Según la Organización Mundial de la Salud “la mutilación genital femenina (MGF) comprende todos los procedimientos consistentes en la resección parcial o total de los genitales externos femeninos y otras lesiones de los órganos genitales femeninos por motivos no médicos”.
En cuanto a sus efectos, añade la OMS, “no tiene ningún efecto beneficioso para la salud y perjudica de formas muy variadas a las mujeres y niñas. Como implica la resección y daño del tejido genital femenino normal y sano, interfiere con la función natural del organismo femenino. Es una práctica muy dolorosa que tiene varias consecuencias inmediatas y a largo plazo para la salud, entre las que se encuentran las dificultades para el parto, con los consiguientes peligros para el niño”.
En no pocos casos, su práctica ha implicado la muerte de la afectada.
Las formas más habituales de mutilación genital femenina son tres:
-Clitoridectomía: consistente en la resección parcial o total del clítoris.
-Escisión: resección parcial o total del clítoris y los labios menores, con o sin escisión de los labios mayores.
-Infibulación: estrechamiento o sellado de la abertura vaginal mediante el corte y recolocación de los labios menores y a veces, también de los labios mayores, con o sin resección del clítoris.
Alguna de estas barbaridades la ha sufrido, según calcula la OMS, un número de mujeres no inferior a los 100 millones en el mundo. Es una práctica muy extendida en la región nororiental del continente africano, concretamente en Egipto, Sudán, Kenia, Somalia y Etiopía, aunque también se practica en otras zonas del continente negro como Nigeria, el país en el que, probablemente, más mujeres la han sufrido.
Se tiende a asociar este tipo de prácticas con el islam. A favor de ello, operan una serie de hechos: el primero y más evidente su práctica en países que hoy día profesan el islam, pero también el pronunciamiento favorable que en dicho sentido han realizado personajes significados de religión musulmana. Solo a modo de ejemplo el controvertido “sheij” (=guía) Yusuf Qaradawi escribe al respecto: “Este es un tema controvertido entre los juristas… La opinión más moderada y la que uno se inclina a considerar correcta es favorable a la práctica de la circuncisión en la forma islámica moderada indicada por algunos ‘hadices’, incluso sabiendo que la autenticidad de estos ‘hadices’ no ha sido confirmada".
Para ser estrictos en lo relativo a la relación entre islam y mutilación femenina, se ha de reconocer que las prácticas infibulatorias son más preislámicas que islámicas. El Corán en ningún momento prescribe la práctica de ningún tipo de MGF, y no deja de ser significativo que el propio Quradawi reconozca que los hadices [1] en los que se basa la realización de practicas MGF en el ámbito islámico sean de dudosa autenticidad. A mayor abundamiento, y aunque de manera mucho menos generalizada y nunca desde luego avalado desde el magisterio, se practica también en algunas comunidades cristianas, así en Nigeria, así en Etiopía.
En el ámbito musulmán, y aunque con timidez, se dan pequeños pasos para erradicar las prácticas infibulatorias. Entre esos pasos, podemos citar “la fatua emitida por treinta y cuatro teólogos en Mauritania”, o la penalización que de las prácticas infibulatorias ha realizado Níger, donde entre 1998 y 2006 habrían descendido a menos de la mitad. En Egipto, donde parece que la esposa del Presidente Suzzanne Mubarak es una activa militante, la Ley del Menor de 2008 las prohíbe, si bien ha permitido un resquicio a los que las practican al autorizarlas “por razones médicas”, un “interesante” coladero que nos recuerda tanto a los supuestos que en el mundo occidental han abierto las puertas a las prácticas abortivas.
Nota:
[1] El Hadiz, así, con mayúsculas, compuesto de “hadices”, así con minúscula, es la segunda fuente en importancia, después del Corán, en la religiosidad musulmana y refiere escenas de la vida de Mahoma y las enseñanzas del Profeta. Los hadices están divididos en función de la autenticidad que los autores les atribuyen, diferenciándose en función de la misma en “sahih”, los de más calidad; “hasan”; y “da’if”, los de menos. No deja de ser significativo que un partidario de las prácticas mutilatorias femeninas como el iman Quradawi reconozca que los hadices en los que se basa la misma sean de dudosa autenticidad.
Luís Antequeras
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