La Iglesia ha
hablado sobre este tema -desde la antiguedad- condenando la creencia en la
astrología.
Por: Fr. Nelson Medina O.P. | Fuente: fraynelson.com
Por: Fr. Nelson Medina O.P. | Fuente: fraynelson.com
PREGUNTA:
¿No es exagerado el énfasis que algunos
predicadores ponen en el tema de la Nueva Era y de los horóscopos? Para mí es
algo simplemente divertido, a lo que no le doy mucha importancia pero que, de
vez en cuando, tiene coincidencias asombrosas con lo que luego me sucede en el día. Y es por eso por lo que me he vuelto aficionado a leer mi
horóscopo todos los días, aunque en realidad no creo en eso. ¿De verdad estoy
haciendo algo muy malo? --B.S.
RESPUESTA:
El portal católico Aciprensa tiene una respuesta
interesante, que transcribo aquí: La Iglesia ha hablado sobre este tema desde lo
antiguo condenando la creencia en la astrología; en el Concilio de Toledo del
año 400, o el Concilio de Braga del 561, por citar algunos ejemplos. El juicio
del Magisterio de la Iglesia puede resumirse en lo que dice el Catecismo de la
Iglesia: "Todas las formas de adivinación
deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los
muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone 'desvelan' el
porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la
interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a
'mediums' encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y,
finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de
poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de
temor amoroso, que debemos solamente a Dios".
Todo género de adivinación, en definitiva, nace
de la falta de fe en el Dios verdadero; y es el castigo del abandono de la
auténtica fe. Por eso, en uno de sus cuentos escribía Chesterton: "La gente no vacila en tragarse cualquier opinión no
comprobada sobre cualquier cosa... Y esto lleva el nombre de superstición... Es el primer paso con que se
tropieza cuando no se cree en Dios: se pierde el sentido común y se dejan de
ver las cosas como son en realidad. Cualquier cosa que opine el menos
autorizado afirmando que se trata de algo profundo, basta para que se propague
indefinidamente como una pesadilla. Un perro resulta entonces una predicción;
un gato negro un misterio, un cerdo una cábala, un insecto una insignia,
resucitando con ello el politeísmo del viejo Egipto y de la antigua India... y
todo ello por temor a tres palabras: SE HIZO HOMBRE".
En conclusión, si uno recurre a las prácticas
astrológicas o consulta los horóscopos, creyendo seriamente en ello, comete un
pecado de superstición propiamente dicho (pudiendo, incluso, llegar a la
idolatría); si lo hace sólo por curiosidad y diversión, no hace otra cosa que
recurrir a un pasatiempo fútil, que va poco a poco desgastando peligrosamente
su fe verdadera. Si lo hace para granjearse la "protección"
de los demonios, comete un pecado de idolatría diabólica, y tal vez
tenga que decir alguna vez con el poeta Goëthe: "No
puedo librarme de los espíritus que invoqué".
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