Era de noche y lucía en lo alto del cielo una luna llena que lo iluminaba todo con una claridad lechosa. Estaban descansando en un claro del bosque. El Anacoreta dijo:
- Escucha el silencio de la noche...
Tras unos instantes añadió:
- ¿No oyes? Al principio todo parecía en silencio. Sin embargo, al cabo de un rato, se escucha el viento, pequeños crujir de ramas, una lechuza lejana, el movimiento de las hojas...
Mirando al joven seguidor, dijo:
- Lo mismo pasa con el silencio interior. Cuando hemos logrado acallar todas las voces, es cuando podemos escuchar la voz del silencio. Las cosas nos hablan en él. Y cuando el silencio es realmente profundo, entonces podemos oír la voz de Dios...
Y permanecieron un buen rato escuchando la voz del silencio...
Joan Josep Tamburini
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