VATICANO, 20 Dic. 17 / 06:58 am (ACI).- El Aula Pablo VI
albergó una nueva catequesis del Papa Francisco sobre la Misa, que estuvo
centrada esta vez en los llamados “ritos
introductorios”.
El Pontífice, en la Audiencia General de este miércoles, afirmó que “si verdaderamente la Eucaristía hace presente el
misterio pascual, es decir, el paso de Cristo de la muerte a la vida, entonces
lo primero que tenemos que hacer es reconocer cuales son nuestras situaciones
de muerte para poder resucitar con Él a una vida nueva”.
A continuación, la catequesis completa del Papa:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy me gustaría entrar en el corazón de la celebración eucarística. La
misa se compone de dos partes, que son la Liturgia de la Palabra y la Liturgia
eucarística, tan estrechamente unidas entre sí que constituyen un solo acto de
culto (cf. Sacrosanctum Concilium, 56; Instrucción General del Misal Romano,
28). Introducida por algunos ritos preparatorios y concluida por otros, la
celebración, por lo tanto, es un cuerpo único y no puede separarse pero
para una mejor comprensión trataré de explicar sus diversos momentos, cada uno
de los cuales es capaz de tocar e involucrar una dimensión de nuestra
humanidad. Es necesario conocer estos signos santos para vivir plenamente
la misa y saborear toda su belleza.
Cuando el pueblo está reunido , la celebración se abre con los
ritos introductorios, que comprenden la entrada de los celebrantes o del
celebrante, el saludo- “El Señor esté con
vosotros”, “La paz sea con vosotros”- , el acto penitencial, “Yo confieso”, donde pedimos perdón por nuestros
pecados, el Señor, ten piedad el Gloria y la oración de colecta: se
llama “oración de colecta” no porque se
efectúe la colecta monetaria: es la colecta de las intenciones de oración de
todos los pueblos; y esa colecta de las intenciones de los pueblos sube al
cielo como oración. Su propósito, el de estos ritos de introducción, es "hacer que los fieles reunidos en la unidad
construyan la comunión y se dispongan debidamente a escuchar la Palabra de Dios
y a celebrar dignamente la Eucaristía." (Instrucción general del
Misal Romano, 46). No es una buena costumbre mirar el reloj y decir: “Llego a tiempo, llego después del sermón y así cumplo el
precepto”. La misa empieza con la señal de la cruz, con estos ritos
introductorios, porque allí empezamos a adorar a Dios como comunidad. Y por eso
es importante prever no llegar con retraso, sino con adelanto, para preparar el
corazón a este rito, a esta celebración de la comunidad.
Habitualmente durante el canto de entrada, el sacerdote con los otros
ministros llega en procesión al presbiterio, y aquí saluda el altar saluda
con una reverencia y, como signo de veneración, lo besa y, cuando hay incienso,
lo inciensa. ¿Por qué? Porque el altar es Cristo: es figura de Cristo. Cuando
miramos al altar, miramos precisamente donde está Cristo. El altar es Cristo.
Estos gestos, que corren el riesgo de pasar desapercibidos, son muy
significativos, porque expresan desde el principio que la Misa es un encuentro
de amor con Cristo, que "con la inmolación
de su cuerpo en la cruz [...] quiso ser al mismo tiempo sacerdote, víctima
y altar" (Prefacio de Pascua V). De hecho, como signo
de Cristo, el altar "es el centro de la acción
de gracias que se consuma en la Eucaristía" (Instrucción general
del Misal Romano, 296), y toda la comunidad alrededor del altar, que es Cristo;
no para mirarse la cara, sino para mirar a Cristo, porque Cristo está en el
centro de la comunidad, no está lejos de ella.
Luego está la señal de la cruz. El sacerdote que preside se
persigna y lo mismo hacen todos los miembros de la asamblea, conscientes de que
el acto litúrgico se cumple "en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Y aquí
paso a un argumento muy breve. ¿Habéis visto como los niños se hacen la señal
de la cruz? No saben lo que hacen: a veces hacen un dibujo, que no es la señal
de la cruz. Por favor, mamá, papá, abuelos, enseñad a los niños desde el
principio, desde cuando son pequeños, a hacerse bien la señal de la cruz. Y
explicadles que es tener cómo protección la cruz de Jesús. Y la misa empieza
con la señal de la cruz. Toda la oración se mueve, por así decirlo, en el
espacio de la Santísima Trinidad, - “en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” - que es un espacio de
comunión infinita; tiene como origen y fin el amor de Dios Uno y Trino,
manifestado y dado a nosotros en la Cruz de Cristo. Efectivamente, su misterio
pascual es un don de la Trinidad, y la Eucaristía brota siempre de su corazón
traspasado. Persignándonos, por lo tanto, no sólo recordamos nuestro bautismo,
sino que afirmamos que la oración litúrgica es el encuentro con Dios en
Cristo Jesús, que por nosotros se encarnó, murió en la cruz y resucitó en
gloria.
Después, el sacerdote dirige el saludo litúrgico con la frase:
"El Señor esté con vosotros" u
otra similar –hay varias-; y la asamblea responde: «Y
con tu espíritu». Estamos dialogando; estamos al comienzo de la misa y
debemos pensar en el significado de todos estos gestos y palabras. Estamos
entrando en una "sinfonía" en la
que resuenan varios tonos de voces, incluyendo tiempos de silencio, con el fin
de crear el ''acorde” entre los
participantes, es decir, reconocerse animados por un único Espíritu, y por un
mismo fin. En efecto, "el saludo sacerdotal y
la respuesta del pueblo manifiestan el misterio de la Iglesia reunida" (Instrucción
general del Misal Romano, 50). Se expresa, pues, la fe común y el deseo mutuo
de estar con el Señor y de vivir la unidad con toda la comunidad.
Y esta es una sinfonía de oración que se está creando y presenta
enseguida un momento muy conmovedor, porque aquellos que presiden invitan a
todos a reconocer sus propios pecados. Todos somos pecadores. No sé, a lo mejor
alguno de vosotros no es pecador… Si hay alguno que no es pecador que levante
la mano, por favor, así podemos verlo todos. Pero no hay manos levantadas;
bien: ¡vuestra fe es buena! Todos somos
pecadores y por eso al principio de la misa pedimos perdón. Es
el acto penitencial. No se trata solo de pensar en los pecados cometidos,
sino mucho más: es la invitación a confesarse pecadores ante Dios y ante la
comunidad, ante los hermanos, con humildad y sinceridad, como el publicano en
el templo. Si verdaderamente la Eucaristía hace presente el misterio pascual,
es decir, el paso de Cristo de la muerte a la vida, entonces lo primero que
tenemos que hacer es reconocer cuales son nuestras situaciones de muerte para
poder resucitar con Él a una vida nueva. Esto nos hace comprender cuán importante
es el acto penitencial. Y por eso, retomaremos el tema en la próxima
catequesis.
Vamos paso a paso en la explicación de la misa. Pero, por favor, enseñad
a los niños a hacerse bien la señal de la cruz.
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