miércoles, 8 de mayo de 2013

EL ESPÍRITU


Pascua toca a su fin y nos acercamos a Pentecostés. Estos días, el evangelio de Juan, que leemos en misa, nos habla del Espíritu. Lo llama Espíritu y lo llama Paráclito; palabra griega que significa "defensor", "abogado". Los cristianos no hablamos mucho del Espíritu. Sin embargo, es la herencia de Jesús. Lo promete a sus discípulos y a todos nosotros, al dejar este mundo. Nos cuesta tenerlo presente, porque para notar su presencia, sus efectos, se necesita vida interior, vida de silencio y estar atentos a lo espiritual.

Sólo si tenemos una vida verdadera de oración, de unión a Dios, podemos darnos cuenta de que el Espíritu está en nosotros. De que Él nos da fuerzas y nos ayuda a avanzar. Es Él quien nos hace ver las necesidades de los demás, quien nos ayuda a mantener atentos a la presencia de Dios. Sólo amando podemos llegar a conocerlo, porque Él es el Fuego del Amor. Sin el Espíritu no podemos llevar a cabo la obra de Dios.

Y sin Él, nuestro cristianismo es algo vacío. Lo escribió Ignacio de Antioquía, que vivió a caballo del primer y del segundo siglo de nuestra era:

"Sin el Espíritu, Dios se mantiene lejano, Cristo pertenece al pasado, el Evangelio es letra muerta; la Iglesia, una simple organización; el culto una mera evocación, y la conducta cristiana, una moral de esclavos"

Joan Josep Tamburini

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