Los coptos de Etiopía son la versión más judaica del cristianismo. Sus días santos son el sábado y el domingo, los varones se circuncidan, etc. Pero no debemos llamarnos a engaño por ciertas prácticas, son indubitablemente cristianos. Este hecho nos debe hacer reflexionar que dentro de la misma construcción de la fe, hubieran cabido distintas maneras de vivir el Evangelio, formas muy diversas. Por ejemplo, nos podemos plantear la hipótesis de comunidades cristianas aisladas durante siglos en el centro de Asia, que hubieran vivido un cristianismo marcadamente budista. Es decir, un seguimiento del Evangelio que hubiera adoptado la filosofía budista hasta el límite mismo donde empezara la heterodoxia. No estoy hablando de una mera inculturación, sino de llegar al límite mismo de lo que el recipiente cristiano puede admitir de prácticas y filosofías budistas.
Esta posibilidad del cristianismo budista (hecho hipotético), como la posibilidad del cristianismo judaico (hecho real en Etiopía), nos muestra que en la Historia pudieron darse otros cristianismos dentro de una misma ortodoxia y una misma comunión.
De hecho, hoy día tenemos cristianismos tan distintos como el de toda la constelación de denominaciones protestantes basadas únicamente en la Palabra. Ellos han ido más allá de la ortodoxia, pero no por ello dejan de mostrarnos variaciones experimentales del cristianismo que están dotadas de fuerza, de belleza y que suponen un seguimiento de Cristo. Esa constelación tiene variantes desviadas, pero muchas otras variantes son variantes vivificadas por Cristo mismo. Sería teológicamente simplista descalificar todo el devenir protestante como una mera pérdida de tiempo.
Por eso, los teólogos siempre tienen que hacer un sano ejercicio de flexibilidad. La gente quizá no, pero los teólogos sí. Y darnos cuenta de que en el futuro pueden aparecer versiones muy distintas acerca de cómo vivir la misma fe. De hecho, no quiero desplegar aquí esas posibilidades porque podría yo ofrecer una falsa impresión de relativismo.
En algunos ambientes, se piensa que la fe sólo se puede materializar de un modo uniforme y uniformizante. Pienso, por ejemplo, en los lefevrianos. Realmente es muy de admirar ese esfuerzo titánico por limitar las posibilidades divinas. Es un esfuerzo teológico tan admirable por su tenacidad, como abocado al fracaso.
Un Dios que ha desplegado el ser en la naturaleza de un modo tan increíblemente variado, un Dios que ha desplegado el ser como un continuo acto de experimentación dentro de la experimentación, convenía que hiciera lo mismo en esa nueva creación que es la vida cristiana sobre la tierra.
El lefevrianismo (y éste es sólo un ejemplo) supone un esfuerzo férreo, colosal, por intentar poner un corsé a esa voluntad divina de multiplicidad. Con orgullo y felicidad, podemos afirmar que hoy día tenemos una Congregación para la Doctrina de la Fe plenamente consciente de esta realidad. En algunos temas, ha habido quien ha podido acusar a esa Congregación de inactividad y falta de visión. Pero la actuación de esos monseñores es fruto, precisamente, de una gran consciencia.
PUBLICADO POR PADRE FORTEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario