sábado, 15 de enero de 2011

¿SE PUEDE FUMAR MIENTRAS SE REZA?



Lo confieso, no puedo dejar de glosar de alguna manera la nueva Ley antitabaco que parece tener revueltos a la mitad de los hosteleros de España.


Como este es un blog de religión, me contentaré con hablar del tabaco en la Iglesia, a riesgo de que a más de uno le parezca con razón que estoy forzando un poco las cosas.

Pensando en el tema se me ocurría algún titular provocativo del estilo, ¿debiera permitirse que los curas fumasen?; ¿está bien vista la adicción al tabaco en los religiosos?; ¿atenta de alguna manera contra el no matarás eso de fumar?; ¿cuántos pobres comerían con lo que se gasta en tabaco en la Iglesia?

Pero tampoco hay que ponerse tan dramáticos, ¿no?

Entonces me acordé de la clásica historieta que suena en círculos del Opus Dei, quizás para justificar la afición al tabaco que muchos de sus miembros parecen tener.

Yo he rescatado una versión de la misma en el libro "Influencia, poder y persuasión en los negocios", de Quentin de la Bedoyere. El cuento completo viene a ser algo así:


Había una vez un par de religiosos, benedictino uno y jesuita el otro, que eran amigos y ocasionalmente se encontraban para charlar.

Parece ser que tanto el jesuita como el benedictino eran grandes fumadores; y compartían ese problema. Como todos los días debían pasar largos períodos de tiempo en oración en sus respectivos conventos, sufrían gravemente la privación del tabaco. Resolvieron entonces discutir el asunto con sus respectivos superiores y, en la semana siguiente, comunicarse el resultado.

En la reunión convenida, el jesuita le preguntó al benedictino cómo le había ido. "pésimamente", replicó éste. "Le dije al abad: ¿me da usted permiso para fumar mientras rezo?”, y se puso furioso. Me impuso quince oraciones más de penitencia, en castigo por mi atrevimiento. “Pero tú - refiriéndose al jesuita - pareces muy contento, amigo mío. Y a ti, ¿cómo te ha ido?", le preguntó el benedictino al jesuita.

El jesuita sonrió. "Hablé con mi superior - dijo - y le pedí autorización para rezar mientras fumo. Y no sólo me autorizó sino que además me felicitó por mi devoción".

Recuerdo leer una versión de esta historia ilustrada con la secuencia de fotos de dos cardenales compartiendo un cigarrillo en San Pedro en un momento de descanso del Concilio Vaticano II.

Lo que no recuerdo es la imagen de ningún santo fumando, aunque digo yo que alguno tendrá que haber, y la literatura también se ha encargado de ilustrarnos ejemplos de sacerdotes que fuman, como el bueno de Don Camilo de Guareschi con sus toscanos, cuyas obras estoy releyendo últimamente.

Curas demasiado fumadores siempre los ha habido, y existen también semilleros de curas - léase seminarios- que no voy a nombrar y donde se fuma mucho y a todas horas.

Recuerdo aún la revolución que se produjo en la facultad de San Dámaso cuando, ya dirigiendo el cotarro Pablo Domínguez, se limitó el fumar a la sala de la máquina de café, haciendo de ella un lugar impracticable para los alérgicos al tabaco.

Del tabaco y la prohibición me encantaría decir muchas cosas, pero me atendré al tema del blog, para decir que en la Iglesia, efectivamente, hay mucha gente que fuma, para escándalo de algunos e indiferencia general.

Lo que no se sabe es que en algunos lugares está muy mal visto que un cristiano fume, como en África. En una ocasión unos amigos de Nigeria tuvieron que pedirle a un prelado que no fumara porque estaba escandalizando a todos los fieles de su grupo…en fin, que anécdotas hay de lo más interesantes.

Desde luego la historia del jesuita que rezaba mientras fumaba ha inspirado a muchos en lugares como el Opus Dei, donde el tabaco ha sido utilizado como herramienta de compañerismo y distensión, quizás en un intento de demostrar que a pesar de tanta piedad, todavía hay lugar para hacer un guiño travieso y adoptar una pose de niños malos.

A mí personalmente eso nunca me ha inspirado, y confieso que más de una vez me ha conseguido ahuyentar de algún grupo de oración o de algún grupo de amigos.

En fin, qué le vamos a hacer, a cada cual le van unas cosas y otras le sacan de quicio, ya sea por prejuicio religioso, moral, salud personal o simple y mundana veleidad.

El caso es que la cuestión sigue siendo interesante, ¿se puede fumar mientras se reza? y con ella he podido soltar algo que si no lo decía, me iba a hacer reventar, por más que no fuera un tema acuciante ni en lo espiritual, ni en lo eclesial.

Post Scriptum: Galsuinda me manda una foto del beato Pier Giorgo Frasati fumando que parece que alguien ha censurado alguna vez, aunque no ReL, que conste...


José Alberto Barrera

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