En
las Crónicas de los Padres Capuchinos se cuenta que en Venecia había un célebre
abogado, el cual con fraudes y artimañas se había enriquecido, por lo que
llevaba una mala vida.
No
practicaba tal vez otra obra buena que la de rezar cada día cierta oración a la
Santísima Virgen. Y realmente esta leve devoción le valió para librarse de la
muerte eterna por misericordia de María.
He
aquí como sucedió: por fortuna contrajo amistad este abogado con el Padre Fray
Mateo de Baso, y tanto le instó para que fuera un día el Padre a comer a su
casa, que finalmente éste lo complació.
Luego
de haber llegado a ella le dijo el abogado:
-Ahora,
Padre, quiero ensenarle una cosa que jamás habrá visto. Tengo una mona
admirable, que me sirve como un criado: lava los vasos, pone la mesa y abre la
puerta.
-Cuidado
– respondió el Padre – no sea esto algo mas que una mona; hágala venir acá.
Llaman
a la mona, vuelven a llamarla, la buscan por todas partes, y ella no aparecía.
Finalmente la encuentran escondida en un rincón de la casa; pero el animal no
quería salir de allí.
-Ea,
pues – dijo entonces el religioso – vamos nosotros a buscarla.
Y
llegando juntamente con el abogado a donde estaba la mona:
-Bestia
infernal – dijo – sal afuera, y de parte de dios te mando que manifiestes quien
eres.
Y
aquí que la mona responde que era el demonio y que estaba esperando que aquel
pecador hubiese dejado de decir su acostumbrada oración a la Madre de Dios,
porque a la primera vez que hubiese dejado de rezarla, él tenía licencia de
Dios para ahogarlo y llevárselo al infierno.
Al
oír este aviso, el pobre abogado se arrojó a los pies del siervo de Dios,
pidiéndole auxilio, y éste aceptando el pedido le mandó al demonio que saliese
de aquella casa sin hacer daño.
-Sólo
te doy licencia – le dijo – para que en señal de haber salido rompas una pared
de este edificio.
Apenas
había pronunciado estas palabras, apareció de pronto con estruendo una
hendidura en la pared que, aunque tapiada a cal y canto repetidas veces, quiso
Dios quedase ésta descubierta por mucho tiempo, hasta que por consejo del
siervo de Dios se colocó en ella un mármol con la figura de una ángel.
El
abogado se convirtió, y confiamos que de allí en adelante perseveró en la vida
hasta la muerte.
San
Alfonso María de Ligorio – Doctor de la Iglesia
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