miércoles, 11 de mayo de 2011

JUEGO DE ANTITESIS



Como sabemos la antítesis es o pueden ser cosas diferentes…, pero siempre, valga la redundancia, antitéticas entre ellas.

O bien; la posición o contrariedad de dos juicios o afirmaciones, o bien; la contraposición de una frase o una palabra a otra, de significación contraria. Nos quedaremos con la segunda de estas dos acepciones, puesto que la antítesis a la que nos vamos a referir, va referida el significado de tres palabras muy transcendentes tanto en nuestra vida espiritual como en nuestra vida material humana.

Estas tres palabras son: Amor, Luz y Bien y sus correspondientes términos antitéticos son: Odio, Tinieblas, y Mal o Maldad. Si reflexionamos sobre estos términos, veremos que existe un Amor puro, entregado, y sublime que es el amor que emana del Señor, y del cual nosotros solo somos un reflejo tal como nos los aclara San Juan, cuando nos dice: “Carísimos amémonos los unos a los otros, porque la caridad procede de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y a Dios conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es Amor (1Jn 4,7). Y más adelante, en otro lugar nos dice: "...quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. Nosotros amemos, porque él nos amó primero (1Jn 4,18-19).

Es este, el amor generado por Dios, un amor perteneciente al orden espiritual, y su vez tenemos que considerar la existencia de un amor, humano grosero y lascivo, perteneciente al orden material.

En relación a la Luz también hemos de considerar la existencia de una luz perteneciente al orden espiritual y otra perteneciente al orden materia. La primera, es la Luz que emana directamente de Dios, y que ilumina los ojos de nuestra alma, es la luz que nos permite ver a Dios, cuando logramos quitarnos las legañas de los ojos de nuestra alma. Cierto es que se nos dejó dicho: A Dios nadie le vio jamás; Dios unigénito que está en el seno del Padre, ese le ha dado a conocer (Jn 1,18). Pero no es menos cierto que también se nos dejó dicho por el mismo San Juan que: Jesús les habló otra vez diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida(Jn 8,12). Existen pues dos clases de luz, una de carácter material, que en nuestro caso emana del astro sol y es la que le sirve a nuestros ojos materiales, y otra de carácter espiritual, que solo la perciben los ojos de nuestra alma, es la Luz que directamente emana de Dios, porque Dios tal como repetidamente nos escribe San Juan: "Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios, y Dios en él (1Jn 4,16). En resumen podemos asumir la definición, de que Dios: es una Luz de Amor, que aquí abajo solo podemos percibir con mayor o menor grado de claridad de acuerdo, con la mayor o menor, limpieza espiritual de los ojos de nuestra alma.

Hemos visto pues que la misma forma que existe un amor espiritual, existe otra material y que de la misma forma que existe una luz material existe otra espiritual. Y ahora en tercer lugar, tenemos que considerar que existe un bien material y otro espiritual, lo cual es fácil de comprender, si pensamos que dar una limosna de dinero es hacer un bien material y dar un santo consejo que le sea conveniente a alguien es hacer un bien espiritual.

Señalados pues los tres conceptos y sus dobles proyecciones en el orden material y en el espiritual dentro de la persona, veamos ahora cuales son las tres antítesis. Y pongamos atención en que ninguno de estos tres conceptos antitéticos: odio, tinieblas, mal o maldad, está generados por Dios. Él dentro del respeto que tiene a no mermar nuestro libre albedrío, permite la existencia de estas tres negativas antítesis, que son propias de la esencia del demonio. Dios permite la tentación demoniaca, porque ella nos es necesaria, ya que tenemos que pensar que sin tentación vencida, no podríamos subir los escalones hacia el cielo, y menos demostrarle al Señor nuestro amor a Él, porque amar a Dios es cumplir sus mandamientos.

Es fácil comprender que la antítesis del amor es el odio, pero este tiene un sinfín de matices, que van desde la simple antipatía, hasta el odio mortal. ¿Y qué es el odio? Simplemente la ausencia de amor, que es lo que reina en el infierno, es imposible amar allí abajo a nadie ni a nada, aquello es el reino del odio, odio contra uno mismo y contra los demás condenados.

Y también es el reino de las tinieblas, porque la tiniebla, es ausencia del Luz, tanto de luz material, porque ya se habrá abandonado este mundo en que vivimos, como de la Luz divina, que lógicamente no alumbra el infierno ni a los condenados. Ahora aquí abajo, estoy seguro que lo que más apreciamos todos, son nuestros ojos la posibilidad de ver, preferimos antes perder el gusto, el tacto, incluso el oído antes que quedarnos ciegos.

Por último el mal o la maldad, tiene su antítesis en el bien. ¿Y qué es el mal? También otra ausencia, la ausencia del bien. ¿Y qué es el bien? El bien es Dios mismo recordemos que a Dios se la denomina como el Sumo Bien. Dios no es solamente bueno: Es por su esencia el Bien Supremo en sí y por ello, capaz de satisfacer toda necesidad. Porque, decía San Agustín, en Dios el mal es siempre imposible.

Obsérvese, por lo tanto, que las antítesis de lo que representa el Señor Amor, Luz y Bien, no tienen entidad propia, sin negativas, porque ellas el odio, las tinieblas o la maldad, son carencias o inexistencias de Dios, porque en esta idea podríamos definir a Dios como el sumo bien de amor luminoso.

El hombre que está creado por Dios a su imagen y semejanza, para ser eternamente feliz, después de su tránsito desde este mundo, integrándose en la glorificación divina, necesita en su vida terrestre tanto del Amor, como de la Luz como del Bien, y si carece de alguno de estos tres elementos, jamás podrá tener felicidad en esta vida, porque incurrirá en cualquiera de las tres antítesis. O bien su odio le hará infeliz; o bien su falta de luz divina, por no aceptar el amor de Dios, le hará vivir en tinieblas; o bien la falta de bien en su conducta, le hará vivir en la maldad, al vivir en la carencia del bien.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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