¿Por qué a los malos
les va bien?
Por: Daniel Alberto Robles Macías | Fuente: CanMasGracia.org
Por: Daniel Alberto Robles Macías | Fuente: CanMasGracia.org
Muchas han sido las ocasiones que he escuchado
la expresión: “Dios es
injusto conmigo”, o preguntas como: ¿Por qué a lo que son malos les va mejor que a mí? Como si Dios
fuera el responsable de todos nuestros males y desgracias.
Dándole muchas vueltas a esto, debo decir que sí, efectivamente Dios no es
justo, déjame te explico mi postura y a lo que me refiero. El concepto
de justicia que tiene el mundo es que todos debemos ser tratados por igual, o
bien, que cada quién debe tratar al otro como se merece. Y si citamos el
Catecismo de la Iglesia Católica: “la justicia es
la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y
al prójimo lo que les es debido” (CEC 1807). Por lo tanto, si Dios se propusiera ser justo de acuerdo a
cómo el mundo define la justicia, todos estaríamos ya condenados al sufrimiento
eterno sin excepción, pues como dice San Pablo: “todos
pecaron y están faltos de la gloria de Dios” (Rm 3, 23). Pero Dios, va
más allá de una definición.
Todos en nuestra vida hemos pecado no una, sino
muchas veces; por tanto, es el pecado quien nos mantiene separados del favor de
Dios y por “justicia divina” no merecemos
más que dolor, sufrimiento y muerte, ya que “el
pecado paga un salario y es la muerte” (Rm 6, 23). Pero, en el sentido
estricto de la definición, Dios no es
justo con nosotros, sino que se vuelve un Padre amoroso y misericordioso que es
capaz de dar todo por la salvación de sus hijos. Por ello puedo decir
que Dios no es justo con toda la extensión de la palabra, sino que es
misericordioso. “Dios hizo cargar con nuestro
pecado al que no cometió pecado, para que así nosotros participáramos en él de
la justicia y perfección de Dios” (2Cor 5, 21).
Por ser el pecado una ofensa contra el amor
divino, al perdonar Dios nuestros
pecados, no renuncia a su justicia, sino que renuncia a la venganza. “¿Creen ustedes que me gusta la muerte del malvado? dice
Yahvé. Lo que me agrada es que renuncie a su mal comportamiento y así viva” (Ez
18, 23). Cristo en la cruz no pidió a su Padre vengar su muerte, en cambio, le
pidió perdón por aquellos que lo llevaron a la crucifixión, transformando así la ley del talión: “Ojo por ojo, diente por diente” e invitando a
amar al enemigo.
Si tratamos de comprender la justicia de Dios,
tendríamos que mirarlo desde otra perspectiva, desde el Reino de los Cielos, desde
el ojo del amor y no puramente terrenal. ¡Dios es mucho más que justo! Dios es un Dios de gracia, misericordia y
perdón. Uno de sus propósitos al revelarse al mundo a través de su Hijo
Jesús es que el hombre se acerque a él, que cambie la imagen construida de
aquel Dios que castiga y se impone, por la de uno que ama y abraza a toda
persona de buen corazón. “Pues él quiere que todos
los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tm, 2,
4).
Aunque
también hay que afirmar que Dios es tan justo que nos ha dado el don de la
libertad para elegir amarlo o rechazarlo, no
nos fuerza a nada, siempre propone nunca se impone. Jesús mismo aceptó
cumplir la Voluntad de su Padre y entregar su vida por la humanidad a sabiendas
que seguiríamos siendo pecadores, obstinado y egoístas. “Pero Dios es rico en misericordia: ¡con qué amor tan inmenso nos amó!
Estábamos muertos por nuestras faltas y nos hizo revivir con Cristo: ¡por pura gracia
ustedes han sido salvados!” (Ef 2, 4-5).
No olvides que nosotros no somos perfectos,
nunca lo seremos, y aun así todos esperamos algún día poder vivir en su
presencia en la eternidad. Lo único que nos asegura poder hacerlo, no serán
nuestros éxitos ni cuánto logramos juntar aquí en la tierra; sino, qué tanto
dimos testimonio del amor de Cristo en toda nuestra vida. “Dios no envió al Hijo al mundo para condenar al mundo,
sino para que se salve el mundo gracias a él” (Jn 3 ,17).
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