Si hay un tema de reflexión verdaderamente interesante, es la posibilidad de la propia condenación. Incluso yo mismo, servidor de Cristo, debo meditar sobre ello de vez en cuando. No hay nadie por alto que esté que no pueda ir corrompiéndose poco a poco hasta ser reprobado. Todos debemos ver la salvación como un don.
¿Cuál sería mi vida en el infierno después de haber predicado tantas veces a Jesús? ¿Cómo sería mi día a día en ese lugar del que tantas veces di conferencias? Sería terrible ver a los demonios pasar ante mí, y pensar: hablé de ellos en tantos libros y ahora los veo tal cual son.
Cómo debe ser repetirse año tras año: qué tonto fui, cómo pude caer, por qué me dejé engañar. Qué hirientes deben ser los comentarios de otros condenados: tú que eras un especialista, pues vaya, mira de qué te ha servido, para caer a un lugar más profundo.
PUBLICADO POR PADRE FORTEA
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