Pues si es mucho lo que nos pide el Señor. Esto es lo que estimamos, cuando estamos en momentos de agobios y fuera de ellos también, porque en general miramos en la balanza solo uno de sus platillos, juzgamos solo la prestación sin tener en cuenta el tamaño de la contraprestación. Claro que aquí abajo al considerar, si es mucho o poco lo que el Señor nos pide, me viene a la mente ese dicho vulgar que dice que: Cada uno cuenta la feria como le ha ido en ella. O dicho de otra forma, unos dirán que es mucho lo que pide el Señor y otros dirán que es muy poco. Desde luego pocas son las cosas en la vida, en la que todos coincidimos. Pero las hay; Si preguntamos cual es el sabor del aceite ricino, todos coincidiremos en decir, que es horrible y nauseabundo, nadie dirá que le gusta. Claro que he puesto un ejemplo que solo nos vale a los que tenemos cierta edad, y que nos hacían tomar el aceite ricino como un purgante, pero hace ya bastante tiempo que esto pasó a la historia.
La diferencia de apreciación que existirá, entre nosotros afirmando o negando si el Señor nos pide mucho, siempre ira en función de la visión espiritual o material que la persona tenga. Para la persona que solo vea por medio de los ojos de su cara, Dios es un exigente que nos limita nuestra libertad. ¡Oh libertad! sacrosanta palabra, en cuyo nombre se han cometido tantos atropellos y se pisoteado la propia esencia de la libertad. Para esta clase de personas, que están mercantilizadas, no ven la contraprestación que Dios nos da, porque solo promete pero no da realidades. Sí, da una gran promesa para después de la muerte, pero sin garantías tangibles y frente a esta situación más vale aplicar el refrán que dice: Más vale pájaro en mano que ciento volando. El mundo, con toda esa quimera de felicidad material que nos ofrece, tiene atrapado a un gran número de personas, que aún no se han dado cuenta de que están atravesando un puente y siguen emperrados en construir su casa y su futuro en medio del puente.
Para otra clase de personas, llegar a este mundo es un auténtico chollo. Salimos de la nada, de la nada nos escogió y nos sacó nuestro Creador, pues está bien claro que nadie ha sido capaz de crearse a sí mismo. Cuando creo nuestra alma, fuimos escogidos entre millones de posibilidades que el Señor tenía y tiene a su disposición para crear, pero… por razones hasta ahora ignoradas por nosotros, fuimos escogidos para ser eternamente felices compartiendo la gloria de Dios, como hijos suyos que somos, desde que nos bautizaron.
Y no pensemos que nuestros padres fueron los que nos crearon, ellos por delegación del Señor, solo engendraron nuestros cuerpos, no la parte esencial y superior de nuestro ser, que es nuestra alma, la cual fue insuflada en nuestros cuerpos en el momento de nuestra concepción, cuando aún no éramos más que unas diminutas células de origen masculino y femenino, que al unirse concibieron un ser humano. Y que se enteren los modernos progres pro abortistas.
El mundo al que pertenece nuestra alma, es un mundo invisible para la materia que compone la otra parte de nuestra persona, porque sus ojos materiales de nuestra cara, no acaban de ver nada, ni nunca verán nada. Al mundo espiritual, al que pertenece nuestra alma, pertenece también Dios, que es un Espíritu puro, pero dado que Dios es un ser increado sin principio ni fin, el alfa y el omega de todo, y nosotros tenemos la suerte de formar parte de ese orden superior a todo orden creado que se pueda crear, porque solo Dios tiene la capacidad y potestad de crear ordenes, como creó para nosotros, el orden material que integra el universo, según nos indica el Principio antrópico.
Pero habría que decir Dios, no es que pertenezca al orden espiritual, es que Dios es Él mismo el Orden espiritual, ese orden al que pertenece nuestra alma. La materia, el orden material es inferior al espiritual, porque fue Dios el que creó la materia y no la materia la que creó a Dios. Quizás si ganamos el Reino de Dios y llegamos a él, descubramos que además del orden material, existen otros órdenes creados por Dios y de los cuales no tenemos noticia alguna. Hay que pensar, que para Dios, todo es posible, tal como le contestó el arcángel San Gabriel a nuestra Señora, cuando le anunció la concepción del Señor: “…porque nada hay imposible para Dios”. (Lc 1,37). Dios es absolutamente omnipotente y nosotros unas ínfimas criaturas, creadas y lo que es aún más sorprendente, tremendamente amadas por Él
Pues bien, en las personas que se han preocupado del desarrollo y crecimiento de su alma, viviendo siempre en la amistad y gracia del Señor, la luz divina, que nada tiene que ver con la luz material del sol, ha penetrado en estas almas, iluminándolo todo y en especial el amor que el Señor nos tiene, fuente inagotables de bienes para nosotros. Y la aceptación de ese amor divino y nuestra pobre correspondencia a Él, es lo que nos permite ver y no comprender que el Señor no nos pida nada, en comparación a lo que nos ofrece. Porque esencialmente, Él solo nos pide una cosa y esta es, que le correspondamos en la medida de nuestras fuerzas, a su amor hacia nosotros.
Y uno se puede preguntar: ¿Por qué desea Dios que le amemos? Para contestar a esta pregunta hemos de examinar una de las características esenciales del amor, y esta es la correspondencia. El que ama necesita ser correspondido. La correspondencia es un factor esencial en el amor, tomemos por ejemplo el amor humano, que es un pobre calco del amor del Señor, que es la única fuente desde donde mana todo amor. En el amor humano unos jóvenes se ven y se interesan el uno por el otro, pero en uno de los dos más que interés, le ha nacido un amos hacia el otro, él o ella luchará por encontrar la correspondencia a su amor en el otro o en la otra, si lo logra se habrá establecido un mutuo amor, que si es bendecido por Dios en el sacramento del matrimonio y ellos dos son conscientes de las gracias sacramentales que reciben y por la acción de estas gracias sacramentales, son fieles el uno al otro, el matrimonio durará hasta que la muerte les separe. Que siempre no será por mucho tiempo, porque como dice el salmista 100 años es un soplo que pasó y se podrán volver a reunir en el Reino de Dios. Ahora bien, si él o ella no corresponde al amar del otro, el amor se marchitará en quien lo tenía, al no verse alimentado por la correspondencia a su amor.
Pues bien, algo semejante pasa con el amor sobrenatural del Señor a nosotros. Él nos ama tremendamente con una fuerza que nosotros no tenemos, pero si no ve correspondencia su amor decae, nunca del todo mientras estemos en este mundo, pero se debilita por falta de correspondencia. A sensu contrario, si nosotros le correspondemos a su amor, más o menos pobremente, porque nuestros amor siempre es muy pobre en comparación con el que Él nos tiene; nuestro mutua amor con el Señor se consolidará y aumentará y es viviendo sumergido en ese amor, donde seremos siempre conscientes de que el Señor no son pide nada en comparación, no ya con lo que esperamos obtener en el más allá, sino ya ahora y aquí mismo.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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