viernes, 11 de noviembre de 2011

EL MONO SAPIENS



En cierta ocasión me contaron una historieta que alguien anónimo había colgado en el tablón de anuncios de su empresa.

Se trataba de una pequeña fábula que decía:

Dios creó al burro y le dijo: Serás burro, trabajarás incesantemente de sol a sol, cargando bolsas en el lomo, comerás pasto, no tendrás inteligencia y vivirás 50 años. El burro contestó: Seré burro pero vivir 50 años es demasiado para mi, dame solo 20 años. Y Dios se lo concedió.

Creó Dios al perro y le dijo: Serás perro, cuidarás de la casa del hombre, serás su mejor amigo, comerás los huesos que él te dé y vivirás 30 años. El perro contestó: Señor, seré perro pero vivir 30 años es demasiado para mi, dame 15 años. Y Dios se lo concedió.

Dios creó al mono y le dijo: Serás mono, saltarás de rama en rama haciendo payasadas, serás divertido y vivirás 20 años. El mono contestó: Señor, seré mono pero vivir 20 años es demasiado para mi, dame 10 años. Y Dios se lo concedió.

Finalmente Dios creó al hombre y le dijo: Serás hombre, el único ser racional sobre la tierra, usarás tu inteligencia para destacar sobre los animales, dominarás el mundo y vivirás 20 años. El hombre respondió : Señor, seré hombre, pero vivir solo 20 años es muy poco para mi. Dame los 30 años que el burro rehusó, los 15 que el perro no quiso y los 10 que el mono rechazó. Y así se lo concedió Dios.

Y desde entonces el hombre vive: veinte años como hombre. Luego se casa y pasa treinta años trabajando como un burro. Después, cuando los hijos se marchan, vive quince como perro cuidando y guardando la casa para luego llegar a viejo y vivir diez años como mono, saltando de casa en casa y haciendo payasadas para divertir a los nietos.

Así acaba la fábula y recordarla en ocasiones, me ha servido siempre de advertencia para pararme y recordar que, como se lee en el Génesis, estamos llamados y nos merecemos una vida acorde con el propósito de nuestro Creador: Creó, pues, Dios al ser humano a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó”.

Porthos

PD.- Claro que siempre habrá quien, al leer esta aleccionadora fábula, prefiera decir que no se trata más que una burda exageración, una vulgar caricatura o una historieta banal, incrementando, a mi juicio, de esta manera su fauna particular con una nueva actitud … la del loro.

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