El joven seguidor comentó la admiración que sentía ante los misioneros ancianos que volvían a casa y decía:
- Vuelven siempre llenos de alegría. Nunca he visto uno triste.
El Anacoreta preguntó:
- ¿Sabes por qué?
Y sin darle tiempo a responder prosiguió:
- Porque se han entregado toda su vida sin esperar recompensa y han descubierto el valor de la gratuidad.
Luego, mirando a lo lejos, dijo:
- Hemos dado demasiada importancia a la recompensa. Hemos creado una espiritualidad de méritos. De la misma forma que el confesor hacía un baremo y a tal pecado daba tal penitencia, nosotros intuíamos que a tal acción buena, nos correspondía tal recompensa. Y la recompensa está en la acción misma. En la felicidad que da entregarse. Esos misioneros de los que hablas, han respondido como el evangelio que hemos meditado esta mañana: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer."
Y mirando a los ojos del joven concluyó:
- Eso les ha hecho descubrir la alegría de la gratuidad...
Joan Josep Tamburini
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