Si examinamos el uso de los dos términos: Libre albedrío y Libertad…, vemos que aun siendo y expresando los dos lo mismo, el “libre albedrío” es más usado en religión y el de libertad en la vida común y sobre todo en política, ya que no existe político alguno de la tendencia o color de que se trate, que no se le llene la boca con el término “libertad” y también con el de “democracia”.
¡Claro está! que entendidos estos dos términos con la especial interpretación que le dictamina su partido. Y como todos sabemos, lo que estos entiende por libertad y democracia, varia notablemente de acuerdo con el color del político de que se trate, pues lo que unos entienden por estos conceptos, se parece como un huevo a una castaña, con los que, los del otro color entienden. Pero esto es meternos en consideraciones del orden material, y a nosotros lo que más nos interesa, supongo yo, será salvar nuestra alma, y el camino para ello no se encuentra en consideraciones de orden material sino espiritual.
Si descomponemos el término libre albedrío, vemos que el DRAE, nos dice que individualmente “albedrío”, es: “Voluntad no gobernada por la razón, sino por el apetito, antojo o capricho”, y “libre” es: “La potestad de obrar por reflexión y elección”. Dicho en otras palabras, el “libre albedrío”, es la facultad que Dios nos ha dado para que obremos pudiendo elegir entre el bien y el mal. O dicho más resumidamente y en términos más reales, el “libre albedrío”, es la facultad que Dios nos ha dado para que aceptemos o repudiemos el amor que Él nos ofrece.
Nadie duda, de que hemos nacido libres, que Dios nos ha dotado del libre albedrío, esto nadie lo discute, incluso antiguamente los esclavos nacían espiritualmente libres, porque la libertad que Dios nos da no hay poder humano que puede quitárnosla. Y este libre albedrío, es fuente de muchos bienes pero también de muchos males, porque no siempre el hombre usa de su libre albedrío para elegir el bien, sino que elige el mal. Y este mal que elige el hombre, violenta la voluntad de Dios, la menosprecia porque no se atiene al amor de Dios, no ama a Dios porque viola sus mandamientos y estos trae consecuencias nefastas: La primera para él mismo violador de la voluntad de Dios, pues el mismo se encadena en el mal, repudia la Verdad en es Dios mismo, y se abre las puertas de las tinieblas, la segunda en cuanto su mal repercute en todo el cuerpo místico de Cristo y su mal es engendrador de otros males, de la misma forma que el bien por el contrario engendra bien.
El mal es la antítesis del bien, es el producto que nace de la inexistencia del bien, el mal es siempre negativo. Todos los males de la humanidad, sean de la naturaleza que sean, pertenezcan al orden material o al orden del espíritu, siempre son causa del mal del hombre, que le da la espalda a la Verdad y se encadena en la mentira de satanás. El Señor en la fiesta de los Tabernáculos, les decía: “Jesús decía a los judíos que había creído en El: Si permanecéis en mi palabra, seréis en verdad discípulos míos y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8,31-32). Claramente también el Señor a la pregunta de Pilatos si Él era rey, le respondió: "Tú dices que soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz. Pilato le dijo: ¿Y qué es la verdad?” (Jn 18,37-38). Desde luego que Pilatos era un clásico escéptico romano, en este sentido era un avanzado y moderno “relativista”, moderno, pues para él la verdad ya era entonces muy relativa. Para muchos hoy en día, es un término cuyo valor y significado, está en función de las necesidades o apetencias de uno mismo. Para un cristiano, para un seguidor de Cristo, solo hay una Verdad, inamovible, que es el amor al Señor, observando sus mandamientos y todo aquello que de este principio se deriva.
A más de uno, se le puede ocurrir pensar: ¿Porque Dios nos hizo libres, sabiendo de antemano como él muy bien sabía, la cantidad de males que se iban a derivar del mal uso que íbamos hacer, de la libertad o libre albedrío? ¿Porque se expuso a sufrir un descalabro semejante, creándonos libres? La respuesta es muy sencilla. Podríamos decir contraponiendo al mal, que existe suelto en el mundo, el mucho bien que muchas personas también han originado en el mundo, a través de los siglos, pero no es esta la razón fundamental, que tuvo Dios para crearnos libres. La explicación de esta conducta de Dios, está íntimamente relacionada con el Amor. Veamos.
Para comprender a Dios, nunca olvidemos, que todas nuestras incomprensiones hacia Él, nacen del hecho, de que la esencia de Dios es espíritu puro y que Dios es amor, tal como reiteradamente nos lo recuerda San Juan el discípulo amado: “Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios, y Dios en él” (1Jn 4,16). Y este Dios, que nos creó a todos nosotros, en amor y por amor. Nos creó mitad materia y mitad espíritu. Pero siendo nuestra composición, cuerpo y alma; por razón del pecado original, actuamos, pensamos y reflexionamos en función de nuestro cuerpo, en más de un 90%, por lo que cuando pensamos en Dios o intentamos comprenderlo, usamos nuestros parámetros antropomórficos, y se los aplicamos a Dios. El resultado es nuestra incomprensión de lo que es Dios, de lo que representa y de cómo actúa. Pues bien, decíamos que Dios nos creó por razón de amor, para que seamos partícipes de su gloria y felicidad eternamente, y ello lo ejecutó, por razón de dos de las varias características, que configuran lo que es el amor. Me refiero a “expansividad” y a la “libertad”, que son consustanciales al mismo.
