutrirnos en su mesa, y así hacernos
Iglesia, es decir, su Cuerpo místico viviente en el mundo.
Lo han comprendido, desde el
primer momento, los discípulos de Jesús, los cuales han celebrado el encuentro
eucarístico con el Señor en el día de la semana que los judíos llamaban «el primero de la semana» y los romanos «día del sol», porque ese día Jesús había
resucitado de los muertos y se había aparecido a los discípulos, hablando con
ellos, comiendo con ellos, donándoles a ellos el Espíritu Santo (Cfr.
Mt 28,1; Mc 16,9.14; Lc 24,1.13; Jn 20,1.19),
como hemos escuchado en la Lectura bíblica. Incluso la gran efusión del
Espíritu en Pentecostés sucede el domingo, el quincuagésimo día después de la
resurrección de Jesús. Por estas razones, el domingo es un día santo para nosotros, santificado por la celebración
eucarística, presencia viva del Señor entre nosotros y para nosotros. ¡Es la
Misa, pues, lo que hace al domingo cristiano! El domingo cristiano gira
alrededor de la Misa. ¿Qué domingo es, para un cristiano, aquel en el cual
falta el encuentro con el Señor?
Existen comunidades cristianas
que, lamentablemente, no pueden gozar de la Misa cada domingo; sin embargo
ellas, en este santo día, están llamadas a recogerse en oración en el nombre
del Señor, escuchando la Palabra de Dios y teniendo vivo el deseo de la
Eucaristía.
ES PECADO PERDER EL SENTIDO
CRISTIANO DEL DOMINGO
Algunas sociedades secularizadas han perdido el sentido cristiano del domingo
iluminado por la Eucaristía. Es un pecado, esto. En este contexto es necesario reavivar esta conciencia,
para recuperar el significado de la fiesta – no perder el sentido de la fiesta
–, el significado de la alegría, de la comunidad parroquial, de la solidaridad,
del descanso que repone el alma y el cuerpo (Cfr. Catecismo de la Iglesia
Católica, nn. 2177-2188). De todos estos valores nos es maestra la Eucaristía,
domingo tras domingo. Por esto el Concilio Vaticano II ha querido reafirmar que
«el domingo es la fiesta primordial, que debe
presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día
de alegría y de liberación del trabajo» (Const. Sacrosanctum
Concilium, 106).
La abstención dominical del
trabajo no existía en los primeros siglos: es un aporte específico del
cristianismo. Por tradición bíblica los judíos descansan el sábado, mientras en
la sociedad romana no estaba previsto un día semanal de abstención de los
trabajos serviles. Fue el sentido
cristiano del vivir como hijos y no como esclavos, animado por la Eucaristía, a
hacer del domingo – casi universalmente – el día de descanso.
Sin Cristo somos condenados a ser dominados por el cansancio del
cotidiano, con sus preocupaciones, y del temor del mañana. El encuentro dominical con el
Señor nos da la fuerza de vivir el hoy con confianza y valentía e ir adelante
con esperanza. Por esto los cristianos vamos a encontrar al Señor el domingo,
en la celebración eucarística.
La Comunión eucarística con Jesús, Resucitado y Vivo en eterno, anticipa
el domingo sin ocaso, cuando no existirá más fatiga ni dolor ni luto ni lágrimas, sino sólo
la alegría de vivir plenamente y por siempre con el Señor. También de este
beato descanso nos habla la Misa del domingo, enseñándonos, en el fluir de la
semana, a encomendarnos en las manos del Padre que está en los cielos.
¿Qué cosa podemos responder a
quien dice que no sirve ir a Misa, ni siquiera el domingo, porque lo importante
es vivir bien, amar al prójimo? Es verdad que la calidad de la vida cristiana
se mide por la capacidad de amar, como ha dicho Jesús: «En
esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan
los unos a los otros» (Jn 13,35); pero, ¿Cómo podemos practicar el Evangelio sin tomar la energía necesaria para
hacerlo, un domingo detrás del otro, de la fuente inagotable de la Eucaristía?
No vamos a Misa para dar algo a Dios, sino para recibir de Él lo que de verdad
tenemos necesidad. Lo recuerda la oración de la Iglesia, que así se
dirige a Dios: «Pues aunque no necesitas nuestra
alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya
nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación» (Misal
Romano, Prefacio Común IV).
POR SU GRACIA, FIELES Y
TESTIGOS CREÍBLES
En conclusión, ¿Por qué ir a
Misa el domingo? No es suficiente responder que es un precepto de la Iglesia;
esto ayuda a cuidar el valor, pero esto sólo no es suficiente. Nosotros los
cristianos tenemos necesidad de participar en la Misa dominical porque sólo con la gracia de Jesús, con su presencia
viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica su mandamiento, y
así ser sus testigos creíbles. Gracias.
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