A mí personalmente me parece que no. La esperanza es el estado de ánimo, en el cual se nos muestra como posible lo que esperamos recibir.
Pero esta definición sacada del DRAE tiene un carácter general y vale tanto si es bueno o malo lo que esperamos. Esta es una definición de la esperanza de carácter terrenal. En la definición de la esperanza de carácter teologal, no cabe lo malo, todo lo que se espera es bueno. Según Leo Trese, la esperanza se define como: “La virtud sobrenatural con la que deseamos y esperamos la vida eterna que Dios ha prometido a los que le sirven, y también los medios necesarios para alcanzarla. En otras palabras nadie pierde el cielo si no es por su culpa. Por parte de Dios nuestra salvación es segura”. De la esperanza sobrenatural solo podemos esperar bienes y nunca males, salvo que uno se empeñe en condenarse y ya sabemos a dónde irá a parar.
De las tres virtudes teologales: fe, esperanza y amor a Dios, sabemos que tanto la fe como la esperanza cuando lleguemos al final del puente que estamos atravesando, estas dos virtudes desaparecerán La fe quedará transformada en evidencia, y la esperanza en realidad. Y pensar y tener siempre presente esa realidad que nos espera, es practicar la esperanza. Es este un ejercicio muy saludable pues siempre nos alegrará el corazón y nos hará más llevaderas, las penas y sufrimientos de este valle de lágrimas. Como quiera que, es un principio reconocido y experimentado, al menos otros amigos y yo somos testigos, de que las tres virtudes teologales, aumentan y decrecen en el alma humana al unísono. A mayor fe que adquiramos, siempre nos encontraremos que ha aumentado nuestro amor al Señor, y también nuestra esperanza y si lo que aumenta es nuestro amor al Señor, siempre habrá una correspondencia de aumento de la fe y de la esperanza.
No disponemos de muchos datos acercar de los bienes que nos esperan en el cielo. En plan de guasa, podríamos decir que envidiamos el Corán, donde todo está taxativamente reglamentado, hasta el número de huríes vírgenes que les espera a sus mártires. A las mujeres, lo siento por ellas, pero no les prometen nada. Nosotros, las referencias evangélicas de que disponemos son muy escasas. Tenemos las palabras recogidas por San Mateo que dice: “Entonces tomando Pedro la palabra, le dijo: Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿que tendremos? Jesús les dijo: En verdad os digo que vosotros, los que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente sobre el trono de su gloria, os sentareis también vosotros sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo el que dejare hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o campos, por amor a mi nombre, recibirá el céntuplo y heredara la vida eterna. Y muchos primeros serán los postreros, y los postreros, primeros” (Mt 19,27-30). También tenemos las palabras del Señor recogidas por San Juan que nos dejó dicho: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre, hay muchas moradas; si no fuera así os lo diría, porque voy a prepararos el lugar. Cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros” (Jn 14,1-3).
En el A.T. encontramos una referencia de Isaías que dice así: “Porque yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva, y no se volverá a recordar el pasado, ni vendrá siquiera a las mentes. Y habrá alegría y algazara eterna por lo que yo voy a crear. Pues yo voy a crear para Jerusalén alegría, y para su pueblo regocijo. Sí; me alegraré en Jerusalén, me regocijaré en mi pueblo, y ya nunca se oirá en ella voz de llanto ni grito de lamento. Ya no habrá allí recién nacido que viva sólo pocos días, ni anciano que no culmine sus años, sino que morir a los cien años será morir joven y no llegar a los cien años será señal de maldición. Harán entonces casas y habitarán en ellas, plantarán viñas y comerán sus frutos”. (Is 65,17-21). Y dentro de su tremenda simbología el Apocalipsis, también simbologicamene, nos habla de la Jerusalén celestial al decir: “Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya. Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él Dios con ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado” (Ap 21,1-4). Más adelante en este mismo capítulo (Ap 21,10-27) se nos hace una detallada y extensa descripción material de la Jerusalén celestial, construida con piedras y metales preciosos.
Por su parte San Pablo en sus epístolas es algo más expresivo y así nos manifestó: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni la mente del hombre, pudo imaginar, cuales cosas tiene Dios preparadas para los que le aman”. (1Co 2,9). Más tarde en su segunda epístola a los mismos Corintios les dijo: “¿Que hay que gloriarse?, aunque no trae ninguna utilidad; pues vendré a las visiones y revelaciones del Señor. Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce años, si en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que este hombre, en el cuerpo o fuera del cuerpo del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar”. (2Co 12,2). Aclaremos que para los judíos, el tercer cielo es el “empirio” o cielo espiritual donde se encuentra Dios, siendo el primer cielo el cielo de la atmósfera, y el segundo el cielo de los astros, para ellos los tres cielos están situados en esferas concéntricas.
Con este escaso material, que el Catecismo de la Iglesia católica recoge en los parágrafos 1020 al 1029, practicar los sueños de cómo será el cielo no es fácil; esencialmente porque no se nos aclara mucho la parte que es fundamental en la gloria, ya que esta tendrá un carácter espiritual y no material. Esencialmente, lo que se denomina cielo fundamental, será el integrarse en la Luz divina, el participar del amor que de esta luz nace. (Ver la glosa de “Luz tabórica del 28 de junio del 2010"). Si existirá un cielo material, que tendrá carácter accidental o subsidiario, pues no olvidemos que somos cuerpo y alma. Tendremos un cuerpo glorioso que materialmente nos hará disfrutar, con eso de poder atravesar paredes y desplazarnos más rápidos de la luz (Ver glosa “Cualidades del cuerpo glorioso” del 10 de enero del 2010). Pero vuelvo a repetir, lo más maravilloso de todo será el estar integrados en el amor de la Luz tabórica.
Pero a la vista de esta exposición y enlazando con el título de esta glosa, es evidente de que son muy pocos los que continuamente activan la virtud de la esperanza, pensando en lo que nos espera en el más allá, y es mucho más lo que se piensa en lo que nos espera en este más acá. Quizás sea porque nos faltan grandezas de mira y vivimos atenazados a ese refrán que dice: Más vale pájaro en mano que ciento volando.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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