Este domingo, primera santa colombiana.
Laura de Jesús Montoya Upegui, Madre Laura, se convierte este domingo en la primera santa nacida en Colombia y la primera persona canonizada en el pontificado de Francisco.
DE MAESTRA, A EVANGELIZADORA EN LA SELVA
Laura nació en 1874, fue maestra, y a los 39 años sintió el impulso de dedicarse a la evangelización de los indios y se lanzó a la selva con algunas compañeras.
Cuando murió, después de 32 años de apostolado, dejaba una congregación nueva, las "Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena", con 467 religiosas, 93 novicias, 71 casas 71 casas en Colombia, 17 en El Ecuador y 2 en Venezuela. Hoy las "lauritas", como se las llama, están presentes en 21 países.
EL MÉDICO MILAGRADO
Poco o nada sabía de esto el médico de Antioquía de Colombia, Carlos Eduardo Restrepo Garcés, cuando se curó milagrosamente por la intercesión de la entonces Beata Laura, en 2005. Es otro de esos milagros modernos, con abundante documentación, que suceden en un hospital del siglo XXI.
El doctor Restrepo tenía 33 años, y se estaba muriendo. Ya le habían administrado la Unción de los Enfermos. Una grave enfermedad en su sistema inmunológico había generado una infección en su corazón y daños renales.
“En algún momento había escuchado hablar de Madre Laura, aunque yo no sabía de su labor evangelizadora”, ha admitido después. Pero pidió su intercesión la noche antes de una grave operación. "Esa noche dormí plácidamente, ahí comenzó el milagro", explica a la prensa colombiana. "Al siguiente día, comienzan a pasar eventos que se salían de lo usual” y finalmente “no me operan y me recupero rápidamente. En tres meses”. Y cuando va a los medios de comunicación colombianos, añade: "no discuto si fue o no un milagro, solo sé que ella me curó".
¿UN PUENTE CON LA MADRE LAURA?
Entonces, y hoy, el doctor Restrepo se considera un “católico normal”, que habitualmente iba (y va) a misa. Es anestesiólogo, le gusta viajar, le gusta leer, se especializó en Londres y estudió también en Canadá. Trabaja mucho y su madre bromea que su hijo médico no tiene tiempo para encontrar novia.
"Tengo que decir que no soy un puente con la Madre Laura aunque yo soy el parcero, el conocido. No quiero que se pierda la esencia de lo recibido. No soy un iluminado escogido", advierte el médico. Hay gente que le ha pedido que le imponga las manos a un ser querido enfermo. "Lo mejor que yo puedo dar a un paciente es lo que sé hacer y mis oraciones", remata.
Refiriéndose al milagro: "¿Quién en la vida piensa que con un favor que recibió a alguien lo van a nombrar santo en el Vaticano? Nadie. Este es un proceso único".
Colombia está entusiasmada con su primera santa, y especialmente en Medellín, Bogotá y Jericó (su ciudad natal) se han preparado festejos.
Fue beatificada en 2004, por la curación inexplicable de una señora mayor llamada Herminia González, un milagro que se empezó a estudiar en 2001.
Las virtudes heroicas de la santa las resume la superiora actual: “La Madre Laura supo hacer vida el Evangelio de Jesús de Nazareth, integrando de forma creativa el amor a Dios y el servicio a las poblaciones más discriminadas de su época, los indígenas, el palenque de Uré y sectores urbanos marginados”, resaltó la Hermana Ayda Orobio Granja, Madre Superiora General de la Comunidad Hermanas Misioneras Madre Laura.
DEJÓ MUCHOS TEXTOS, Y CASI 3.000 CARTAS
De Madre Laura hay bastante información. Por ejemplo, su Autobiografía, redactada por mandato de sus confesores, es un libro apasionante, lleno de aventuras misioneras y espirituales, acompañada de textos como sus Cartas misionales, la Aventura Misional de Dabeiba, sus libros de meditaciones y de espiritualidad y cerca de tres mil cartas en gran parte inéditas que se conservan en el Archivo de sus Misioneras.
HUÉRFANA, CRECIÓ PERDONANDO
Nació en 1874, mataron a su padre en la guerra civil de 1876, y creció con su madre, una mujer devota que enseñó a sus 3 hijos a perdonar y orar por los asesinos de su padre.
Ya de niña tuvo dos experiencias místicas impactantes. A los 6 años, experimentó lo que describiría como "un conocimiento de Dios y de sus grandezas, tan hondo, tan magnífico, tan amoroso, que hoy, después de tanto estudiar y aprender no sé más de Dios que lo que supe entonces. Lo sentí por largo rato… Y terminé llorando y gritando recio. Lloré mucho rato de alegría, de opresión amorosa y grité".
A los 10 años, otra experiencia mística, trabajando con su madre. Como era ya costumbre suya, ofreció el trabajo a Dios y de súbito, como respuesta, “me infundió un vehemente deseo de comulgar. Hice la comunión espiritual y sé decir más. Como electrizada, como si no sintiera lo que alrededor pasaba, como si tuviera un dolor soberano, con una mezcla de amor extraordinario, como si la Santa Eucaristía pasara mi alma de parte en parte, me bañé en lágrimas sin sentirlo".
De niña leyó la vida de San Luis Gonzaga y la de San Pablo el ermitaño. Del primero aprendió el amor a la pureza y a la mortificación; del segundo, el gusto por la soledad. Tuvo para sus aprendizajes otro gran libro: la naturaleza, porque le gustaba pasear por el campo.
PENSANDO EN INDIOS Y SELVAS
Fue en 1900 cuando por primera vez sintió un impulso de ir a las selvas a evangelizar, cuando le hablaron de indios que eran "asediados" por pastores protestantes. Intentó convencer a su hermana Carmela: "Viviríamos en ranchitos, como ellos, y trataríamos de hacerles el bien", le dijo.
Fue en 1908 cuando pudo hacer su primera expedición misionera, en compañía de su párroco, el padre Ezequiel Pérez, en la comarca indígena de Guapá, con "tres señoritas, seducidas más por el deporte y hasta por el interés de hallar orquídeas y minas de oro que por pasión del apostolado", escribe un biógrafo.
De ahí, a las misioneras en 21 países, una vida de constancia y oración.
Una biografía de Madre Laura en PDF:
http://biblioteca-virtual-antioquia.udea.edu.co/pdf/11/11_1449424606.pdf
Pablo Ginés/ReL
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