Los
historiadores Belvacense y Cesario refieren que cierto joven noble, hallándose
por sus vicios reducido de rico – como lo había dejado su padre – a ser tan
pobre que necesitaba mendigar para subsistir, abandonó su patria para ir a
pasar la vida con menos vergüenza en países lejanos donde no fuese conocido.
Durante
el viaje se encontró un día con un antiguo criado de su padre, el cual,
viéndolo tan afligido por la miseria en que se hallaba sumido, le dijo que se
alegrase, porque quería presentarle a un príncipe tan liberal que le proveería
de todo.
Era
este malvado un impío hechicero; y he aquí que un día de llevó consigo al pobre
joven por un bosque cerca de una laguna, en donde empezó a hablar con una
persona invisible. Le preguntó el joven con quién hablaba. Él respondió: con el
demonio; y viendo atemorizado al joven, le animó para que no le temiera.
Y
prosiguiendo en hablar con el demonio: Señor – le dijo – éste joven está
reducido a extrema necesidad, y quisiera ser como antes; pero en primer lugar
ha de renegar de Dios.
Al
oir esto se horrorizó el joven; pero instigado por aquel maldito mago, accedió
al fin y renegó de Dios. Mas esto no basta, replicó el demonio: es necesario
renegar también de María, porque de Ella es que nos viene nuestras mayores
pérdidas. Oh, a cuantos nos quita Ella de nuestras manos, los vuelve a Dios y
los salva.
Eso
no – respondió el joven – yo no reniego de mi Madre, porque Ella es toda mi
esperanza… prefiero seguir mendigando toda mi vida.
Dicho
esto, el joven huyó de aquel lugar, decidiendo regresar a su patria; y pasando
por casualidad junto a una Iglesia de María, entró en ella, y arrodillándose
delante de su imagen, empezó a llorar y suplicar a la Virgen Santísima que le
alcanzase el perdón de sus pecados; y he aquí que María se pone luego a orar a
su Hijo por aquel miserable.
Jesús
al principio dijo: “Madre mía, este ingrato a renegado de Mí”. Pero viendo que
la Madre no cesaba de rogarle, al fin dijo: “Oh Madre, jamás te he negado cosa
alguna: queda perdonado, ya que Tú me lo pides”.
Todo
esto lo observó la persona que había comprado las haciendas de aquel disipador;
por lo cual, viendo la piedad de que María usaba con aquel pecador , le dio por
mujer a la única hija que tenía, haciéndolo heredero de todo patrimonio,
recobrando así aquel joven por medio de María la gracia de Dios, y también los
bienes temporales.
San
Alfonso María de Ligorio – Doctor de la Iglesia
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