El amor es siempre expansivo, tiende a crecer, porque el que ama desea siempre que los demás participen de su felicidad. San Agustín se preguntaba: “¿Qué había hecho él para existir? (…). Por tanto, si nada era antes de existir, de ningún modo pude merecer la existencia”. Nadie merecemos la existencia, que Dios nos ha dado, Él nos sacó de la nada. El sentido expansivo del amor divino, fuel motor inicial para Su obra creadora, aunque también medió otro propósito. El primordial propósito de la creación fue que la perfección infinita de Dios se pusiera de manifiesto en otros seres que debían de ser reflejo de su existencia y de su belleza. Entre estos seres tenía que haber algunos que fueran imágenes de la vida consciente de Dios, de su vida de conocimiento y amor... La grandeza y la felicidad de los seres inteligentes, consiste en la fidelidad con que ellos sean capaces de reflejar las perfecciones de Dios en sí mismos. De ahí se deriva que la gloria de Dios y la felicidad de la criatura fiel son materialmente, aunque no formalmente idénticas.
De otro lado, el amor para que puede germinar y desarrollarse, necesita de la libertad, sin libertad no puede haber auténtico amor. Los términos amor y libertad son inseparables. San Agustín nos hacía referencia a esta vinculación entre el amor y la libertad en su conocido aforismo “Ama y haz lo que quieras”, es decir, si de verdad amas al Señor, eres libre de hacer lo que desees, porque tu amor fijará los límites de tu libertad. También Santo Tomás de Aquino nos manifestaba que el perfecto amor solo nace en la libertad. No hay ser humano que pueda ser constreñido a amar. Lo mismo que nadie puede ser amado a la fuerza. La libertad es una condición indispensable para que se dé, la existencia del amor.
El hombre libre, es el que ama a todos; el que odia se esclaviza. El que odia siempre depende del objeto de su odio y por tanto no es libre. Odiar al vecino equivale a restringir nuestra libertad. Puede ser que tengamos que dar la vuelta a la manzana para no verle o esperar a que salga antes de salir nosotros a la calle. El amor tiene una cualidad esencial que es la libertad, sin libertad no existe amor, nadie puede amar por razón de una orden o decreto recibido, el amor se desarrolla en la libertad, si no media la libertad no puede existir auténtico amor. Y este principio es así tanto en el orden humano terrenal, como en el espiritual. Si Dios nos hubiese creado sin libertad, posiblemente por no decir ciertamente jamás hubiésemos pecado, pero Dios se hubiese quedado sin enterarse de quien era el que le amaba y de quien era el que no le amaba.
En más de una glosa, he puesto de manifiesto, que nosotros estamos aquí para superar una “prueba de amor” Y para superar esta prueba de amor necesitamos del libre albedrío de la libertad de poder escoger entre el bien y el mal, de la libertad de amar a Dios o de repudiarle. Porque si no tuviésemos libertad, careceríamos de capacidad para generar méritos ante los ojos de Dios.
Thomás Mertón escribe diciendo: “La libertad es un talento dado por Dios, un instrumento de trabajo. Es la herramienta con la que construimos nuestra vida, nuestra felicidad. No debemos de sacrificar jamás nuestra verdadera libertad, porque si la sacrificamos renunciamos al mismo Dios. Solo hay que sacrificar la falsa espontaneidad del capricho, la pseudo libertad del pecado. Tenemos que defender nuestra verdadera libertad con la vida misma, ya que es el elemento más precioso de nuestros ser, Es ella la que nos hace Personas constituidas a imagen de Dios”.
Dios podrá hacer muchas cosas, Él es omnipotente, y hasta podría si quisiera quitarnos el libre albedrío, del que nos ha dotado. Pero jamás de los jamases lo hará. Etienne Brot escribe diciendo: “Él jamás se permitirá alterar arbitrariamente las leyes de una creación, leyes que Él mismo ha establecido y que es el primero en respetar; para Dios no hay nada más valioso que la libertad y dignidad de sus criaturas, y jamás obligará al hombre a obrar de una manera determinada, como tampoco suprimirá mágicamente las consecuencias, felices o desafortunadas, de las iniciativas humanas”.
Y por su parte Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, escribía: “La misteriosa grandeza de la libertad personal, estriba en que Dios mismo se detiene ante ella y la respeta. Dios no quiere ejercer su dominio sobre los espíritus creados, sino como una concesión que estos les hacen por amor. Ahora bien, si Dios omnipotente actúa así, es decir, sujetando su designio inmutable – creador - a la libre voluntad del ser humano, eso significa que la libertad es algo muy serio”.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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